Se complican las finanzas públicas en México en el arranque del año: ¿Semáforo en amarillo?
Los números de ingresos y gastos del Gobierno de México tuvieron un deterioro importante en el primer trimestre del año, con una caída significativa de la recaudación tributaria que se precipitó en marzo y un aumento incesante del costo del servicio de la deuda y el financiamiento, de la mano de las alzas en las tasas de interés en los mercados.
Preocupa a analistas la caída de los ingresos del Gobierno de México: en marzo tuvieron una estrepitosa caída que ha prendido alertas en el sentido de que la Secretaría de Hacienda no pueda cumplir con las metas de la Ley de Ingresos de la Federación 2023. En suma, que falte dinero y, con ello, se complique la situación política y económica hacia el cierre sexenal.
Para que no aumente el déficit, ya alto, es probable que haya que recortar más el gasto o recurrir a subejercicios, como, de hecho, ya se hizo en el primer trimestre. El problema es que el margen de maniobra se agota, o ya lo hizo.
Son cuatro años de la llamada “austeridad republicana”, de castigar el gasto y las capacidades del Estado, mientras se canalizan crecientes recursos a proyectos y programas preferentes del Ejecutivo Federal, como obras en el sureste sin visos de retorno de inversión, programas sociales sin un esquema de financiamiento sostenible y apoyos de miles de millones de dólares a Pemex, técnicamente en bancarrota, y la Comisión Federal de Electricidad, cuyos números se han deteriorado.
Como atenuante a esas preocupaciones, de manera preliminar, el Servicio de Administración Tributaria (SAT) informó que entre enero y abril los ingresos tributarios se ubicaron en 1 billón 598,756 millones de pesos, lo que representó un incremento anual de 2.4% en términos reales. Sin embargo, ese crecimiento es menor al de 4.6% en el mismo periodo del año pasado.
Menos entradas
Por lo pronto, conforme a lo registrado, los ingresos presupuestarios totales cayeron casi 19% anual en marzo, el mayor declive en 30 meses, y en ese mes las entradas tributarias observaron la mayor contracción en seis años, de más de 16 por ciento.
Asimismo, los recursos obtenidos de la actividad petrolera se derrumbaron casi 39%, también la peor reducción en dos años y medio, mientas que otras grandes petroleras del mundo tuvieron altas ganancias.
Según el Informe de Hacienda al primer trimestre, los ingresos presupuestarios totales de enero a marzo quedaron 5.5% abajo del mismo periodo de 2022: la peor caída desde el primer trimestre de 2018. Son 117 mil 486 millones de pesos menos a lo programado. Más que el presupuesto ejercido por la Secretaría de Educación Pública en el periodo.
En el primer trimestre, los ingresos petroleros cayeron 18.3% respecto al mismo periodo de 2022: casi 124 mil millones menos de lo programado. En tanto, la recaudación tributaria registró una contracción anual de 4.2%, inferior en 41 mil 282.7 millones de pesos respecto a lo trazado.
Menos crecimiento = menos recaudación
Una inquietud que subyace en esos números es que la caída en los ingresos, y máxime en la recaudación, puede indicar que la economía se está desacelerando. Finalmente, la tributación está vinculada con el desempeño económico: el IVA, ligado al consumo, bajó 18.5% anual en marzo; el ISR, vinculado a las ganancias de personas físicas y morales, se redujo 19.4 por ciento.
En el primer trimestre, la captación por IVA bajó 6.4% anual, mientras que en el ISR la reducción fue de 4.3 por ciento. El IEPS general (Impuesto Especial sobre Producción y Servicios) fue el único gravamen con crecimiento: 12.7% anual. El problema con éste es que, así como llega, puede irse en subsidios a las gasolinas.
Además, el ISR pone cerca de 55% de los ingresos tributarios y el IVA, 35 por ciento. Sumados: 90 por ciento. Los ingresos tributarios representan más de 60% de los ingresos presupuestarios; los petroleros, 15 por ciento.
La sorpresa fue que esto ocurrió al mismo tiempo que se registro un sólido crecimiento del PIB en el primer trimestre, de 1.1% respecto al último cuarto de 2022. No obstante, hay una desaceleración mensual. Aunque Hacienda dice que respecto al IVA hay que contar un aumento de las devoluciones, parece claro que el bajo crecimiento surte efecto.
