Ser millenial o cómo reinventarse a los cuarenta
Pueden parecer susceptibles, malcriados, egocéntricos, insatisfechos, aprensivos y desafiantes. Pueden parecerlo o pueden serlo. Hay una sociedad que los sostiene o los empuja a demarcar un perímetro y mirar desde allí, desde otra perspectiva, buscando el ángulo, la complacencia, la crítica, la esperanza. Ellos son los millenials, que desplazan a la generación X dentro de ese sistema de pertenencia demográfica.
Técnicamente, los millenials son aquellos que nacieron entre 1981 y 1999. Aunque sociológica y cronológicamente hay discrepancias al respecto, pues supone un rango muy amplio. Podemos hablar entonces de una primera y una segunda ola. Son los huéspedes del nuevo milenio, arrastrados por la fiebre digital, la otra revolución artística, la paradoja y el descalabro económico y político. Es la generación de la prosperidad académica, la nueva felicidad, la hiperconexión, la recesión y el minimalismo. Son aquellos que libran su propia batalla ideológica, poniendo en jaque algunos conceptos preestablecidos: matrimonio, educación, éxito y trabajo. En esa batalla, se enfrentan a los cómplices del pasado y a los anónimos del futuro. Son los rockers, los hipsters, los indies, los geeks, los de ahora y los de hace dos décadas.
Crecieron y maduraron (a medias) con Los Simpsons, Twin Peaks, Friends, Los Sopranos, South Park, Sex and the City y Melrose Place. Ahora se retroalimentan con Master of None, Sense8, Love, Orphan Black, Girls, La casa de papel, Black Mirror y Games of Thrones. Y en su playlist caben: The Cranberries, Alanis Morissette, Coldplay, Linkin Park, Calvin Harris, Taylor Swift, Demi Lovato, Daft Punk, Lorde, Zayn Malik, Rosalía y Ed Sheeran, entre otros tantos.
Pasado y presente conviven de una forma orgánica y ecléctica. Elemental para no extinguir la especie.
La creatividad como mecanismo de defensa
Criados y educados a merced de la multiplicidad informática y de las redes sociales, los millenials han visto en estas plataformas y tendencias un espacio en donde promover su creatividad. Porque eso dicen, que los millenials son potencialmente creativos. Más allá de los patrones de comportamiento y de los perfiles antropológicos, lo cierto es que los millenials (o generación Y) comenzaron a introducirse en la población económicamente activa como emprendedores, gestores y freelancers.
Sus proyectos tienen que ver con las nuevas reglas de la tecnología, a la que entienden y a la que se adaptan como un acto biológico. Hay un estándar disruptivo en la generación millenial que no todos perciben. Desde su ámbito laboral, pretenden darle una vuelta de tuerca al sistema y a la cultura organizacional, proponer un ítem para el cambio, sentir que con su aporte están promoviendo la diferencia, dando el salto, transfigurando el lenguaje y la metodología. Pero en un mercado en constante movilización, acomodarse al temblor creativo es una tarea de valientes. Y los millenials se asumen como tales. Adoptan riesgos, y sobre la creatividad han edificado sus fortalezas, dejando en evidencia también sus debilidades. De este modo, la creatividad se ha convertido en un mecanismo de defensa y supervivencia.
Comunicación instantánea y visión positiva
Los millenials administran su tiempo a través de la comunicación permanente porque comprenden que estar interconectados es una forma de resistir. Y la forma de resistir es readaptar los modelos operativos profesionales, algunos espacios hegemónicos de poder que se han perpetuado a través del tiempo como mero orden cultural.
Muchos estudios antropológicos y sociológicos advierten que la generación millenial es naturalmente positiva. Tarea ardua, por cierto. Han heredado la presión de una generación pesimista y dramática (la de los padres), con una conciencia menos flexible ante algunas inexorables variaciones cíclicas. La comunicación es instantánea y efímera, aunque los millenials, instintivamente, tengan el foco puesto en el futuro, un futuro que conciben como una prolongación de su mirada positiva aunque incierta.
No sé si hay crisis. Ya no recuerdo si la tuve a los veinte o a los treinta, cuando todavía me estaba configurando como esta criatura posmoderna. Lo concreto es que al escribir este artículo comprendí que todo se trata de resignificar algunos criterios sobre la cultura, que ser creativo nos salva de una rutina transferida como un paradigma. La reinvención es la primera regla del juego, más allá de la línea cronológica.
También se puede ser un poco millenial a los cuarenta.