Seguro que es posible un modelo agrícola almeriense aún más sostenible

En pleno recrudecimiento de la preocupación global por el cambio climático, en los prolegómenos de la cuarta cumbre del clima (COP 24) que se celebra en la ciudad polaca de Katowice, la agricultura almeriense tiene por delante un escenario en el que convergen las imprecisa inquietud social sobre la producción hortofrutícola intensiva y la expectativa de medidas ambientales a nivel europeo cada vez más severas para combatir el calentamiento global, que podrían terminar afectándole.    

 Aunque Naciones Unidas ha reconocido de forma explícita y clara que el modelo agrícola que se utiliza en Almería es uno de los más sostenibles del planeta, no es menos cierto que esta consideración no soluciona ni las alarmantes lagunas en la percepción social sobre la sostenibilidad de la producción hortofrutícola almeriense ni, mucho menos, pondría a salvo a empresas y agricultores de políticas drásticas sobre la emisión de CO2 vinculado al transporte por carretera. 

O sobre la utilización de plástico en los envases de las hortalizas que esperan recibir los mercados. Estas dos cuestiones son solo dos ejemplos. Pero, hay más ámbitos del modelo sensibles a políticas esperables de la Comisión Europea, como es el agua y la nitrificación del suelo. El hecho de ser esta una agricultura claramente más sostenible que otras no garantiza que ciertas políticas ambientales pudieran ejercer una influencia adversa en Almería o la costa granadina en términos de competitividad.  

Nuestros invernaderos obtienen la mayor productividad con la menor cantidad de agua y de disponibilidad de suelo de toda Europa. A penas consumen energía para contar con la luz y el calor necesarios y han convertido la lucha integrada, cuando no la producción ecológica, como seña de identidad.

A pesar de todo, en el sector productivo, la biotecnología y la industria auxiliar existe el convencimiento de que es preciso librar una batalla para convertir esta agricultura en un modelo cuya cadena de valor sea casi perfecto en términos ambientales. 

¿Imposible? Nadie lo sabe. ¿Difícil? Seguramente, sí. Pero investigadores, empresarios y cada vez más agricultores están convencidos de que sí se pude.