SIN MEMORIA

Sobra repetir la máxima conocida “el que no aprende de su historia …” por lo que solo la enuncio. Sin embargo y repasando los hechos, comparto en estas líneas los eventos que hemos protagonizado en la historia colombiana y que revela no solo la cruel ingratitud humana, también los riesgos que se visualizan para nuestro futuro y el de los nuestros.

Comencemos por recordar esta frase “Colombianos, las armas os dado la independencia, pero solo las leyes os darán la libertad”. El hombre de las leyes, así recordamos a Santander quien al hacer su testamento dejó una máxima de aún más alto impacto “Ojalá hubiera querido a Dios tanto como quise a mi patria”. La patria le pagó con ataques, atentados, calumnias y lo más grave de todo en los años subsiguientes con varios tsunamis de leyes, algunas descaradamente sesgadas, que no se cumplen y para colmo de males, desde las altas cortes convirtiendo en mercancía negociable sus fallos, además negándose a reformas en medio de su irrelevancia por los índices de impunidad, de los más vergonzosamente altos del mundo.

Podemos seguir con otros ejemplos: Bolívar muriendo abandonado, vilipendiado y solo en la Quinta de San Pedro Alejandrino. Pasemos al siglo pasado, recordando primero a Marco Fidel Suárez, de origen humilde, quien dijo sabiamente “El suelo de Colombia es estéril para la simiente de la arbitrariedad”; gobernó con el peso de la post guerra desde el 7 de agosto de 1918, fundó Scadta (Avianca) e intentó avances sociales que derivaron a ser vilipendiado por su propio partido por ser “hijo de una lavandera”; terminó renunciando y humillado en 1921.

Recordemos también a quien introdujo a Colombia en la modernidad y gestionó exitosamente grandes reformas laborales y sociales, Alfonso López Pumarejo: la dirigencia política y empresarial le cobró su visión hacia la justicia social con intentos de golpes de estado y le obligó a renunciar por el proceder de su propio partido “la desatención de las directivas liberales a la solución de los problemas nacionales”.

Ahora que el gobierno enfrenta la pandemia y sus consecuencias, se nos olvida lo que esta patria le debe a Belisario Betancur quien enfrentó la Toma del Palacio de Justicia, la Erupción del Volcán Nevado del Ruiz, el Paro Cívico Nacional, el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, la creación del MAS (Movimiento Muerte a Secuestradores) al que se vincularon varios miembros de la fuerza pública, renunció al Mundial de Futbol de 1986 negándose a ceder a las presiones de la Fifa y quien además tuvo la osadía de promover el proceso de paz con las Farc, el EPL, el M19, el ELN y la Autodefensa Obrera; logró la firma del Acuerdo de la Uribe con las Farc, al que adhirieron la Autodefensa Obrera y parte del ELN. Los incumplimientos reiterados del acuerdo y los asesinatos selectivos y generalizados a los miembros de la UP y las aviesas intenciones de las FARC llevaron al fracaso del proceso.

La firma de la paz con las FARC finalmente fue posible en el gobierno Santos por el debilitamiento de su fortaleza narco terrorista durante los gobiernos del presidente Uribe. El diseño del proceso culminó en una paz imperfecta, por supuesto ahorrando miles de vidas y recuperando vastos sectores del país, pero con una debilidad sustancial: el Estado, ausente por años en muchas regiones, nunca copó efectivamente los territorios que antes manejaban las Farc y fueron tomados rápidamente por las bandas criminales, incluyendo las disidencias y el ELN, todos fortalecidos por el narcotráfico, la minería ilegal y la protección del régimen criminal de Venezuela; me enteré recientemente además por uno de los testigos de excepción del proceso algo aún peor, el Presidente Santos deliberadamente se negó a cumplir el proceso de reincorporación socio económico con una frase lapidaria, "no voy a apoyar la oposición".

Esta irresponsabilidad en la implementación del proceso ha dejado sin opciones productivas a 13.600 desmovilizados y sus familias, impulsa la creación de bandas para vincular a los abandonados por el proceso, carentes de ingresos alternativos; también ha permitido asesinatos selectivos de líderes regionales e indígenas, defensores de los derechos humanos y ambientalistas, que se suman a la mucho más mezquina e irresponsable politización de la justicia y la irrelevancia de la JEP.

Lo que hoy sucede con el expresidente Uribe: revelaciones selectivas de indicios en su contra, falsos testigos y la memoria “borrosa” de la Corte que, teniendo pruebas claras de las acciones de los colaboradores de la guerrilla en el congreso incentivando a testigos para incriminar a Uribe y su abogado, diseñaron con toda perversidad el cálculo jurídico de convertir al denunciante de esos actos criminales en preso.

Una muestra más de las infamias que esta patria ha protagonizado contra sus líderes más destacados que esconde un riesgo enorme: la división de egos de los aspirantes a la presidencia que haría posible el ascenso del ególatra y narciso que padecimos en Bogotá. Incentivan con arrogancia el caos y rompen con la institucionalidad como acaba de ocurrir también en Medellín.

La mezquindad en la implementación del proceso de paz ha derivado a estos ejemplos infames de la “combinación de todas las formas de lucha” que contribuyeron tan eficazmente al fracaso de los procesos de paz que inició el gobierno de Belisario y amarran hoy a quien los ha enfrentado desde la legalidad y la dignidad de su honesto ejemplo.

Falta por supuesto una “cereza” para el “pastel” que fabrican estos personajes, responsabilizar al presidente Duque de la pandemia y de las fallas en la implementación del proceso de paz tan irresponsablemente planeado y peor ejecutado en el anterior gobierno. 

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