Siempre hay un paso hacia el otro lado
He encontrado en este tiempo sin empleo (que no sin trabajo, que tengo para dar y tomar al tener que ocuparme de la casa y de dos traviesos mellizos) en dar largos paseos no sólo una manera de desconectar, sino últimamente de conectar con otras cosas.
Se me ocurrió traspasar el límite de mis anteriores paseos cruzando por debajo de la estación de Cercanías de Mirasierra y adentrarme en el Barrio de Montecarmelo, que conocía un poco por haber ido a preguntar por cursos de alemán a una academia de la zona. El caso es que crucé las calles de ese barrio con una pequeña curiosidad de descubrirlo y casi sin darme cuenta llegué a una explanada donde un montón de gente andaba, corría, montaba en bicicleta. Se trataba del anillo ciclista que pasa por Montecarmelo. Era como un hormiguero de gente que iba y venía, así que en un instante determinado decidí ser una hormiga más.
Al comenzar a andar vi que a mi izquierda acababa Madrid, se veía la vía del tren y la M-40 como límites de la capital. Al otro lado de la autopista ya sólo campo, caminos y alguna persona transitando por ellos. Me dije que si había personas por allí, forzosamente tenía que haber un paso, y me puse como reto encontrarlo. Retos aparte, me quedé mirando la Sierra del Guadarrama que se ve al fondo; la montaña tuvo el poder de hacerme detener a admirar su belleza anulando todos mis pensamientos hacia pasado y futuro. Su gran poder fue hacerme estar con los cinco sentidos en el presente, olvidando todo lo demás, su gran poder fue llenarme de alegría por dentro y sacarme una gran sonrisa.
Tras este momento continué mi camino sintiendo curiosidad acerca de donde podría llevarme, cosa que averigüé enseguida puesto que tras un kilómetro y algo más o menos el camino terminaba junto a un puente que cruzaba una carretera. Subí a este puente pese al tráfico ciclista para, desde esta nueva perspectiva tomar la decisión de no continuar ya que al otro lado sólo se encuentra un estrecho carril bici que va entre altos muros y francamente no es sitio para un peatón, hay un serio riesgo de que te atropellen. El subirme a este puente me dio una nueva perspectiva y en base a esto tomé la mejor decisión. Me di cuenta de que en la vida esta también es la clave, saber encontrar ese puente al que subirse para tener una nueva perspectiva y tomar la mejor decisión.
Al día siguiente volví para conseguir superar el reto que me había propuesto, encontrar un paso al campo que había tras la autopista, así que al volver me salí del camino principal comenzando a explorar caminos secundarios por los que no había ido el día anterior. Llego a un primer túnel, no me sirve, sólo cruza por debajo de las vías férreas así que continuo por un camino de grava que sube y baja. Llego a un segundo túnel, este es más largo...
¡Sí! ¡Es este! Cruza hasta el otro lado, le pregunto a un paseante con el que me encuentro y me indica que hay un camino que te lleva a el pueblo de El Pardo y otro hasta la valla del Monte de El Pardo. Tras cruzar me entra una risa infantil, vuelvo a tener ocho años, soy simplemente un niño alegre y curioso que ha encontrado un paso secreto hacia un mundo mágico. Al volver a ser un niño desaparecen en ese momento todas las preocupaciones, sólo oigo el sonido de la gravilla del camino bajo mis pies, el trino de los pájaros, huelo el perfume de las flores, siento el ligero viento en mi cara. Conecto con la naturaleza y con mi yo niño superando el reto que me había propuesto.
Igual que conseguí cruzar al otro lado en este paseo, esa determinación de encontrar el paso, ese creer que es posible antes de que lo sea en la realidad es la clave para encontrar la solución a otras situaciones vitales. Ahora sé que del desempleo encontraré "el paso, el túnel secreto" que me llevará al empleo y que me llevará hacia mis sueños. Siempre hay un paso hacia el otro lado.