¿SEGUIMOS LUCHANDO POR NUESTRA INDEPENDENCIA?

¿SEGUIMOS LUCHANDO POR NUESTRA INDEPENDENCIA?

Pareciera una renovada “tortura mental”, la que sienten algunos argentinos cuando se aproxima la semana de la Independencia.

Sumergiéndonos en el pasado recordamos el Congreso de Tucumán y esa famosa frase que resonó en la boca de uno de nuestros más ilustres próceres: “el antiguo amo o ningún amo”

Y hablamos del espíritu de lucha de esos patriotas que sacrificaban sus ganancias personales, abandonaban sus redituables negocios o una vida pacífica en la que disfrutaban de sus posesiones, para entregarse a la lucha por la independencia de ésta tierra de una metrópoli europea; por entonces la decadente España.

Nos llenamos de orgullo de esa ruptura política aún desconociendo los enormes empréstitos que solicitamos más tarde a Inglaterra entre otros países, para financiar nuestra epopeya patria.

De esa manera, entonando nuestras marchas patriotas, decorando nuestras vestimentas con una visible escarapela, nos sentimos orgullosos de haber roto las cadenas de nuestra dependencia.

Y en ese mismo momento, emergen en muchos, ese fantasma caótico, casi ingobernable de la comparación con la actualidad.

La odiosa e irreligiosa comparación entre pasado y presente. La ruptura de nuestros moldes tradicionales de obediencia y abnegación, de acatamiento sin reflexión.

Porque ese fantasma tiene la cara de la dependencia, el vestido de la transnacionalización y de la lucha contra la entrega.

¿Y qué ocurrió con ese sentimiento de orgullo patriota, de nacionalidad construida a los ponchazos? Sencillamente, tiende a sucumbir cuando esta aparición nos gana haciéndonos poner los pies sobre la tierra y tomar conciencia de nuestras profundas debilidades como nación.

Porque esa independencia que conquistaron nuestros próceres, se perdió en el transcurrir del tiempo, por errores propios y ajenos, por culpa de los “cipayos” y entregadores al decir de Jauretche y del imperialismo dominador.

Este sentimiento irreverente a los ojos de muchos, permanece oculto, casi tapado por la vergüenza que puede denotar a los extraños una autocrítica que desvalorice “nuestra concepción argentina de las cosas”. Una forzosa toma de conciencia de que es necesario cambiar bastantes cosas en nuestro país.

La Argentina de hoy, llegado el 9 de Julio, simplemente recuerda o conmemora, pero no reflexiona ¿cuándo se perdió nuestra independencia?.

Porque la soberanía política dictada por las urnas, y cuyo mandato casi tiránico nos lleva de un lado a otro en la búsqueda de la legitimación del encargo popular, se encuentra agotando su verdadero espíritu existencial, que no es otro que el de trasmitir las preocupaciones, necesidades y prioridades del pueblo.

La desconfianza corroe los cimientos de la gobernabilidad y el reciclaje político de quienes buscar sobrevivir con esta profesión venida a menos, no contribuye en nada a ganar el alma de los ciudadanos.

La independencia económica se perdió en las amarillas hojas del calendario y es parte de nuestra historia y actualidad, gracias a las vacilaciones de unos, la entrega de otros y la ausencia de un espacio importante de participación pública.

Muchos dirán y de hecho lo hacen: “somos independientes porque elegimos libremente a nuestros gobernantes” y casi automáticamente adoptan una postura inducida desde los grandes sectores de poder que utilizan, alquilan o compran los medios de comunicación social para moldear una sociedad y opinión pública de acuerdo a sus necesidades y donde la desocupación es la vara disciplinadora que se esgrime ante los que osan luchar por una mejor forma de vida.

“El antiguo amo o ningún otro amo”. La península ibérica fue reemplazada en su rol expoliador por Inglaterra, más tarde por Estados Unidos y ahora por el FMI, o los Fondos Buitres que aún subsisten, todos ellos instrumentos de los grandes grupos económicos multinacionales. Sabemos la historia de nuestro país, pero debemos preguntarnos ¿Cuál es su futuro?

Una sola vez no tuvimos una deuda externa que nos agobie, pero los intereses del exterior nos manejaron a su antojo para que esa parte de nuestra historia sea olvidada primero y luego bastardeada por quienes dijeron ser los continuadores de una maravillosa tarea independentista y dónde la libertad sea una bandera.

Y hoy, cuando estamos a punto de festejar un próximo aniversario de la Independencia Argentina, el fantasma de la reflexión y de la autocrítica, emerge nuevamente cabalgando sobre la cruel realidad de la desocupación que aumenta y una miseria que vuelve a brotar como la soja en los grandes latifundios

Ya no están los congresistas de 1816 con sueños de prosperidad y patria libre. No están aquellos que abandonan todo por los demás. Se fueron con sus ideas, proyectos y sueños de grandeza.

Fueron muertos por el olvido, indiferencia, insensibilidad y él desquicio hacia la cosa pública a la que siempre “hay que achicar” para paliar “su déficit”.

Por eso todavía me pregunto al acercarnos a ésta fecha: ¿Seguimos luchando por nuestra independencia?.

San Nicolás, 8 de Julio del 2018.

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