S.O.S. Subestimar o Sobreestimar. Al rescate de la Capacidad de Delegar.

Delegar no es fácil. O tal vez lo sea, pero es difícil de asimilar para quién delega. Hace algunos días, hemos hablado del liderazgo y de la inexistencia de eso que damos en llamar control.

Esa sensación, ese deseo de control es enemigo directo de la capacidad de delegar.

¿Qué hay detrás o debajo de esa incapacidad, de esa renuencia a apoyarnos en los demás? ¿Por qué todavía existen jefes que hacen de la acumulación de tareas una fuente de poder?

Claro que está siempre presente el prejuicio de "yo lo hago mejor" o, luego de concretada la delegación, el prejuicio de "yo lo hubiera hecho mejor". Muchas de esas palabras son dichas para el interior de la propia persona pero, hayan sido pronunciadas o no, explican gran parte del problema.

S.O.S.: Subestimar o Sobreestimar, esa es la cuestión. La dificultad para delegar va de la mano de la subestimación del otro y también va de la mano de la sobreestimación propia.

Delegar es confiar en el otro y cualquier confianza nos hace vulnerables. Pero, además, delegar es animarse y alentar a que el otro pueda hacer lo mismo en forma más eficiente o, mejor aún, que pueda superar nuestro rendimiento yendo por otros caminos, innovadores, originales.

Delegar es abrirse a la conformación de equipos de alto rendimiento. Equipos "unipersonales", pido se me conceda la paradoja, no pertenecen a la elite de la productivdad, de la creatividad, de la innovación.

La respuesta al S.O.S. referido es: ni subestimar al otro ni sobreestimar nuestras capacidades.

Ser conscientes de nuestras limitaciones y poder divisar el potencial en los demás y en los propios equipos de los que formamos parte, es el principal combustible para encender el motor de la delegación.

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