Soñar en digital
Es muy raro soñar con cosas que pasan en el mundo digital. Si ya estar navegando de un lado a otro del mundo en segundos, tirándonos de mortal en slow motion a una pileta en Bondi beach, comiendo una hamburguesa en Shake Shack, celebrando un cumpleaños de alguien que sostiene sus cifras en globos metálicos y va y viene en un loop incesante o recorriendo boliches con música al palo y gente bailándonos con el ceño fruncido y un cigarrillo en la mano es algo que va más allá de nuestra realidad tangible; es realmente singular que eso suceda estando en otro mundo fantástico. Es como soñar que estamos soñando. Pero claro, es más que lógico que pase. Si cada 45 minutos de nuestra vida buscamos el refresh, el f5, los trailers de las vidas de los demás. Esa hermosa contradicción de estar compitiendo por quién vive cosas más únicas mientras todos hacemos lo mismo. Obvio que queremos compartirlo con los que nos importan. Obvio que eso nos acerca a los demás y sentimos que estamos compartiendo su vida.
Hace unas semanas fui a Argentina y la mayoría de las cosas que contaba, mis amigos ya las habían visto en Instagram. Tenía para contar no tanto lo que había vivido, sino cómo lo vivía, la reflexión detrás de eso. Pero para reflexionar hace falta tiempo. Y generalmente cuando nos sobra tiempo, lo primero que pensamos es cómo matarlo. Y ahi vienen otra vez: las historias. Vemos atardeceres en Punta del Este, vemos alas de aviones que sobrevuelan los Andes que nos separan de los televisores baratos y de las bolsas amarillas que nos invitan a tener siempre 21, vemos abuelas contando cosas, vemos gente llamando a perritos que no dan bola, y sobre todo eso vemos sobreimpresiones que nos recuerdan que día es, dónde estamos y qué temperatura hace.
Quizás estamos llegando a una era tan real time en la que las historias ya no se cuentan, ni se elaboran ni se piensan: se transmiten. Es un avance inmenso y las posibilidades son infinitas. Pero en algún momento puede que esa realidad transmitida deje de entretenernos y esa competencia de bufones y bon-vivants nos lleve a una mediocridad en la que jamás podamos darnos cuenta de que somos sus actores, sus productores y sus espectadores.
Históricamente al consumismo se lo relacionaba con el materialismo. Pero creo que hoy tiene bastante que ver con vivir consumiendo las vidas ajenas.
Antes las historias significaban hazañas, aventuras, sucesos o anécdotas memorables. Hoy cuando hablamos de historias, son tan memorables como los 15 segundos que duran y las 24 horas en las que desaparecerán.
Creo que acabo de crear una historia.
Puede que esté soñando.
Por las dudas voy a Instagram.