Sobre la sociedad balear en su día.
Esta semana tuve una experiencia increíble. Ocurrió temprano por la mañana, y me hizo feliz por el resto del día. Tanto cambió mi estado de ánimo que llegue a casa por la noche con la necesidad inmediata de compartirla.
Las 8:45 am es un horario complicado para andar en la calle. A la montaña de tipos como yo que van raudos al trabajo, hay que sumar a un grupo más agobiado, y aún más frenético: las mamás con chándal dejando a los niños en el colegio para luego irse al gimnasio. Quizás no hay gimnasio y bajo el chándal llevan aún el pijama, y no pueden esperar por ir a meterse de vuelta en la cama. Lo claro es que adonde sea que vayan, están dispuestas a violar toda norma de convivencia vial con tal de irse rápido.
En el peak del frenesí matutino, iba yo camino al trabajo por la ciclovía o carril bici, y unos metros por delante iba un señor de al menos unos 75 años en un triciclo. Me disponía a adelantarlo en una intersección, cuando nos encontramos los dos en paralelo con un coche atravesado bloqueando de manera perfecta tanto el paso peatonal como la ciclovía. Se trataba de una mamá con chandal, que consideró éste un lugar aceptable para aparcar y sacar a su bebé de estas sillas con más amarras que mochila de paracaídas, y llevarla a la guardería.
El viejo le comenzó a gritar algo en ese idioma tan propio de ese grupo demográfico que viene de la nariz y que no se entiende nada. La mamá terminó por coger a la niña, ¡Y partió caminando hacia la guardería! El viejo yo habría transmitido de forma automática algún improperio, pero como ahora me creo un ser mucho más zen, al ver la puerta abierta le grité: - “Yo te muevo el coche para que pase el señor”.
La mamá se da vuelta. Veo la sangre en sus ojos.
Inhala profundo y parte caminando directo hacia mí. Doy instintivamente un paso hacia atrás, esperando recibir una lluvia de puñetazos con una mano, o si la situación amerita, a ser bateado con un bebé. Respuesta condicionada.
En vez de eso le da una sonrisa al señor y extendiendo los dos brazos hacia mí me dice:
- ¿Me la coges un segundo?
Les juro que no estoy bromeando, me pasó a la niña. ¡Me pasó a su bebé!
Se sube al coche y lo empieza a mover mientras la nenita se pone a llorar en mis brazos y yo trato de consolarla meciéndola un poco. El camino está libre. El caballero pasa y saluda con un ademán de labio más gruñido para no soltar el manillar. La mamá se baja del coche y al verla llorando me dice:
- “No te preocupes, llora con cualquiera que no sea yo o su papá”
- “No te preocupes, todos los bebés lloran conmigo”, le respondo.
Nos reímos un poco, nos deseamos buen día mientras le devuelvo a la niña, y ella parte caminando hacia la guardería. Yo retomo el camino al trabajo.
Si esta historia no te causa ninguna sorpresa o me encuentras exagerado, te felicito. Vives o has vivido en un entorno seguro, donde todavía es normal hablar con extraños, que los niños jueguen en la calle, etc. Mi infancia en ciudad chica chilena fue así, y en algún momento esto lo perdimos para movernos sólo en nuestros círculos de confianza. Hay lugares y culturas donde esto es la regla, otros donde sería una excepción, y otros muchos donde no se dan excepciones de este tipo. Es importante reconocer esto y saber apreciarlo.
Mamá con chandal, muchas gracias de corazón. Me regalaste ilusión, que hoy no es poco. Me reafirmaste en mi decisión de vivir en un lugar que calce con mi idea de una vida plena, donde la participación social es relevante.
Cuando te sientas conquistado por el eterno flujo de mensajes atemorizantes o violentos en medios o redes sociales, recuerda que siempre hay alguien ahí afuera esperando que se rompa el hielo, dispuesto a responder a una palabra o gesto bondadoso, con más bondad.
¡Feliz día de las Islas Baleares!
Palma de Mallorca, 1 de Marzo 2019.