Señores, Chatgpt me lo ha puesto tan facil que voy a acabar publicando un libro. Detectives por aburrimiento
Capítulo 1: El Club de los Aburridos
Neftalí tenía una teoría: el aburrimiento puede ser la fuerza más poderosa del universo. Si alguien dudaba de eso, sólo tenía que pasar una tarde en su barrio, un lugar donde lo más emocionante que sucedía era que el gato del vecino se subía al árbol y alguien lo bajaba con una escalera. Ahí, en ese mar de rutina, Neftalí y su pandilla se inventaron una ocupación: ser detectives. Detectives por aburrimiento, claro.
Todo empezó con una tarde cualquiera en el parque de siempre. Estaban todos: Neftalí, el cerebro del grupo y el que siempre tenía teorías descabelladas; Leo, el "manitas", quien podía construir cualquier cosa con cuatro palitos y un rollo de cinta; Carla, que tenía un don especial para meterse donde no la llamaban y salirse con la suya; y Sara, la más prudente de todos, aunque con una curiosidad que le hacía seguir a Neftalí a cualquier lado, a pesar de su mejor juicio.
—Esto es un asco —dijo Neftalí tumbado en el césped, mirando el cielo sin una nube—. No pasa nada interesante. Nunca.
—¿Quieres que inventemos una guerra? —Carla sonrió, mordiendo un chicle que parecía llevar siglos en su boca. Siempre estaba lista para cualquier locura.
—¡No! Pero podríamos, no sé… hacer algo que valga la pena. No quiero que llegue el lunes y lo más emocionante de contar sea cuántas hojas tiene el árbol del patio —respondió Neftalí, rodando los ojos.
Leo, que estaba desarmando una vieja radio con un destornillador oxidado, levantó la vista y dijo: —Podríamos ser detectives. Ya sabes, como Sherlock Holmes, pero en vez de Londres, aquí en el barrio. Seguro que hay cosas raras si miramos lo suficiente.
A Neftalí se le iluminó la cara. La idea sonaba tan absurda que podía funcionar.
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—Detectives por aburrimiento —dijo, con una sonrisa traviesa.
—¿Detectives de qué? —preguntó Sara, mirando a Neftalí como si se le hubiera ido la cabeza. Pero su curiosidad ya estaba picada, y todos lo sabían.
—De todo —respondía Neftalí—. De puertas que chirrían, de luces que se apagan solas, de tipos raros como el del 3B…
—¿El del 3B? —Carla alzó una ceja—. Ese tipo da mal rollo, siempre con las gafas de sol aunque sea de noche.
—Exacto. Cosas así. Quién sabe, igual descubrimos algo interesante… o nos metemos en líos. Y las dos cosas suenan bien para mí —dijo Neftalí, poniéndose de pie con energía renovada.
Leo se rascó la barbilla y asintió, ya imaginándose el logo que podría pintar en sus bicicletas para oficializar el club. Sara suspiró, sabiendo que la idea no iba a terminar bien, pero sintiendo esa emoción cosquilleante que acompaña el principio de una aventura. Carla simplemente se levantó y dio un golpe suave a Neftalí en el brazo.
—Vale, Sherlock, pero si acabamos en la comisaría, tú le explicas a mi madre.
Así fue como empezó todo. Cuatro amigos, un barrio donde aparentemente no pasaba nada, y una idea ridícula. Detectives por aburrimiento. Pero, como pronto descubrirían, el aburrimiento puede llevarte a lugares inesperados, y algunas veces, esos lugares están llenos de misterios que cambian todo lo que crees conocer.