Que cada amanecer sea un poema, y cada día, una obra maestra
Cuando el tiempo juega con los bordes del calendario y un año entrega su último suspiro, nos encontramos en el umbral de una nueva posibilidad.
En este momento de pausa, donde el ayer se encuentra con el mañana, siento la fuerza de los días vividos y la promesa de los que aún están por llegar.
Quiero que este fin de año sea más que un cierre: necesito que sea una declaración.
Declaro mi intención de seguir escribiendo las historias que me habitan, de compartir las ideas que brotan como manantiales y de crear mundos donde la esperanza brote. Porque escribir es resistir, compartir es abrazar, y crear es construir puentes hacia el alma de los demás.
Deseo ver amanecer con la paz de quien ha dejado el equipaje del rencor en el camino, con la filosofía de quien entiende que cada nuevo día es un regalo envuelto en posibilidades infinitas. El sol, que se alza con tanta indiferencia como majestuosidad, me recuerda que el cambio es constante, que siempre hay una nueva luz por descubrir.
Anhelo ver crecer a los míos en años que se llenen de sueños, en risas que iluminen su andar y en aprendizajes que fortalezcan su espíritu. Quiero ser testigo de sus logros y apoyo en sus caídas; en mi corazón siempre encontrarán un refugio, un lugar donde las palabras de amor nunca se agotan y las puertas siempre están abiertas.
No puedo olvidar a todos aquellos y aquellas que me mintieron, engañaron y criticaron. Gracias, puesto que me hicieron crecer en el amor; al abrir mi sensibilidad me ayudaron a llorar la traición y esa tristeza me llevó a la espiritualidad. Descubrieron mi capacidad para comunicar desde el alma.
Hoy, más que nunca, entiendo que el dolor de la traición es un maestro que ilumina el camino.
Mis miedos, esos viejos compañeros de viaje, dejarán de ser fantasmas que me paralicen. Se convertirán en guías que me desafíen, espejos que revelan mis fuerzas ocultas. Prometo seguir llorando, por dolor y por amor. No olvidaré mi vulnerabilidad ni la impermanencia de todo lo que habita en este mundo. Sentiré y reconoceré mis errores, faltas, fallos, equivocaciones, defectos e imperfecciones como parte inherente de mi condición humana. Pero, lo más importante, también lo haré con los otros, aceptando sus propias fragilidades y abrazando la comprensión como un puente hacia la humanidad compartida. Superarlos representa un acto de valentía, un paso firme hacia la libertad de ser quien realmente soy.
Quiero recordar a los que os habéis ido a otra dimensión este año, dejando un silencio que llena cada rincón de nuestro ser con una mezcla de nostalgia y gratitud.
En especial, a mi suegra, cuya presencia sigue viva en los destellos de los recuerdos y en las huellas imborrables de su amor. Cada despedida terrenal es una pausa cargada de promesas, un instante suspendido que abre las puertas a un reencuentro eterno. En el abrazo infinito del universo, las almas trascienden el tiempo y encuentran su morada en el amor que nunca perece.
Un lugar sin fronteras ni confines, donde la eternidad acaricia cada latido, la esencia de quienes fuimos permanece viva y luminosa.
A quienes yo dañé, ya sea de forma intencionada o inadvertida, porque lo esencial radica en el hecho de haber causado dolor, independientemente de los motivos. Me comprometo a trabajar en ello, porque un perdón, por sí solo, no basta cuando se hiere a alguien; es en el acto de transformar esa culpa en acciones sinceras donde reside la verdadera sanación.
Hoy, mientras cierro este capítulo, no puedo evitar mirar atrás con gratitud. Agradezco las pruebas que me hicieron más sabio, las caídas que me enseñaron a levantarme, los momentos de alegría que llenaron mi corazón y las personas que hicieron este viaje más hermoso. Pero también miro para delante, hacia un horizonte que me llama con la promesa de nuevos comienzos.
¡Que el próximo año nos encuentre vivos de verdad!
Podamos llorar con el alma abierta, reír hasta que el eco de nuestra alegría ilumine los corazones cercanos, aprender con humildad de cada experiencia y amar con una pasión que trascienda los días. Sigamos encontrando la belleza en lo cotidiano: en el canto de un ave al amanecer, en el aroma del café que despierta los sueños, en la brisa que acaricia el rostro. Busquemos el significado en lo extraordinario: en los desafíos que nos transforman, en las sorpresas que nos recuerdan lo mágico de estar vivos. No dejemos de construir puentes de esperanza, ni de creer que incluso en los momentos más oscuros, siempre habrá una luz, como una estrella fiel, mostrando el camino. Nunca falte el valor para abrazar nuestras emociones, ni la sabiduría para compartirlas con quienes amamos.
A quienes caminan a mi lado, les ofrezco mi corazón abierto y mi mano extendida. Que juntos construyamos días llenos de luz, noches de paz y vidas con sentido.
Feliz año nuevo. Que cada amanecer sea un poema, y cada día, una obra maestra. Miguel Alemany
Emprendedora/Empresária MLM, Network Marketer, Formadora, Assistente Técnico, LION +15,6K
7 hQue Verdad Mayor Miguel! Que Hagamos Todos Nuestro Balance Anual de todas las Esferas y Vamos A Ver Cuales las Que Requieren Más Atencion y Mejorias el Próximo Ano!