Sobre el egoísmo noble, los buenos deseos y el deber

La concepción aristotélica de la naturaleza de los conceptos con base en la realidad o mundo sensible defendida por Santo Tomás de Aquino nunca logró consolidarse, aunque fue la que dio vida al Renacimiento y la Ilustración, frenados en seco por absurdas guerras religiosas y mundiales, respectivamente, al verse el poder constituido amenazado con perder sus monopolios y prebendas alrededor del feudo y del estado moderno.

Tanto el egoísmo como los deseos son inherentes a la naturaleza humana, pero el deber es un anticoncepto que se forma sin referentes fácticos, una arbitraria creación humana que serviría sólo como sinónimo o metáfora de "buenos deseos" siguiendo la máxima de Jesús del amor al prójimo como a ti mismo, esto es, partiendo del amor propio o egoísmo noble.

Existe un paralelismo entre el egoísmo aristotélico y el amor al prójimo como a ti mismo del nazareno, entre una filosofía natural y una teología natural. El hombre de bien es el más egoísta de todos. Pero este egoísmo no es injurioso, sino noble. No es vulgar, pues es la razón la que lo domina. Según Aristóteles, estos hombres nobles y egoístas dirigen sus esfuerzos a practicar la virtud, pues es ahí donde encuentran regocijo. Y esta actitud acaba por enriquecer a toda la comunidad. Así es como descubren tanto el provecho personal como el servicio a los demás.

Pero la ética de la búsqueda de la felicidad del Estagirita y del amor al prójimo como a ti mismo fue sustituida por la nefasta teoría deontológica centrada en el deber de Immanuel Kant, la ética dominante en la actualidad.

"Ya no vale actuar a instancias de un código de mandamientos religiosos (se resumen en uno solo amor al prójimo, Romanos 13:8) que se aplican acríticamente por fe o por costumbre; ya no vale identificar un objetivo exterior (felicidad, logro) al que el ser humano adapte y dirija sus juicios y acciones". nos recuerda Joan Solé. Como la ética aristotélica se aplica al ámbito de la acción humana, Kant le roba al hombre su virtud por cuenta propia al secuestrarla y vendernos el deber como voluntad buena y conciencia moral. Un hombre virtuoso no es aquel que obtenga logros en la vida, es quien actúa exclusivamente por deber.

“En una teoría deontológica, todos los deseos personales son eliminados del ámbito de la moralidad; un deseo personal no tiene ningún sentido moral, da igual que sea el deseo de crear como el deseo de matar. Por ejemplo, si un hombre no está manteniendo su vida por deber, esa moralidad no distingue entre si la está manteniendo a través de un trabajo honesto o a través del robo. Si un hombre quiere ser honrado no se merece ningún crédito moral; como diría Kant, esa honestidad es “digna de alabanza”, pero no tiene “valor moral”. Sólo un reprimido malvado, que sienta un profundo deseo de mentir, de engañar y de robar, pero que se fuerce a sí mismo a actuar honestamente por el puro sentido “del deber”, sólo él recibiría el reconocimiento moral por parte de Kant y los de su calaña”.

Este arbitrario promulgador de valores morales dio con su ética centrada en el deber a partir de un falso profeta como resultó Lutero. Lo que aprendió en su infancia y juventud le dio “una visión determinante en la filosofía moral kantiana”, según Solé.

"Practicaba el pietismo, un movimiento reformista dentro de la Iglesia luterana con mucho arraigo en las clases medias y bajas alemanas, que inculcaba la sacralidad del trabajo y del deber y acostumbraba a la práctica del autoexamen, la oración y relación personal y directa con Dios: por eso daba la máxima importancia a la conciencia individual", sostuvo Solé.

Los humanistas siempre le criticaron a los reformadores por qué le negaban el libre albedrío a sus fieles protestantes, a pesar que supuestamente otorgaban libertad sexual y de conciencia. La respuesta era un insulto llamándolos diabólicos y víboras.

Y obviamente solo negando esa facultad de la mente, Lutero “atacó a las universidades, a pesar de ser el mismo un universitario tudesco; a la ciencia, de tal modo que le cabe el dudoso honor de haber repudiado fogosamente las teorías de Copernico por primera vez”, según el historiador Salvador Giner.

Para tal fin, Lutero se valió de las técnicas de la vía moderna de los nominalistas de Guillermo de Ockham, que se contraponía a la vía antigua de Santo Tomás y Duns Escoto. Por ende, para los reformadores los universales no eran entidades reales, sino meras etiquetas para designar grupos de objetos concretos, no tienen correspondencia alguna con la realidad o mundo sensible.

Esta es la razón por la cual creyó que era el profeta que décadas atrás el franciscano Johann Hilten profetizaba que "vendrá otro hombre, que destruirá monjes y nada podrá contra él", de ahí que no aceptaba ningún intermediario entre Dios y el cristiano, incluyendo el libre albedrío. Fanatismo puro y duro.

