STYLE IS VIOLENT, BUT I’M NOT VIOLENT
El pasado enero del 2024, en mi acostumbrado recorrido por los salones del MOMA en la ciudad de San Francisco, me quedé pensando en una frase que acompaña la descripción de la obra Tisch (Table) de Gerhard Ritcher que dice: “Style is violent, but I’m not violent”, y me quedé perpetua, meditabunda, extraída; trayendo conmigo las siguientes interrogantes: ¿Es posible ir en contra de nuestra naturaleza? ¿En contra de nuestro espíritu? ¿En contra del mal o del bien? ¿En contra de nuestra libertad? O es que, a caso de alguna u otra manera, el ser humano se las ingenia para que salga esa explosión de vivencias y se vean reflejados en su mejor versión que es el arte o en su peor versión que es la miseria.
En este mundo actual donde las empresas juegan un rol importante en la sociedad y en consecuencia en la vida de las personas: desde la definición de nuestro tiempo: “donde pasamos más en nuestro centro de trabajo que en nuestra casa”, desde las relaciones amicales que podemos formar y que pueden ser perdurables, desde el impacto que genera el salario que percibimos, ya que en primera instancia cubre nuestra canasta básica familiar y en mayores escalas cumplen nuestros sueños, en la contribución a la seguridad social, que nos permite al acceso de salud y a una “jubilación digna”, hasta la afectación que pueda generar en nuestra salud mental por los factores que pueden producir estas relaciones. Bajo esos terminos, no es tan verdad que solo vemos esa relación como una relación laboral, sino que va más allá de ello, asemejándose más a una relación personal, entonces bajo esa sinfonía la frase “no te lo tomes personal” va quedando cada vez más excluida.
Y la historia no termina ahí, sino que además, y trayendo mis reflexiones del primer párrafo, últimamente estamos convirtiendo en una sociedad que nos resulta más fácil definir “el mundo ideal corporativo”, llegando a estandarizar conductas, perfiles de puesto, líderes, introduciéndonos de manera inconsciente cómo construir el molde perfecto de una persona, evitando el verdadero factor humano, que va desde su naturaleza, su experiencia personal hasta su experiencia laboral, que en este caso lo llamaremos “vivencias”, estas vivencias nos hace únicos, nos otorga un podio, un valor y un poder.
Pero muchas veces se ven limitadas por reguladores de conductas o por la definición de las habilidades que debemos tener para una posición específica, que en primera instancia, para encajar, diremos si con la cabeza.
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No estoy en contra de estos reguladores de conductas porque estoy de acuerdo que es un camino perfecto para regular y mantener un orden a los comportamientos humanos; sin embargo, muchas veces son invasivas yendo en contra de nuestra naturaleza, de nuestra libertad, de nuestras vivencias, convirtiéndose en frustraciones, en miseria.
Entonces nos encontraremos con mucha literatura cada vez más enlatada, centrándonos en una “persona no persona”, enjaulando su singularidad, su valor y su poder; y me pregunto por qué aquí y no allá, esto es, sabemos que en las altas esferas corporativas, esto no pasa, los profesionales de arriba, por así decirlo, tienen la libertad de demostrar en todo su esplendor su singularidad, su valor y su poder, y claramente funciona.
De igual manera, traigo a reflexión cómo serán los trabajadores del futuro, sin la convivencia de una contraparte, en el “mundo corporativo ideal”, donde no exista el caos, porque en ese mundo todos seríamos perfectos con nuestro comportamiento y nuestras habilidades, ni Disney se atrevió a tanto, las princesas no serían princesas sin brujas ni bestias.
Por ello, debemos buscar el camino a una convivencia saludable, donde encajar no sea parte de nuestras preocupaciones, sino, por el contrario, ser un profesional que se adecue y pueda trabajar con personas reales. Tal vez nos ahorraríamos un poco de miseria, y aprovecharíamos más el talento de las personas, y por qué no su arte.