¿Soy Nomofóbico?
"Los amantes del móvil" de Banksy

¿Soy Nomofóbico?

Las estadísticas del sobre-uso que estamos dando al celular son estremecedoras: mientras manejamos, mientras comemos, al despertar, al irnos a la cama; estamos cada vez mas inmersos en una burbuja que nos aísla de mundo real. Esta es mi historia de la de desintoxicación forzada que viví en la última semana y mis  conclusiones al final del experimento.

Hace un mes aproximadamente mi teléfono comenzó a fallar. El táctil de repente dejaba de responder e iba y volvía conforme se apretaba un poco la pantalla. Investigué un poco antes de llevarlo a servicio técnico y apliqué algunas soluciones que funcionaron parcialmente, sin embargo un par de semanas después la falla regresó. Lo llevé a varios centros de servicio pues el daño no era fácil de reparar. En casa me insistían en la compra de un nuevo teléfono: “¿Uno nuevo? Pero si este está casi nuevo… algún arreglo debe tener!”.

Día 1 (Viernes) - Busco ayuda. Finalmente encontré un lugar dónde dejarlo. Me dieron un estimado de un mes lo cual me pareció exagerado, pero también pensé que sería una buena experiencia enfrentar la humanidad sin un teléfono inteligente. ¿Qué tan inteligente soy como para sobrevivir en un mundo digital sin la herramienta digital e inteligente más emblemática?

Día 2  (Sábado)- No lo necesito. No se nota mucho la ausencia del celular, estoy en casa y tengo mi laptop. Entre el desayuno, las invitaciones, las niñas y el ejercicio, el tiempo se pasa rápido. Estaba con mi esposa y usamos su teléfono para ir y regresar usando Waze. “Esto no está tan complicado”, me dije a mi mismo.

Día 3 (Domingo)- Al menos necesito hablar. Dinámica similar a la del día anterior, solo que todo el día en casa. Así que decido darle vida a mi viejo Motorola Pearl modelo 2006, un amigo incondicional que siempre está esperando su oportunidad y que despierta la admiración de mis hijas y de cuanta persona lo ve trabajando. Está en perfecto estado, entran y salen llamadas y mensajes de texto sin problema. Sin embargo empiezo a verme tentado y tomo prestado el celular de mi esposa, lo miro de vez en cuando y hasta envío chats a nuestro grupo familiar. El día transcurre "casi" completamente normal.

"Waze ha idiotizado mi sentido de la ubicación incluso estando en mi propia ciudad"

Día 4 (Lunes) - De vuelta a la realidad. Acá la situación se complica, salir de casa, atender citas, recordar datos que no es posible recordarlos porque nunca los memoricé, se convierten en retos que están por encima de los retos del día a día. Debía llegar a una dirección al occidente de Bogotá y no tenía Waze, antes de salir tracé la mejor ruta y la escribí en un papel (tomar autopista, salir por la 80, girar al sur por la 56). “Perfecto, no necesito mi celular”. Cuando iba manejando pensé que había planeado mal mi día y que era mejor hacer una parada antes para ahorrar tiempo. Se me vinieron abajo todos mis cálculos, tuve que empezar a improvisar y di varias vueltas para llegar a mi destino. Conclusión preliminar: Waze ha idiotizado mi sentido de la ubicación incluso estando en mi propia ciudad.

Día 5 (Martes)- Maldita realidad. Continúan los problemas, llevo a mis hijas a una cita médica y aunque escribo los números de comprobantes de pago, los olvido en el parqueadero. No tengo email para revisar. También olvido en casa los carnets del plan médico, nunca los llevo conmigo porque los tengo en la nube. Para terminar, mis hijas me piden música en el carro y me toca negociar con una emisora radial. Conclusión preliminar: durante el día siento que tengo mas tiempo para trabajar y menos distracciones, pero a su vez siento que debo ser mas organizado, no hay plan B.

Día 6 (Miércoles) - Necesito mi celular! Trabajo desde casa, no siento la diferencia pues tengo mi Motorola y laptop. No tengo whatsapp pero es manejable. El día transcurre con normalidad. En la noche me llaman del servicio técnico a decirme que no lo repararán, que no se comprometen y que me lo devuelven. Entro en pánico y consigo el nombre de un técnico que los repara en el centro de la ciudad. No tengo alternativa, voy a llevarlo mañana.

Día 7 (Jueves)- La reparación. Ir a un centro caótico sin celular es la materialización del caos. Logro llegar, el técnico es un verdadero genio, no solo porque en realidad repara casi cualquier cosa, sino porque lo hace en el mostrador de su local, de frente al cliente, sin misterios. Además atiende cuatro y cinco fallas a la vez, a todos los escucha e intenta ayudarlos -un gran ejemplo para nosotros los consultores-. Después de cuatro horas de pié viendo su día a día, me entrega el celular. Con el táctil funcionando y en perfecto estado. Lo pongo en mi bolsillo y regreso a la irrealidad.

No se trata de endiosar o satanizar los dispositivos, se trata de darles el lugar que corresponden. Y creo que en este momento les estamos dando un lugar que no refleja su importancia. Un celular es un herramienta tal y como lo han sido el lápiz y papel o hace unos años la calculadora científica -solo que hace 20 años no veíamos a nadie en las calles resolviendo ecuaciones mientras caminaba-. El celular despierta ambigüedades, nos hace eficientes e ineficientes al mismo tiempo. Podemos ahorrar 15 o 20 minutos gracias a una ruta sin tráfico; pero a su vez, podemos perder ese mismo tiempo o mas hurgando información irrelevante o revisando correos electrónicos sin importancia. Podemos estar comunicados con el resto de mundo, con la historia, con la economía; pero a su vez incomunicados con nuestro entorno y con nuestra realidad mas cercana. En conclusión nos hace libres y prisioneros en un mismo instante.

Mis distracciones durante el día disminuyeron en un alto grado, me sentí mas productivo y menos trivial. Pero también me sentí mas desprotegido, con menos herramientas. No me considero un adicto, pero creo que lo puedo usar mas eficientemente, dándole el lugar que le corresponde, usándolo cuando sea necesario y sin dejarme absorber por la burbuja, porque en la medida que surjan mas aplicaciones, se construyan mas funciones y se amplíe la velocidad y la cobertura, terminaremos reemplazando nuestra realidad, y como insinúa Bansky, amando más a nuestros móviles que a nuestro propio entorno.









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