¿Si el sueño de la razón produce monstruos, la hiperdemocracia crea excesos?
El mes pasado, enero de 2020, Pierre Rosanvallon publicaba su último libro "Le siècle du populisme" (Ed. "Les livres du nouveau monde", aún no disponible en versión española) en el que trata de los excesos que, en su opinión, pueden producirse en el deseo de utilizar la democracia y la consulta permanente de modo extremo. Plantea de manera sintética un análisis que me ha resultado revelador por la sencillez y rotundidad: el hecho de que todo referéndum presenta al menos cuatro ángulos muertos.
- En primer lugar, se diluye la idea de responsabilidad política, tanto respecto de los convocantes que se inhiben de las posibles consecuencias incontroladas, como sobre la aplicación práctica de la decisión que se hurta por lo general de la propia consulta.
- En segundo lugar, mezcla dos conceptos distintos: la decisión, limitada a unos efectos inmediatos, y la voluntad política proyectada en la gestión futura por los Gobiernos.
- En tercer lugar, margina la deliberación democrática, absorbida por la propaganda.
- Y en finalmente, sacraliza el principio del deseo mayoritario hasta el punto de convertir una decisión concreta (una sola vez, un único momento) en irreversible.
Siendo sinceros, a menudo hemos hablamos del populismo desde sus ángulos, sin llegar abordarlo de manera profundo, sin llegar a la raíz. Hablamos de las causas de su nacimiento, de sus peligros o, como un paso más, de la supuesta sociología común de sus votantes. Pero poco hemos hablado del claro magnetismo (no hay más que ver su éxito incuestionable) de una ideología que se presenta coherente y ofrece una visión poderosa y atractiva de la democracia, de la sociedad y de la economía en tiempos de liquidez postmoderna. Titulares sencillos, burdos si se quiere, pero contundentes. Si expresa enojo y resentimiento, su pretendido justo enojo radica en el hecho de que se presenta como la solución a los trastornos y desequilibrios injustos del presente.
Sobre ello, el profesor argumenta que el populismo es ante todo una dinámica de recuperación, más o menos fantasiosa, del poder hacia unas élites supuestamente corrompidas por parte de un pueblo supuestamente virtuoso. Dicho así, es evidente que parten de un supuesto frágil y de aparentemente sencillo desmontaje, pero la triste realidad es que los medios de comunicación y las redes sociales, auténticos foros creadores de la opinión política, no son ámbitos para el análisis profundo.
La democratización de los problemas complejos necesariamente obliga a la simplificación. Y en ese campo de batalla solo funcionan los titulares y como mucho, el extracto de contraportada. Nadie lee la novela. O al menos en el número que resultaría necesario para opinar con criterio.