Quién se adueño del futuro.
El título es un homenaje a un texto ya clásico, de Jaron Lanier, quien en 2013 publicó “Who owns the future”. Lanier es considerado el padre de la realidad virtual y es uno de los pensadores más brillantes del mundo.
Se trata de la perspectiva de un visionario sobre la cuestión económica y social más importante de la actualidad: la perniciosa concentración de dinero y poder en las redes digitales. Su plateo es tan profundo, que aproximadamente siete años más tarde, resuena en una de las crisis más importantes de la historía humana contemporánea, como si hubiera pensado en ella. Desde hace décadas, Lanier ha aprovechado su experiencia en tecnología para reflexionar acerca de cómo la tecnología transforma nuestra sociedad y nuestra cultura.
Derrama inversa
Lanier piensa que el auge de las redes digitales ha conducido a una transferencia gratuita de valor desde los individuos e incluso de muchas empresas pequeñas hacia los gigantes tecnológicos. A partir de las redes sociales, los individuos contribuyen con contenidos, opiniones y feedback, y en general, no son remunerados por su trabajo, lo que convierte a los planteos de Lanier en una cruzada ambiciosa y sensible por el devenir humano. Plantea el camino hacia una nueva economía de la información más respetuosa de las contribuciones de la sociedad. Es hora de que la gente común sea recompensada por lo que crea y lo que comparte en red. ¿descabellado?, más debiera serlo que los independientes y las pequeñas empresas brinden materia prima gratuita a las grandes compañías tecnológicas del mundo, creando lo que podría llamarse un derrama inversa. Los utility monsters, en este caso las grandes tecnológicas, felices, nunca sacian tu interés por hacerse cada vez más grandes, aunque para ello terminen de instalar un mega sistema global de espionaje, lo que en Surveillance Capitalism, Shoshana Zuboff presenta como “el” modelo de negocios de la actualidad: el espionaje de los clientes y los ciudadanos.
Como el canto de las sirenas
Lanier postula que los independientes se ven privados cada vez más de las economías en línea. Al convencer a los usuarios de que brinden información valiosa sobre sí mismos a cambio de servicios gratuitos, las empresas pueden acumular grandes cantidades de datos (e ideas) prácticamente sin costo debido a las economías de alcance. Lanier llama a estas empresas "Servidores de Sirenas", aludiendo a las sirenas de Ulises. En lugar de pagar a cada individuo por su contribución, los Servidores de Sirenas concentran la riqueza en manos de los pocos jugadores globales. Como ejemplo, señala el algoritmo de traducción de Google, que analiza las correcciones aportadas por personas en línea para mejorar su efectividad. Las personas que con sus aportes ayudan a estos grandes monstruos tecnológicos no reciben nada acombo por su aporte, mientras que Google se beneficia de una mayor visibilidad de sus anuncios.
¿Cómo se relaciona todo esto con lo que estamos viviendo?
A partir de la situación planteada por el Covid-19, se produjo un resurgimiento del tema de los contenidos digitales “gratuitos”. Frente a la situación de la caída de ingresos de muchos independientes —emprendedores y cuentapropistas digitales— quienes creyeron en las posibilidades aportadas por la GIG economy, frente a la emergencia vieron esfumarse sus ingresos de un día para el otro. Mientras tanto, compañías más grandes aprovechan la necesidades de los independientes de acceder a sus mercados y “abren” sus puertas al conocimiento (gratuito) y los independientes no tienen más que regalar su trabajo.
Cursos, webinars, asesorías gratuitas, consultorías a prueba, es demasiado pedir por parte de aquellos que mantienen sus trabajos (¡y se quedan en casa!) a quienes no tienen idea cómo van a hacer para pagar la renta.
Un amigo me preguntaba si debía aceptar una reducción de un 20% en su salario. Mi respuesta no se hizo esperar: claro que sí, cualquier cosa para que mantengas tu trabajo y con ello un ingreso garantizado. No todos tienen la misma suerte. Se generó otra nueva división social, los que tienen empleo fijo y los que tienen que salir a pelearla el día, la semana o el mes.
