Suerte y determinación

Suerte y determinación

¿Suerte o éxito? ¿Cuál es nuestra percepción de lo que experimentamos?

Muchas veces nos suceden cosas, como resolver un problema en el trabajo gracias a una idea radical o algo que acabamos de aprender, o por el contrario fallar algunas veces seguidas en algo para lo que nos sentíamos capaces. Dependiendo de nuestra autoestima, podemos confundir estas situaciones como una manifestación plena de nuestra determinación, de nuestras increíbles capacidades, o como la evidencia que necesitábamos para demostrar que el universo está en nuestra contra.

Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, no son más que eventos azarosos, anécdotas carentes de la fuerza suficiente como para puedan ser consideradas una verdad replicable. Muchas veces tomamos estas experiencias como “recetas” de algo que podemos repetir fácilmente, y esto termina afectándonos positiva y negativamente, en nuestros trabajos, en nuestra vida diaria.

Muchas veces probamos varias opciones fallidas hasta que finalmente conseguimos dar con una propuesta que funciona. Y ahora esta idea se convierte en nuestro caballo de batalla siempre que tengamos el mismo escenario. Lo llamamos experiencia, y es eso mismo, experiencia. Sucede cuando consigues una buena pizzería luego de durar un buen tiempo probando malas pizzas; sucede en nuestro trabajo cuando creemos que esa única solución que nos funciono es la verdad y única posible.

Pero “la experiencia”, esa cosa mágica que tiene una persona “experimentada”, es un cumulo de experiencias, positivas, negativas y mientras más cantidad, mejor. Entonces, ¿Debemos quedarnos con la única que funciono por miedo a volver a fallar? ¿No existen más pizzas sabrosas en tu ciudad? Todo esto sin contar que lo más seguro es que esa idea triunfadora, aunque ha funcionado muchas veces, funciona gracias a otros elementos que están fuera de tu rango de visión, justo se dan un montón de casualidades que hacen que esa decisión que tomaste resulte en eso que obtienes. Pues al final todo lo que sucede en el universo es resultado de la suerte.

Y vamos, “la suerte” es un concepto de mierda que usan los mediocres que no quieren tomar las riendas de su destino. Pero hagamos el ejercicio de buscar en otro rubro; en las matemáticas se llama probabilidad; en mecánica cuántica y la teoría del caos sería entropía; y hay infinidad de conceptos para elegir cuál se apega mejor a tus dogmas.

El concepto de suerte se utiliza comúnmente para describir eventos que parecen ocurrir de manera fortuita o impredecible. La relación con la probabilidad se evidencia en la medida en que ciertos eventos pueden tener diferentes probabilidades de ocurrir. La conexión con la entropía en la teoría del caos radica en la idea de que, en situaciones caóticas, los resultados pueden ser difíciles de predecir y, por lo tanto, percibidos como suerte.

En resumen, mientras que las probabilidades proporcionan una herramienta matemática para describir la incertidumbre, la entropía en la teoría del caos aborda la complejidad y la imprevisibilidad en sistemas dinámicos. La noción de suerte puede relacionarse con situaciones en las que la probabilidad es alta y la entropía es significativa, dando lugar a eventos que parecen depender más de la casualidad que de patrones predecibles.

En el gran orden de las cosas, cuando tú trabajas por algo y obtienes resultados favorables, no es gracias a que trabajaste por ello, al menos no es solo gracias a ti. Desde la religión es el “ayúdate que yo te ayudaré”. Pero en resumen sucede que hay muchos factores, y actores, jugando y luchando al mismo tiempo en cada momento.

La física cuántica dice que, explicándolo de una forma bastante burda, al no saber con exactitud la posición de un electrón en un momento específico, el electrón puede estar en un lugar y en otro al mismo tiempo. Es decir, al no saber dónde está, está aquí y allá a la vez hasta que se pueda demostrar dónde está realmente. Y no es que sea por metafísica, se ha comprobado realmente la evidencia entre estas ubicaciones en lugares diferentes en el mismo momento (lo que se llama enlace cuántico).

Continuando en el mundo de la física, sabemos que la gravedad de un objeto en el universo no es solo consecuencia de su densidad, sino también de la relación de su gravedad con la de los elementos que estén a su alrededor. Haciendo que, la responsabilidad del movimiento, el peso, las propiedades, o el comportamiento de cualquier cuerpo (subatómico, atómico, molecular, planetario, incluso una galaxia) sea consecuencia no solo de sí mismo, sino de todo lo demás, no solo a su alrededor, sino que puede ser incluso al otro lado de la galaxia.

Hemos descubierto que todas esas explicaciones de la escuela sobre el funcionamiento del universo son mediocres y simplistas aproximaciones a la verdadera explicación de las cosas, escondidas en tras un velo de sistemas complejos de los cuales solo podemos explicar las manifestaciones más superficiales.

Volviendo a nosotros, y nuestro gran ego que nos lleva a pensar que estas reglas universales no nos afectan a nosotros si tenemos determinación, en realidad dependemos tanto de todo lo demás en un grado imposible de imaginar, cuantificar o calificar.

A esta incapacidad de calcular todo lo posible en la física se le llamó Caos (el estudio de sistemas complejos imposibles de calcular en términos exactos). Y en la lengua común se le llamó suerte. Ese entendimiento de estar últimos en una cadena de factores todos corriendo a la vez.

¿Acaso no somos víctimas de un sistema que necesita equilibrar los deseos y determinación de todos los demás? Volvemos a la vista religiosa, si hay un dios evaluando los deseos y determinación de todos, ¿no es el también un esclavo de ese sistema y está forzado a sopesar el deseo de cada uno? Convirtiéndonos en un elemento en el espacio cuyo magnetismo puede atraer o repeler cosas, pero al mismo tiempo la persona a nuestro lado nos ayuda o perjudica con su magnetismo.

¿Que nos hace creer que justo nosotros estamos exentos del funcionamiento natural del universo? Y que podemos decir con profunda arrogancia que la determinación está por encima de la suerte.

Carl Jung hablaba de la “sincronicidad”, incluso en conversaciones con el sr Einstein, como la manifestación del cosmos, la determinación. Pero tenía reglas básicas para determinar si este vistazo del destino era tal.

  1. Una imagen o símbolo inconsciente que llega a la conciencia (una experiencia cotidiana o incluso un sueño, premonición, etc.)
  2. Una situación objetiva que coincide con este contenido (una casualidad objetiva que coincide con la experiencia anterior)

Si no existe estos dos puntos, la situación es meramente una casualidad sin relevancia que carece de significado simbólico profundo (“mero sincronismo”).

Recuerdo haber leído alguna vez “yo deseo suerte, no éxito”, y es verdad, porque al final todos necesitamos tener la determinación para conseguir lo que deseamos y también que “la suerte” este de nuestro lado.

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