Re Mayor
Me encanta la música clásica. Es una parte importante de mi vida y seguramente me has visto compartiendo noticias sobre el tema, pero, ¿por qué es importante escuchar, cultivar y valorar este estilo musical? Aquí tengo varias cosas que contarte.
Tú eres la música que escuchas. Eres la suma de emociones, notas y escalas que tus oídos han ido sumando dentro de tu espíritu. Así como la lectura, el estudio o la práctica de un deporte, la música que escuchas te va dando forma.
Imagina vivir en una época donde no existan sistemas de grabación (vinilos, cds, mp3), mucho menos sistemas para amplificar audio o reproducirlo en formatos como streaming. Imagina una época donde la música es tan escasa, rara y única, que sólo la puedes escuchar en algún concierto en el templo o en salones dedicados al tema. Imagina una vida de silencio donde prestar oído a la música es un privilegio. Con sólo escuchar una canción, puedes olvidarte por instantes del entorno, de la peste, de las guerras, de las injusticias. Hoy tienes el gusto y el lujo de poder grabar y reproducir ad infinitum la música que te guste, donde y cuando quieras.
Durante casi 300 años, la música entre el siglo XVII y el siglo XX desarrolló un potencial fabuloso en complejidad en la composición, en la interpretación y ejecución en conjunto de las piezas maestras. Los temas fueron variando, primero religiosos, y después fueron mirando hacia afuera y adentro, un atardecer, las estaciones del año, los planetas en el cielo, las conquistas y entre esos géneros, la ópera se coronó como la magnífica forma que combina literatura, música y teatralidad. Hay una ópera para ti. Con una historia que te puede cautivar. Eran las telenovelas de la época.
Por ejemplo una trágica historia de amor entre una joven japonesa y un militar norteamericano en época de guerra (Madame Butterfly), una princesa etíope capturada y convertida en esclava en Egipto, un comandante militar que lucha por amor a ella y su lealtad al Faraón (Aida), un bufón jorobado en la Corte de Mantua en una historia de pasión, engaños y tragicomedia (Rigoletto), cuando el amor de tu vida muere de tuberculosis (La Traviata), una princesa china que rehúye al matrimonio pidiendo a los pretendientes, que respondan sus enigmas (Turandot). Si crees que la música clásica es aburrida o para “gente vieja”, mejor duda.
La música es un lugar de encuentro con uno, con un tiempo de ensayo, dedicación y estudio, por eso tan importante y loable que el Gobierno Autónomo Municipal de Cochabamba haya reflotado a la Orquesta Sinfónica Municipal. Sus conciertos llenos y aplausos por doquier, dan cuenta de la gran cantidad de público local que valora sus puestas en escena. Por favor, sigan adelante.
La música también ha sido motivo de vida para grandes personajes como Elizabeth Schwimmer, gestora del Bach Fest y mecenas de grandes artistas locales, también la obra el padre Piotr Nawrot que desempolvó las partituras de las reducciones misionales en la Chiquitania, un tesoro en América, que dieron pie a un Festival de clase mundial en la zona.
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Y claro, no podía dejar de mencionar a José Coca Loza, eximio cantante lírico cochabambino que está forjando una carrera sólida en Europa, ahora en escenario con grandes artistas en el Festival de Salzburgo.
Escuchar música clásica es alimentar el espíritu y entrenar el oído, tal vez uno de los grandes temas pendientes de hoy, escuchar para entender y no para responder, escuchar para disfrutar. En una cultura de música fast food, autotune y 3 notas, la música clásica será un alimento nutritivo para el alma.
Dale una oportunidad, curiosamente con los dibujos animados de antaño (Bugs Bunny o Tom & Jerry) que tienen capítulos fabulosos, incluso la famosa intro de El Chavo del 8 es la Marca Turca de Beethoven. Mi consejo, mira dos películas. Fantasía (1940) y Fantasía (2000) de Disney, obras maestras que combinan grandes obras de la música clásica con animación.
La música nos hermana, trasciende fronteras, es un lenguaje universal. Steven Spielberg acertó en “Encuentro Cercanos del Tercer Tipo” (1977). Nos comunicamos con otros tipos de vida fuera del planeta con notas musicales.
De hecho, en las sondas Voyager, viajan discos de oro hacia el espacio exterior, piezas musicales de Bach, Mozart, Beethoven o Stravinsky. Allá, a millones de kilómetros, la raza humana está mandando una nota en la botella, en el mar cósmico, escrita con el lenguaje universal de la música. Nunca es tarde para empezar a escucharla.
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