Supervivencia en ambiente catastrófico: de los saqueos y de las heces.

Hola, muchas gracias por abrir la centésimo vigésimo novena edición de "El Morrión" donde resumimos nuestra semana linkediana y destacamos publicaciones de contactos que no necesariamente comparten nuestras opiniones. Aprovechamos la conversación para colar consejos y recomendaciones para la autoprotección en el siglo XXI y prepararnos para el siglo XXII (dado que es probable que un número significativo de ustedes lleguen). Pero tengan en cuenta que se trata de recomendaciones generales que no pueden sustituir el consejo profesional bien informado. Para facilitar la lectura se emplea el masculino como género neutro, de acuerdo a las normas gramaticales del español.        

Hace muchos años, casi en otra vida recorrí la costa de África Occidental, paraba en cada grupo de casas, preguntaba por el líder de la comunidad y tras cumplir con los rituales de la etiqueta local, le pedía que me mostrara de dónde sacaban el agua para beber y cómo se apañaban para orinar y defecar. El objetivo era validar un proyecto para el que ya teníamos financiación y que potencialmente podía revolucionar y mejorar de forma exponencial la vida de las personas que alcanzara.

Fue toda una experiencia, las dos fotos que ilustran esta edición corresponden a ese trabajo. A la derecha una letrina convencional, funcionaba muy bien, no necesitaba agua, ni energía, las heces caían directamente a una enorme fosa séptica. Los usuarios debían pagar una moneda cada vez que visitaban la letrina y con lo recaudado se pagaba el vaciado de la fosa. La letrina de la izquierda no funcionaba. A alguien le pareció una buena idea fabricar un inodoro para sentarse cómodamente. El problema es que a falta de porcelana, los fabricaron con hormigón y el resultado se lo pueden imaginar. La idea es mala, mala, mala, independientemente del material utilizado —se usó el peor— porque el inodoro de porcelana se basa en un suministro infinito de agua y un sifón. En África, agua no hay y por consecuencia el sifón es una tecnología desconocida.

El agujero directo a la fosa séptica parecía funcionar bien pero era carísimo, estaba fuera del alcance de la mayoría de los habitantes de las aldeas, además, cualquier disfunción cancelaba el uso de la letrina. Una avería del camión cisterna de vaciado, una leve subida de precio o el desvío de los fondos, dejaba la letrina hasta los topes y fuera de servicio.

Es el drama de África, los proyectos parecen una buena idea sobre el papel, pero tras su implementación es necesario aplicar una cantidad de energía enorme para que no se desbarate todo. Es la entropía que causa la ausencia de todo.

Nunca vi una fosa vacía, era extraño, pero todas las que visité estaban hasta los topes. Es posible que nunca las vaciaran, el precio del uso debía ser el mismo desde el inicio del proyecto y ya no llegaba, probablemente sólo daba para que el camión vaciara un poco y tras un corto viaje liberara la carga en los alrededores, lo que acentuaba el problema de la contaminación del agua. Una ONG alemana había instalado en los años 60 una red de pozos de agua potable con bombas manuales de hierro fundido que funcionaban muy bien. El efecto fue fijar a las personas al territorio, alrededor de los pozos se crearon superaldeas —que para nuestros parámetros seguían siendo pequeñas— y las letrinas pretendían solucionar el problema de la contaminación antrópica del agua. Un 30% de los pozos estaban contaminados. Al final andar 5 kilómetros a por agua con una garrafa de 25 litros sobre la cabeza era lo más sano y lógico.

El caso es que seguía sin saber cómo se apañaban hasta que descubrí el truco. La mayoría hacía las necesidades mayores dentro de su cabaña en una bolsa de plástico que compartían y después se deshacían de ella. La solución no era buena pero sí muy cómoda, un tiempo después se prohibieron las bolsas de plástico, había que tener cuidado incluso al hacer el equipaje por si lo revisaban a la entrada del país.

Les cuento todo esto porque hace un mes de la riada de Valencia de 2024 y las noticias apuntan a que una cantidad enorme de garajes siguen inundados con las bajantes del edifico rotas. Se han convertido en enormes fosas sépticas. Los primeros días sentí mucha curiosidad, quería saber si el ejército había desarrollado alguna solución para la gestión de las heces. Sorprendentemente la respuesta fue que no. El asunto lo solucionan con inodoros químicos que es inviable para el tamaño de la población afectada. Por lo visto vaciar los garajes y restaurar el sistema de aguas tampoco ha sido contemplado como una prioridad, lo que sin duda va a tener consecuencias. Recordarán nuestro artículo sobre la superstición y el ciclo de desgracias bíblicas de las inundaciones, el último apartado del ciclo será la guinda del pastel.

Nuestro protocolo de gran emergencia contempla el sistema africano adaptado a los usos europeos: bolsas de basura de pequeña capacidad, un balde, un taburete y toallitas húmedas. Claro que la recomendación requiere de que, antes de que transcurran dos días de la catástrofe, se establezca un sistema de recogida. Las bolsas deben ser recolectadas diariamente en un circuito exclusivo. Esto, que ahora les puede parecer raro, es una de las claves de la salud de la comunidad en una catástrofe.

Un simple apagón de tres o cuatro días, sería suficiente para provocar graves problemas en el sistema de suministro y en el de depuración de aguas, recuerden que los inodoros de porcelana funcionan con un suministro infinito de agua, por tanto dejarían de funcionar. Hay unas cuantas causas para el apagón y para otras catástrofes, como las inundaciones, que requerirían de soluciones extraordinarias para la higiene humana que deben ser previstas.

Sin salir del tema de las situaciones catastróficas, responderemos a una pregunta que nos han planteado un número relevante de ustedes: ¿qué se hace en caso de pillaje? Cómo responder a las noches de la purga que describía Santiago Posteguillo en el exordio de su conferencia en el Senado de España. Es una buena pregunta, que además contiene una respuesta. Ustedes no lo saben pero el Consejo Editorial de El Morrión ha bloqueado el tema en tres ocasiones, y es que se haya producido pillaje es la clave que explica todo lo ocurrido y la responsabilidad de cada uno. No puedo extenderme porque de lo contrario volverá a ocurrir.

El pillaje supone la ausencia del Estado y con ella, la quiebra de unos cuantos principios sociales de peso. La respuesta son silbatos y grupos de patrullas vecinales. No se entra en detalles, pero todos ustedes deberían tener en sus casas al menos un silbato por cada miembro de la familia.

Un silbato de los buenos, con bolita y a poder ser metálico, no cuenten con que sea el Estado el que los reparta. Si no tienen, háganse con una buena cantidad de ellos cuanto antes.

Hasta aquí la centésimo vigésimo novena edición, pasen un buen domingo y mejor semana.