A Larnier le preocupaba que la gente regale su trabajo.
Algunos consideran al autor como un escéptico del mundo digital, sin embargo estamos frente a un ferviente amante de la tecnología, lo que no le evita estar en contra de los excesos. No está en contra ¿cómo estarlo si tanto ha contribuido a su desarrollo?. Lo que sucede es que busca una mayor justicia en los términos del intercambio en un mundo donde las asimetrías se vuelven cada vez más grandes. La idea de regálame tus datos, haz trabajo por mi gratis, considera que lo único que hace es que unos cientos de compañías se vuelvan cada vez más ricas y millones de independientes más pobres. Ojo, no se trata que algunos ganen dinero, sino que se aprovechen de muchos que poco tienen. ¿Acaso no fue lo que sucedió con la ecología? Muchos fueron a depredar los mares, los bosques, los animales terrestres, por que allí estaban. Ahora estamos pagando las consecuencias.
Como solución a este problema, Lanier presenta una estructura alternativa a la web basada en el Proyecto Xanadu de Ted Nelson. Propone un sistema de enlace bidireccional que apunte a la fuente de cualquier pieza de información, creando una economía de micropagos que compense a las personas por el material original que publican en la web. Una idea —¿utopía?— sirve para entender que pueden existir formas para enfrentar estas situaciones. Aunque Xanadú es un desarrollo interesnate conceptualmente esta considerado uno de los mayores fracasos conceptuales por lo que muchos lo consideran un vaporware (venta de humo).
¿Pero qué era el proyecto Xanadú?
La idea de Xanadú le surgió a Nelson después de una visita al Xerox PARC, y consistía básicamente en concebir un documento global y único que cubra todo lo escrito en el mundo, mediante una gran cantidad de ordenadores interconectados, que contenga todo el conocimiento existente o, mejor dicho, información en forma de hipertexto.
Se pretendía crear un mar de documentos relacionados mediante enlaces hipertextuales, todos disponibles. A esto se unía un sistema de gestión y cobro de derechos de autor, de tal modo que si alguien utilizaba una obra ajena, la citaba, o la incorporaba a una suya, el sistema se encargaría de rastrear la reutilización y cobrar por ella, y hacer llegar al propietario la cantidad devengada. A esta doctrina, se le denomina transcopyright y supone un sistema de autorizaciones que permite a cualquiera reutilizar cualquier trozo (de cualquier tamaño) del material de cualquier otro autor en un nuevo documento.
En su proyecto subyace una filosofía de apertura democrática: las condiciones de acceso son libres y justas, tanto para autores y lectores; cualquiera puede ubicar su creación en Xanadú pagando: el criterio económico está presente y el precio dependerá del medio utilizado y del espacio que ocupe.
Aunque el proyecto Xanadú nunca llegó a terminarse, pero Nelson ha demostrado que, con la aparición de la World Wide Web, su idea no era ninguna utopía. De hecho, actualmente sigue trabajando en ella. No se puede negar la influencia que de estas ideas han llegado en la evolución de los sistemas del hipertexto tal y como se conciben hoy día.
¿Un mundo para pocos?
Pese a ser una de las personas más prestigiosas del mundo de la tecnología, Larnier, un intelectual con aspecto de hippie, pero que nunca tomo drogas nos alerta del peligro de lo que ha ayudado a construir: "Evito las redes por la misma razón que evité las drogas: me parece que me pueden hacer mal”. Se que puede parecer difícil seguir su recomendación (hablo de las redes) pero mejor que desarrollemos una actitud activa al respeto y que comencemos a discutir, finalmente,. Si las contribuciones de las personas que generan valor económico deben ser remuneradas. Yo opino que si. Aunque la palabra será en última instancia de quienes se cuentan en la vereda opuesta.
Este artículo se publicó en la Revista NEO en el número de junio de 2020.
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4 añosMe ha encantado el enfoque y el tema Néstor Márquez. Gracias!