Capítulo 2

Capítulo 2

Capítulo 2: El Primer Caso

La idea de ser detectives parecía genial... hasta que Neftalí y su pandilla se dieron cuenta de que el barrio no era precisamente Londres y ellos no eran Sherlock Holmes. No había asesinatos por resolver ni ladrones de joyas acechando en las sombras, sólo un vecindario donde la gente paseaba al perro y se quejaba del precio del pan. Pero eso no desanimó a Neftalí. Al contrario, lo motivó a mirar mejor, a buscar detalles que habían pasado desapercibidos.

Una tarde de septiembre, mientras se reunían en el parque, Carla llegó con una sonrisa que Neftalí reconoció al instante. Esa sonrisa traviesa de "he encontrado algo que nos va a meter en problemas". Todos estaban tirados en el césped, pensando en qué caso podrían inventarse para evitar otro día de aburrimiento absoluto.

—Chavales, creo que tenemos algo —dijo Carla, dejándose caer al lado de Leo—. El otro día estaba volviendo del instituto y vi algo raro en la tienda de antigüedades.

Leo dejó de juguetear con su navaja suiza y la mirada de Sara se iluminó con curiosidad.

—¿Qué viste? —preguntó Neftalí, levantándose de golpe, como si acabara de recibir un chute de energía.

—Vi a un tipo con un maletín entrando a la tienda. Parecía muy nervioso. Iba todo vestido de negro y miró a su alrededor como cinco veces antes de entrar. Y cuando salió, ya no tenía el maletín —Carla hizo una pausa dramática—. Y no era una de esas maletas pequeñas de trabajo, no, era una enorme. Como si llevase algo importante dentro.

—¿Y qué crees que era? —preguntó Sara, con los ojos bien abiertos.

—No tengo ni idea, pero ¿qué clase de persona entra en una tienda de antigüedades con un maletín gigante y sale sin él? Algo raro hay ahí —Carla sonrió, mordiéndose el labio—. Así que he pensado que deberíamos echar un vistazo.

Leo se echó a reír.

—Claro, porque nada dice "diversión" como meternos con tipos que podrían ser traficantes de arte robado o algo peor.

—Vamos, Leo, no seas gallina —dijo Neftalí, dándole un ligero empujón—. Seguro que sólo es un misterio cutre, pero al menos es algo que hacer.

Sara suspiró. Sabía que terminaría yendo, porque a pesar de todas sus reservas, la idea de investigar la tienda de antigüedades le parecía mucho mejor que otra tarde sin hacer nada.

—¿Y cuándo vamos? —preguntó, tratando de sonar como si no estuviera tan emocionada como los demás.

Carla miró a Neftalí y luego a Leo, con una sonrisa cada vez más amplia.

—Hoy mismo. Después de cenar. Nos encontramos frente a la tienda a las diez. Traed linternas y algo para taparnos la cara. No queremos que nos reconozcan si nos pillan.

—¿Taparnos la cara? ¿En serio? —Leo puso los ojos en blanco, pero Neftalí ya estaba demasiado metido en el plan para escuchar a nadie.

—¡Esto se va a poner épico! —gritó Neftalí, y el eco de su voz rebotó en los edificios vacíos que rodeaban el parque. Por un momento, todos sintieron que estaban a punto de hacer algo realmente emocionante.

El misterio del hombre del maletín se había convertido en su primer caso. Y aunque todavía no lo sabían, lo que les esperaba esa noche sería más complicado y peligroso de lo que jamás habrían imaginado.

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