Cabe recordar que mientras Hacienda mantiene su pronóstico de crecimiento de 3%, los pronósticos independientes promedian 1.6 por ciento. Para comparar, 2022 cerró con 3.1 por ciento. Es decir, México crece menos. Tuvo un buen arranque de año, pero hay síntomas de declive en el dinamismo y, hacia delante, la sombra de una probable recesión en Estados Unidos.
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Más costo financiero y “otros datos”
Por el lado del gasto, cada vez gravita más el costo financiero (intereses, comisiones y gastos de la deuda), por las alzas en tasas de interés. Lo que cuesta la deuda y el financiamiento del gobierno. En el primer trimestre, se destinaron más de 258 mil 296 millones de pesos para este rubro, 46% más que en el mismo periodo del año pasado. Son más de 14 mil millones de pesos más a lo aprobado para el año.
Como reacción usual en la actual administración federal de “tener otros datos”, voceros de Hacienda afirmaron que el programa económico 2023 está blindado, sin desviaciones ni en ingresos ni en gasto.
Han dicho que “al día de hoy no se prevén recortes al gasto, pero de haberlos se garantizaría que no hubiera afectaciones a los programas sociales, ni tampoco los relacionados con los proyectos de inversión estratégicos”, es decir, obras promovidas por el Ejecutivo Federal como el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, que destacan por aumentos de cuando menos del doble del costo prometido, y en ascenso.
El problema es que, en función de los ingresos del primer trimestre, las cuentas podrían no cuadrar. Analistas han señalado que “el presupuesto salió muy inflado por la parte de ingresos y gastos”, así que se requerirán ajustes. La alternativa sería más déficit y su financiación con deuda, la cual es parte del problema de la presión de que no alcancen los ingresos, por el aumento exorbitante del costo financiero. De algún lado tendría que salir “el blindaje” del que hablan en Hacienda.
Escenarios
En su espacio en El Financiero, el analista económico y político Macario Schettino ha resaltado que por primera vez, el costo financiero gubernamental superó 1 billón de pesos en los 12 meses que terminaron en marzo. También inéditamente, el gasto no presupuestario (como costo financiero, participaciones o pagos pendientes) pasó de 2 billones.
El costo financiero ha aumentado casi al 30% anual y, sólo con optimismo cerraría 2023 en 1.1 billones. Así, estima que el gasto no presupuestario llegaría a 2.3 billones.
Como señala Schettino, suponiendo que el gasto presupuestal no creciera en términos reales, el total llegaría a 8.5 billones de pesos. El problema es que los ingresos totales apenas rondarían 7 billones para fin de año [7.123 en el proyecto original]. La diferencia es un déficit de 1.5 billones. Ahí es donde puede pasarse del semáforo amarillo al rojo.
Considerando un PIB promedio del año de 31 billones (con crecimiento de 2% deflactado por 6% de inflación), este faltante se acercaría al 5%, contra 3.6% previsto inicialmente. Para imaginar el costo, consideremos que en 2022, el PIB sumó 1.41 billones de dólares.
No parece factible, a la luz de los ingresos del primer trimestre y con un escenario de menos dinamismo en adelante, la apuesta de Hacienda de que los ingresos tributarios alcancen 4.5 billones. Como tampoco lo es su pronóstico de crecimiento de 3 por ciento. Según Schettino, el acumulado de 12 meses a marzo los ubica en 3.8 billones, y de ellos, 3.5 billones provienen de IVA e ISR, que, como vimos, en marzo sufrieron una gran caída. Así, con suerte, al cierre anual los ingresos estarán en esos niveles.
La conclusión: se acumulan las sombras sobre la situación financiera del Gobierno en la ruta al cierre de sexenio. Hay muchas cosas que pueden complicar este balance precario: recesión en Estados Unidos, la política nacional, que las tasas sigan altas por mucho tiempo o los diferendos en el marco del TMEC.
La vuelta del fantasma de crisis sexenal que no se ha visto desde 1994 podría ya no ser un escenario inverosímil. Para reducir el riesgo, se requeriría generar confianza.
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