Salud mental, la olvidada

Salud mental, la olvidada

Más de una persona se me ha acercado alguna vez con dudas respecto a salud mental, sea dónde puede atenderse, cómo conocer la naturaleza de su problema o qué diferencias existen entre las subespecialidades que hay. Y. más de una vez. me he sentido útil aliviando estas preocupaciones. No obstante, siempre me ha llamado la atención la poca difusión que existe de estos temas.

La salud mental en el país sigue siendo un campo postergado, nebuloso para la mayoría y con saldos por mejorar tan tangibles como la falta de especialistas (al 2018, existían 2.9 psiquiatras por cada 100,000 habitantes de acuerdo con el portal Enterarse) o tan etéreos como los prejuicios que aún flotan por nuestra sociedad.

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Para conocer la dramática realidad solo hace falta ver algunas cifras. De acuerdo con el informe El derecho a la salud mental publicado por la Defensoría del Pueblo, en el 2018 cerca del 15% de la población peruana tuvo algún problema relacionado con la salud mental. Asimismo, los estudios epidemiológicos del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado – Hideyo Noguchi desarrollados entre los años 2002 y 2010, indican que 8 de cada 10 personas necesitadas de atención psicológica no la recibieron de forma adecuada y oportuna. 

Mientras nos mantenemos a la espera (siempre de forma exigente, nunca pasiva) de medidas estatales que nos provean de un mejor panorama, podemos avanzar siendo nosotros mismos promotores permanentes del cuidado de la salud mental. Por supuesto, ello requiere un conocimiento mínimo de los conceptos relacionados; no obstante, nuestra meta debe ser proveer información que motive a las personas a ir con un especialista, no ser los especialistas. Al final los amigos dan consejos, no tratamientos.

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Partamos definiendo Psicología como la ciencia que estudia la conducta (las acciones, lo que uno “hace”, algo observable) y los procesos mentales (el aprendizaje, la concentración, las emociones, etc.). Esta disciplina ha desarrollado marcos acción para intervenir en las personas que presentan inconvenientes en esas áreas, las llamadas terapias. En este punto, se abren dos campos en función de las posibilidades de tratamiento, uno dedicado a la atención a través de fármacos y otro orientado a brindar técnicas y procesos científicamente validados para generar cambios permanentes en la forma de actuar o pensar de las personas.

Las alternativas terapéuticas específicas varían dependiendo del motivo de consulta que aqueje al interesado; sin embargo, esto no tiene por qué suponer un obstáculo en la toma de acción frente a un problema de salud mental. Bastará con solicitar una sesión diagnóstica con un psicólogo en un establecimiento de confianza para recibir la orientación adecuada y conocer cuál sería el camino a seguir ideal para cada uno. Un buen profesional sabrá abstraerse del caso de ser necesario, si la situación escapa a su campo de especialización. 

En este punto es fundamental resaltar el carácter de ciencia que tiene la Psicología, este es un campo de estudio que construye conocimiento sobre hechos comprobados y plantea hipótesis comprobables. Lamentablemente, la dinámica del mercado ha hecho que surjan “propuestas curativas”, muchas veces autodenominadas “alternativas”, de escasa fiabilidad. La difusión de estas propuestas frente a un consumidor-paciente desinformado ha propiciado su crecimiento exponencial, haciendo que hoy sea incluso complicado diferenciar una propuesta seria de una que no lo es.

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Como norma general, es recomendable desconfiar de tratamientos no prescritos por especialistas (psicólogos o psiquiatras) y de toda propuesta curativa que utilice palabras complejas solo para rodearse de un halo de credibilidad, palabras como “neuro-algo”, “ontología”, “metafísica”, “cuántico”, “constelaciones”, etc., suelen ser signos de alarma. La difusión de un campo de conocimiento, y más aún de un tratamiento, debe ser siempre claro, transparente, lean; buscamos apoyar al paciente, no confundirlo. En esa misma línea, un consejo que se puede aplicar es decantarse, en la medida de lo posible, por enfoques conductuales. Ya que suelen dar muy buenos resultados en poco tiempo y, por ello, son ampliamente recomendados en un gran número de casos.

Alguna vez escuché la historia de un importante gerente que decidió contratar un coach para lidiar con sus cuadros de pánico producto del estrés del trabajo. Cuando alguien le sugería que necesitaba otro tipo de especialista (o sea un psicólogo o psiquiatra) él respondía que “aquello era para casos peores que el suyo y que prefería no mostrar ese tipo de debilidades ante el directorio”. Sus cuadros de ansiedad nunca se fueron y en el afán de aparentar salubridad solo terminó por consolidar su verdadero talón de Aquiles, continuó acumulando padecimientos en un camino que lo llevó directo al burn out.

Al final, la falta de información es un pain transversal, cae en nosotros la responsabilidad de combatir el estigma que existe sobre la enfermedad mental. Aclarar que no es signo de debilidad, sino de humanidad, y dar licencia a todos en nuestro entorno para pedir ayuda si la necesitan.

*Las opiniones expresadas en este artículo son de carácter personal y no representan necesariamente los puntos de vista de las organizaciones con las que guardo algún tipo de relación.

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