¡TANTAS VECES RÓLEX!, DINA
La incapacidad para explicar el origen lícito de por lo menos tres relojes rólex (cuyo valor superaría los 50 mil dólares) por parte de la presidenta Dina Boluarte, pone nuevamente sobre el tapete la fecha de expiración de un gobierno que únicamente sobrevive, porque a ninguna de las fuerzas políticas y poderes fácticos del país le convendría adelantar el calendario electoral.
Me explico. Mi amigo el tributarista José Verona ha sido sumamente claro y didáctico al sostener que la presidenta Boluarte debe explicar si los relojes rólex que lució sin vergüenza en diversos actos públicos, fueron comprados en el Perú (boleta), en el extranjero (importado), un regalo (donación) o son relojes bamba (imitación). De una u otra forma debe demostrar su origen. Sin una explicación razonable o creíble, su reputación personal terminaría de venirse abajo, o simplemente podríamos suponer que sería la prueba de un posible soborno. ¿De quién? ¿Por qué? La única manera de detener la especulación sería dar una explicación verosímil y lícita.
Pero el prolongado silencio de la presidenta le comienza a jugar en contra. Al parecer, estos no tendrían un origen lícito, en cuyo caso es comprensible comenzar a pensar que el final de su gobierno podría adelantarse, como consecuencia del arrastre negativo que sostenerla traería a los potenciales candidatos que pretenden sucederla en el poder. ¿Quién será el gran ganador de su derrota? Quien logre articular los diversos intereses políticos en una causa común: limpiar el escenario del futuro proceso electoral.
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En esa perspectiva, la última encuesta nacional urbano-rural del Instituto de Estudios Peruanos es reveladora y al mismo tiempo desconcertarte. Cuando consultan quiénes podrían ser los futuros candidatos a la presidencia en el país, el 73% de los peruanos no ve un líder competente al cual seguir.
La encrucijada de las fuerzas políticas que pretenden tomar el poder el 2026, si es que llega a esa fecha la presidenta Boluarte, es que si fuerzan la conclusión del actual periodo gubernamental se exponen a una situación de tal incertidumbre, que sería mejor sostener a Boluarte hasta el final, para ver si algo cambia en ese sombrío panorama. Pero al mismo tiempo corren el riesgo de que la incapacidad de gestión y de control de daños de la presidenta los lleve consigo en un desprestigio mayor de la clase política, al punto de que esta genere un verdadero candidato antisistema que termine por desaparecerlos del mapa a todos de un solo zarpazo, como pretendió el felizmente incapaz expresidente Castillo. ¿Vamos por más?