Se mueve la tierra y nos movemos nosotros: de terremotos y oportunidades.
Como estamos pudiendo comprobar los últimos días a raíz del terremoto ocurrido entre Turquía y Siria, la vida se abre paso ante el desastre total. Bebés y niñ@s siendo rescatos vivos de las ruinas más devastadoras, historias que los medios de comunicación explotan con imágenes en bucle para hacernos partícipes de las sobrecogedoras historias. La naturaleza llega para darnos siempre un baño de realidad ante nuestras creencias de absolutos, arrasa casi todo a su paso. Porque siempre hay algo que persiste, que lucha por sobrevivir. La capacidad de sobreponerse, de generar oportunidades en medio de la destrucción más absoluta. La movilización de cientos de miles de personas en pocas horas para contribuir a la supervivencia, y a los cuidados.
Aunque en este escenario no vayan a dejar de repetirse campañas interesadas, personas, empresas y agentes que pretender sacar réditos del desastre, es mucho más fuerte lo bueno. La capacidad de resistir y sobreponerse, la resiliencia colectiva.
Y así con todo, el potencial humano se demuestra en las crisis cómo inexplorable y no deja de sorprendernos. Ensimismados en otras crisis diarias a veces no somos conscientes de las capacidades que todavía no hemos explorado. Las posibilidades no sólo de sobrevivir, sinó de alcanzar mejores condiciones de vida.
Ojalá después de esta sacudida de la tierra, las metáforas que nos contemos sirvan también, para pensar en alternativas a los movimientos sísmicos que sentimos en nuestras esferas de trabajo y de vida.
Como decía Hannah Arendt:
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“En mi opinión, en efecto, el mal no es nunca “radical”, sólo es extremo, y no posee ni profundidad ni ninguna dimensión demoníaca. Puede crecer desordenadamente y arrasar al mundo entero precisamente porque se extiende como un hongo en la superficie. “Desafía al pensamiento”, según dije, porque el pensamiento intenta alcanzar alguna profundidad, ir a la raíz, y en el momento en que se ocupa del mal, se ve frustrado porque allí no hay nada. Ésta es su “banalidad”. Sólo el bien tiene profundidad y puede ser radical”.”
Quédemonos con eso. Sólo el bien puede ser radical.