Reflexión Product Fest

Imaginad un vídeo con el siguiente guion:

En el vídeo aparece una chica, a quien llamaremos Ana. Ana es ciega. Hoy ha quedado para comer con su novio y han decidido que sea ella quien elija el sitio y haga la reserva. Tiene antojo de comida india, por lo que comienza a buscar en Internet con su ordenador.

Con ayuda de su lector de pantalla, visita blogs de reseñas de restaurantes para comparar y elegir uno. Finalmente, se decide por un restaurante y entra en su web para reservar una mesa. El restaurante es tan popular que le pide una preautorización con su tarjeta para garantizar la reserva, por lo que al final del proceso le aparece el conocido mensaje: "Tienes 7 minutos para autorizar la operación con la app de tu banco".

Ana abre la aplicación de su banco, se autentica y automáticamente le aparece la ventana de autorización. Pulsa el botón y completa la reserva. Luego, le envía los detalles de la hora y el lugar a su novio por WhatsApp y se prepara para salir.

Antes de salir, le pregunta a su asistente virtual si lloverá hoy. El asistente responde que sí, por lo que le toca elegir una chaqueta. Ana coge tres del armario y, con una aplicación en su móvil, les hace una foto para identificar los colores y recibir sugerencias de cuál combina mejor con su ropa.

Antes de salir de casa, introduce la dirección del restaurante en la app de mapas de su móvil y sigue las indicaciones de voz. Se dirige a la estación de metro más cercana, usando su bastón y siguiendo las líneas marcadas en el suelo, hasta llegar al metro.

En el metro, la megafonía anuncia cada estación, por lo que sabe cuándo debe bajar.

Llega a la estación correcta y sale a la calle. Se dirige al cruce más cercano y, usando su bastón, encuentra las líneas en el suelo. Con un mando que lleva en su bolso, activa el sonido del semáforo y cruza la calle de forma segura.

Sigue las instrucciones de su móvil hasta que escucha la conocida voz que dice: "Has llegado a tu destino, tu destino está a la derecha".

Entra al restaurante y, como ha llegado antes que su novio, aprovecha para escanear el código QR que hay en la mesa y leer el menú con la ayuda de su lector de pantalla.

Y el vídeo podría seguir...

Todo lo que he contado no es una utopía, es la vida real. Es el día a día de muchas personas con discapacidad, que utilizan los productos y servicios físicos, arquitectónicos y tecnológicos de los que disponen para realizar las mismas acciones que los demás.

Ahora os corresponde a vosotros, creadores de productos, decidir si queréis ser un obstáculo en este Customer Journey, ser la app bancaria cuyos botones no están etiquetados y no permiten autorizar una compra de forma accesible, ser la megafonía del metro apagada o ser el semáforo que no funciona porque está estropeado...

O, por el contrario, podéis ser cualquiera de esos 10 o 15 servicios que han permitido que Ana tenga una vida tan normal como la de cualquiera de los que estáis aquí.

Os lo dejo para reflexionar.