Sobre el efecto anfitrión
Un día oí decir a un amigo- y es que a veces la sabiduría viene de boca de quien menos te esperas- que la vida debía ser vista y vivida como una fiesta, y que todos habíamos sido invitados a ella..
Esas palabras , tuvieron su correspondencia vibratoria en mi.
Durante un tiempo estuve pensando, que aquellas palabras, tenían mucha más profundidad cuanto más pensaba en ellas…
¿Y si realmente, la vida, fuera una gran fiesta, a la que todos hubiéramos sido invitados, para disfrutarla hasta el extremo, mientras durara nuestra exigua existencia?
Desde el momento en el que llegamos a esta vida, y empezamos a degustar los sabores del vivir, nos embriagamos de la esencia misma del devenir, y a golpe de tragos rápidos de existencia, el fluir se va haciendo cada vez más abrupto en nuestras gargantas, llegándonos a doler, de tal manera, que nos pasamos el resto de nuestra vida bebiendo pequeños sorbos de dura melancolía.
Hemos introducido el concepto de tiempo en nuestras vidas.
… y la fiesta, acaba convirtiéndose en nostalgia.
Es paradójico, cómo echamos de menos la alegría, que antaño se vislumbraba a lo lejos, mientras caminábamos, en busca de aventuras, con el paso firme de quien no teme nada porque tiene la vida entera por delante.
La fiesta, poco a poco, se va convirtiendo en un retablo de luces grises y parsimoniosa dejadez, que languidece en una sombra deforme que nos asusta.
Tal es el reflejo de nuestra imagen.
Seguimos, poco a poco, construyendo nuestra morada, apoyados en los cimientos que sustentan nuestra propia mediocridad : La culpa, las excusas, los juicios, las justificaciones…
Miramos para otro lado, y criticamos, duramente, al anfitrión, por haber dejado que la fiesta se apagara.
Hemos introducido el concepto de culpa en nuestras vidas.
… y nos vamos convirtiendo, en grandes justicieros, a golpe de bebida barata y verborrea inútil e infértil.
Recomendado por LinkedIn
En ese estado de chispeante irrealidad, el concepto de culpa, hace su aparición estelar, cogiéndote del brazo y moviéndote en cabriola, aleccionándote, para despejar la incógnita, en busca del chivo expiatorio…
y todos señalamos al mismo sitio. Siempre a fuera de nosotros mismos.
Pero la fiesta sigue su ritmo, siendo la misma…
…y los colores que nos deslumbraban, cuando mirábamos, enamorados, las luces que decoraban nuestra vida, dejaron de brillar, desde el mismo momento, en que dejamos que en nuestra mente, entrara la palabra IMPORTANCIA.
Hemos introducido el concepto de importancia en nuestras vidas.
… y nada es tan importante como para dejar de vivir con alegría.
La fiesta no ha terminado.
Tú tienes derecho a elegir el color que ilumine tu existencia.
El mundo se compone de más de ocho mil millones de parcelas de vida. Entre ellas está la tuya.
Y nadie tiene derecho a modificar ni un solo ápice de lo que tu has diseñado, ni para aquello para lo que has nacido.
Quizás no puedas cambiar el mundo, pero tienes derecho de elección en tu caminar.
No puedes controlar el mar, pero puedes modificar el rumbo moviendo las velas de tu barco.
Tú eres el anfitrión de tu propia vida, y como tal, conviertes, a toda la gente que se cruza en ella, en tu invitada.
Tú decides cómo quieres vivir y con quien deseas compartir tu parcela.
Si empezaras a tratar a todo el mundo como lo que realmente son- invitados en tu parcela de vida-empezarías a observar y a degustar los efectos tal decisión…
‘la realidad empezaría a ser tuya’.
Tú que me estás leyendo eres mi invitado. ¡Bienvenido! … No me creas.
¡Hazlo!