RELATO CIERTO DE UNA FICCIÓN
RELATO CIERTO DE UNA FICCIÓN (A propósito de los días de Carnaval). Autor: Alejandro Prado Jatar.
El capitán Joseph Remy Louis Lebeau recibió la orden del Almirantazgo y, con parquedad, el oficial la leyó a su tripulación:
—El dragaminas holandés, Abraham Crijnssen, debe zarpar de Surabaya y dirigirse a Australia, antes de que el enemigo llegue a nuestra base.
Su barco de 60 metros de largo, 45 tripulantes y tres cañones de mediano alcance jamás conseguiría defender ese puerto de Indonesia contra la poderosa armada japonesa. Ante tal desventaja, lo único que podía hacer Lebeau era evitar que el navío cayese en manos de los adversarios, escapando a otro país aliado, por lo que esa orden llegó “como anillo al dedo”.
¿Y de qué manera podía hacerlo?, si la aviación y los submarinos nipones dominaban todas las rutas hacia las aguas australianas. Navegar 2500 millas a través de miles de islas, sin ser visto por la fuerza aeronaval más moderna de los océanos Pacífico e Índico, resultaba improbable.
Es así como se inició la aventura, o más bien el milagro, del barco HNLMS Abraham Crijnssen.
Era obvio que, para salir con vida de la extensa travesía, la mejor opción debía enfocarse en navegar con total inadvertencia. Es decir, que ningún patrullero, avión o sumergible enemigo se diera cuenta del paso de tan prominente silueta militar.
Bajo esa premisa, un marinero sugirió:
—Nos pueden ver… y de hecho, nos van a ver, pero nosotros podemos confundirlos.
Y fue de esta manera que apareció la idea de disfrazar al barco de islote tropical, quizás inspirado porque durante esa semana se celebraba la fiesta de carnaval en el remoto Caribe Holandés.
La genial propuesta fue tomada por el capitán y secundada por sus oficiales subalternos, quienes al final, decidieron convertir el barco en una isla. Una descabellada idea que tal vez lograría despistar la lógica del poderoso enemigo. La fácil presa estaba pensando fuera de la caja e inventando una realidad ficticia para engañar al cazador.
En la medianoche del 6 de marzo de 1942, el dragaminas Abraham Crijnssen zarpó sin iluminación y con radio en silencio. Antes de la alborada del siguiente día de recorrido, anclaron en la primera isla deshabitada que hallaron.
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La mayor parte de la tripulación desembarcó en el lugar y cortaron numerosos arbustos con follaje exuberante. Luego, condujeron la cosecha hasta el barco para “envolver” su cubierta con vegetales frescos recién podados. Incluso, pintaron de verde los mástiles, grúas y cañones del navío.
Restaba una intriga por resolver. Al más puro y ancestral léxico marinero, (traducido del idioma holandés al castellano) quedaba abierta la siguiente pregunta:
—¿Cómo coño se iba a engañar al enemigo con una isla sospechosa que se mueve, dejando una estela sobre el mar?
Ante tal riesgo, Lebeau decidió fondear a su “islote de acero”, manteniéndolo anclado, muy próximo a la costa. Inmóvil durante el día, para solo hacerse al mar abierto durante la noche.
El itinerario tenía todo el sentido del mundo para el capitán. Mientras hubiese luz solar sería una isla más, en tanto que durante la noche intentaría cubrir la mayor distancia posible hasta conseguir otro sitio en donde guarecerse, disfrazado y cubierto con ramas frescas. Para los japoneses debía ser complicado advertir la “desaparición” o “aparición” de una isla de entre las casi 8.000 presentes e inhabitadas en dicha ruta hasta llegar a Australia.
De este modo, el HNLMS Abraham Crijnssen logró pasar desapercibido ante la vista de los pilotos nipones durante los ocho días de la peligrosa travesía, hasta alcanzar puerto seguro.
Al arribar a la base naval de Darwin, el capitán y la tripulación del dragaminas fueron recibidos por el alto mando militar. Entre ellos estaba, el propio almirante en jefe, John Gregory Crace.
Una vez reunidos todos en el comedor del buque, Grace preguntó a Lebeau: —¿Qué tan confiado estuvo usted sobre esa idea de disfrazar a su barco?
—Sabía que iba a funcionar desde el primer día que cosechamos las plantas —apuntó Lebeau.
En ese instante, el holandés mostró al comandante australiano una rosa insertada en un jarrón de agua, para luego agregar:
—Mezclada entre las primeras ramas apareció esta flor que ve aquí. Se supone que algo así es imposible de encontrar en un sitio tan salvaje, tropical y costero. Como usted podrá deducir, esta rosa fue testigo de un milagro adelantado.
Post data: El dragaminas HNLMS Abraham Crijnssen fue uno de los pocos navíos de la Armada Holandesa de las Indias Orientales que sobrevivió a la campaña bélica de los océanos Pacífico e Índico, durante la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, es un museo flotante en el puerto Den Helder, en los Países Bajos.
Researcher in Psychology of Entrepreneurship at University of Valencia
1 añoMe ha encantado!!! Qué maravilla de historia 😍👌🏽