Soberbias y utopías
El brexit fue, en su momento, la mayor victoria conseguida por el euroescepticismo desde el nacimiento de la Unión. Hubo otras, sí, pero no fueron tan notorias (ni tan problemáticas). Es complicado no reconocer que quienes aseguraron a los británicos un futuro fuera de la UE ganaron: ya no son parte de los (ahora) 27. Objetivo conseguido. Pero a partir de ahí todo es una cuesta abajo de la que la Unión Europea ya se está cansando. Y es que el brexit ya nació como una mezcla de soberbia y de utopía. Hablando mal y pronto: todo lo que Farage y compañía prometieron, con el beneplácito primero de Cameron, luego de May y ahora de un euroescéptico convencido como Boris Johnson, era y es mentira.
El Reino Unido siempre fue considerada la oveja negra de la UE. ¿Habría sido posible un acuerdo por los fondos de recuperación poscovid con Londres dentro de la ecuación? No. Así de rotundo. Pero a pesar de esto es complicado saber por qué los tories han vuelto a coger el camino de la tensión. Una polémica ley que vulnera por un lado el acuerdo de salida y por otro los Acuerdos del Viernes Santo -por los que no puede haber una frontera física entre las dos Irlandas- ha vuelto a encender la mecha en una negociación ya de por sí muy compleja. Puro afán de protagonismo de Johnson y los suyos.
Y es que la política británica, de una forma u otra, es eso. Quieren estar en la diana, aunque ni siquiera saquen rédito de ello. ¿Por qué? A Johnson ya le castigan las encuestas, un poco por la gestión de la pandemia, otro poco por los tumbos en lo que al brexit se refiere. La estridencia, parece, cada vez gusta menos entre una población que poco a poco se está dando cuenta del engaño. El apoyo al brexit comenzó a caer casi desde el primer momento en el que se puso en marcha y la venda que pusieron unos pocos en los ojos de muchos está comenzando a desatarse.
Entra en juego, además, la figura de Keir Starmer. Al nuevo líder laborista le están yendo bien las cosas. Recorta distancias con los conservadores en los sondeos y da la sensación de ser bien visto por buena parte de los votantes. Quizás porque tiene más carisma que un Jeremy Corbyn que acabó completamente apagado. Pero no nos equivoquemos. Los errores respecto al brexit siguen siendo los mismos: la equidistancia. Y en una asunto tan relevante, ser equidistante equivale cavar la propia tumba política.
Tampoco se puede olvidar el factor utópico. "La vida será mejor fuera de la Unión". Más dinero, más libertad, más soberanía. Adivinad: mentira. Fuera de la UE, mal que les pese a muchos, hay entre poco y nada. Y en ese sentido Bruselas tiene más que ganar que Londres. Como me dijo alguien que sabe mucho, nadie quiere ser el culpable del "no acuerdo", pero Michel Barnier se está cansando de tanto tumbo. Boris Johnson y los suyos quieren vivir en la ciencia ficción y han vendido como un éxito un acuerdo comercial con Japón que ya tenían cuando formaban parte de la UE. Quieren las mismas normas pero con distinto juego. Y así, no tiene sentido jugar.