A pesar de la obra de hombres tales como Juan Altusio, Samuel Pufendorf y Leibniz, la Ilustración en Alemania se encontró con una atmósfera mucho menos secularizada que en Francia o que en la misma Inglaterra. Durante los años más brillantes esta coexistió con un intenso movimiento pietista, relata Giner.

Entonces la filosofía moral de Kant fue hechura del pietismo luterano, la ética que sirvió de base para llevar las implicaciones políticas de los sistemas que se construyeron durante el siglo XIX y se consolidaron en el XX después de dos espantosas guerras mundiales, y que nos ha llegado como inevitables.

A partir del giro copernico de Kant, las instituciones políticas y económicas sufrieron la misma metamorfosis que Lutero en la Reforma protestante: de una "persona impulsiva (deseo) y espontánea" a otra sometida para controlar sus "anhelos y deseos" llevando su "cuerpo al límite: perdió peso, pasó periodos de depresión y llegó un momento en el que no viviría mucho más", explica la historiadora Lyndal Roper. Es lo único que brinda semejante "ética", que se devoró la Ilustración y el Renacimiento hasta que los mercantilistas lograron su restauración en el periodo entre guerra.

"No es la paz interior lo que Kant le ofrece al hombre, no es una serenidad fuera de este mundo o una tranquilidad etérea, sino una guerra, una sangrienta e incesante guerra contra unas tentaciones apasionadas e indomables. El hombre moral está destinado a luchar contra los sentimientos del no-deber inherentes en su naturaleza, y cuanto más intensamente los sienta y cuanto más desesperadamente luche, mayor será su pretensión de virtud. El hombre moral está destinado a arder con deseo, y a continuación, por principio, por el principio del deber, a frustrar ese deseo. El sello distintivo del hombre moral es sufrir", desmanteló totalmente el falso y peligroso sistema moral kantiano, la base de las actuales "ciencias" de la conducta humana.

Así como Tomás de Aquino protegió a la razón de los inquisidores llamándola "fe no religiosa", según el teólogo Martínez Valls; Newton dio una explicación teológica empírica de sus leyes para quedar bien con las iglesias devotas de su tiempo, de acuerdo al antropólogo chileno Monares; Kant llamó a la fe fanática de Lutero "razón pura práctica" para vendernos el deber como voluntad buena y conciencia moral.

Semejante arbitrariedad, base de la democracia representativa, mandó la perversa idea que si la mayoría obraba cumpliendo el deber era razonable que siempre tuviera la certeza como valor de verdad, siguiendo la influencia de los nuevos profetas luteranos, los políticos, quienes representarían el sentir de esa mayoritaria opiniones establecidas de siglos de sometimiento e ignorancia inducida culturalmente a través de los procesos democráticos en el nuevo régimen industrial, El resto es historia.

El fallo no es en la democracia, sino en la actual tiranía de la mayoría representada que consolida la estructura de poder arbitrario, despótico y corrupto, porque al pueblo nunca se le educó en la herencia aristotélica que defendía Santo Tomás de Aquino y el humanismo de Erasmo de Rotterdam.

La verdadera filosofía de la ciencia es el Objetivismo de Rand, que sostiene los principios universalmente válidos (ciencias teóricas) para la conducta humana (ciencia de la acción humana) a lo largo de todo su sistema formal, mejorando la ontología aristotélica separada del platonismo, que sostenía que la gracia y superioridad de las ciencias teóricas consistía en el conocimiento mismo, más valiosos y más estimables que los saberes orientados a la acción humana: la regulación de la conducta humana o ética y la producción de objetos (ciencia aplicada y ciencia de la producción y consumo que siguió al descubrimiento de América, no contemplada en el aristotelismo) y artefactos (Estado protector de derechos individuales inalienables o Estado de Derecho ha degenerado en estatismo).

En la teología natural, Jesús, Pablo de Tarso y Tomás de Aquino hablaban en metáforas, parábolas y alegorías, por lo que entre más amas a tu prójimo como a ti mismo más cerca estás de un ser que "nunca nadie ha visto", el Dios cristiano. A es B, independientemente de las doctrinas cristiana que profeses.

El cristiano debe aceptar que ha sido traicionado por falsos profetas desde el Concilio de Nicea hasta la reforma protestante y el espíritu de Trento que le siguieron con sus guerras religiosas, violentando sus propios mandamientos. Mal de muchos, consuelo de tontos dogmáticos y fanáticos, que siguen mortificando su cuerpo evidenciando desequilibrios mentales al que llaman fe sencilla, cuando no se trata de religiosidad como advirtió Erasmo a católicos y protestantes antes de irse a matar en guerras religiosas.










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