¿SUEGRO YO? ~Luis Jorge Arnau Avila
Contra la opinión de algunas amistades un poco cursis (todo mundo tiene una o varias así) yo no preparé a mi hija para el día de su boda ni siento que es mi momento cumbre y la razón de mi vida. Creo que tanto mi mujer como yo le transmitimos lo que bien a bien se nos ocurrió para ayudarla a ser feliz y tratamos de sazonar el mensaje con el ejemplo, pero espero sinceramente que ella se esté preparando para mucho más que una fecha, porque nunca la he considerado (ella mucho menos) ser una moneda de cambio o un regalo de navidad.
Me da un gusto enorme que de manera voluntaria y reflexiva decida caminar otro trozo del camino con un muchacho que, afortunadamente, me parece excepcional. Pero Diana no es un mueble que cambia de casa; aún seguimos cayendo en el estereotipo de que la mujer “ya la hizo” el día de su boda y que lo siguiente “todo es ganancia”. Ella será mucho más y por eso estoy encantado, porque las muchas cosas que seguramente logrará ha decidido compartirlas con otro ser humano valioso en sí mismo.
No la he visto, aunque la escucho feliz. Ese sí es el momento máximo de un padre: cuando un hijo no cabe de gusto por estar vivo y por elegir su camino. Encantado como estoy, felicito a Diana por negarse a seguir ejemplos de abnegación decimonónica y a plantear su vida como un proceso compartido y no dependiente. Por eso estoy feliz.
Por otro lado, sí sentí que me llegó la vejez, quedito y sin avisar, aunque ya me había dado señas que no quise escuchar. Sólo espero ser un viejo divertido, interesante, inquieto y no apático, con eso me conformo. Aún no seré abuelo, pero estoy seguro que, si llego a esas instancias, seré un abuelo muy entretenido.