TE HAS PREGUNTADO ALGUNA VEZ SI...ERES ASERTIVO/A
En nuestra rutina diaria a nivel laboral, y también personal, todos tenemos que lidiar con personas (muchas personas), cada una con una forma de ser diferente, una ideología política diferente, diferentes gustos y, en definitiva, diferentes formas de ver la vida. Es aquí donde, muchas veces, surgen roces y conflictos interpersonales que si no se gestionan convenientemente, sobre todo en el ámbito laboral, pueden dar lugar a situaciones tensas y desagradables que dificultan nuestra existencia y pueden llegar a interferir con nuestro desempeño. No obstante, ante un determinado conflicto, si nos preguntaran cuál de las partes tiene la culpa, sin duda, siempre diríamos que la otra. Por alguna razón, nuestra condición humana lleva ligada unas armas defensivas que nos impulsan a aferrarnos firmemente a nuestra postura y defender nuestras acciones con uñas y dientes. Pocos nos cuestionamos nuestras conductas y nos preguntamos si quizás el problema podemos haberlo causado nosotros consciente o inconscientemente. Sin embargo, quizás cambiaríamos nuestra actitud si fuéramos conscientes de que en ese “quitar el indulto eterno a nuestras acciones y comportamientos” es donde se inicia el camino del cambio personal y la mejora continua. En el presente artículo, nos centraremos la asertividad, un componente de la inteligencia emocional clave en el establecimiento de relaciones interpersonales satisfactorias pero que, sin embargo, se encuentra pobremente desarrollado en una fracción importante de la sociedad.
La asertividad es la capacidad para expresar y autoafirmar nuestras propias opiniones, emociones y creencias, así como para defender nuestros derechos de una forma constructiva y respetando a los demás. La asertividad es un componente intrapersonal de la inteligencia emocional, pero también es una parte esencial de las habilidades sociales relacionada, entre otras cosas, con la capacidad de comunicar eficazmente. Según Castanyer (2014, p.3) la autoestima posee una gran importancia en relación con la asertividad, considerando que es preciso valorarse y quererse a uno mismo para poder relacionarse con los demás de forma asertiva.
En función de su grado de asertividad, las personas pueden clasificarse en tres grandes tipos: personas no asertivas o pasivas, personas asertivas y personas agresivas.
Las personas no asertivas pasivas son aquellas que no son capaces de expresar públicamente su opinión o lo hacen de forma negativa restándose valor, por lo que no protegen sus derechos e intereses, sino que, por el contrario, ceden a los de terceros con facilidad. En general, muestran falta de confianza, baja autoestima y un autoconcepto pobre en pro de una alta consideración de otros. Su objetivo es apaciguar a los demás y evitar conflictos a toda costa. A la larga, se enfrentan a una autoestima cada vez más baja, desmotivación, malestar, frustración y a una falta de respeto por parte de los demás.
Las personas no asertivas agresivas son aquellas que defienden sus derechos e intereses de forma poco o nada constructiva, sin respetar los derechos de los demás. Para ello, recurren a la intimidación o a la violencia verbal o física, bien directa (comentarios humillantes, amenazas, insultos, acompañados o no de lenguaje corporal agresivo) o indirectamente (ignorar completamente a algún participante). En general, este tipo de personas posee una autoestima exagerada y una seria carencia de empatía. El comportamiento agresivo suele dar resultado en el corto plazo, pero con el tiempo genera entornos de toxicidad creciente que resultan en una marginación del individuo que lo manifiesta.
Las personas asertivas son aquellas que exponen abiertamente sus deseos y pensamientos, y salvaguardan sus derechos, pero respetando siempre la diferencia de opiniones y los derechos de los demás, así como buscando un ambiente de negociación que favorezca la resolución de los conflictos. Es el comportamiento más representativo de la inteligencia emocional, ya que busca el equilibrio y la comodidad grupal y personal. Las personas asertivas poseen una autoestima adecuada y una empatía bien desarrollada; conocen a lo que tienen derecho y o piden si es necesario sin sentir vergüenza o culpabilidad. Son personas con grandes habilidades sociales y una gran capacidad para comunicarse y establecer relaciones sólidas, tanto a nivel personal como laboral. La asertividad en el trabajo crea un ambiente mucho más motivador y agradable.
Cualquier persona se puede comportar de forma pasiva, asertiva o agresiva en un determinado momento, aunque, generalmente, suele existir una predominancia de alguno de los tipos de personalidad mencionados, incluso de varios. De hecho, existen personalidades que se podrían denominar como pasivo-agresivas y que corresponden a personas aparentemente tranquilas y sumisas, pero que internamente son un cúmulo de resentimiento por situaciones pasadas no resueltas, soliendo tender a la manipulación y al chantaje emocional.
Llegados a este punto quizás el lector se esté preguntado por qué hay personas a las que, aparentemente, les resulta tan fácil tener una respuesta adecuada y salir dignos de situaciones difíciles que para otras personas significan un mundo. Para responder a esta pregunta, debemos matizar que no existe una “personalidad innata” asertiva o no asertiva, ni se heredan características de asertividad, sino que la conducta asertiva se va aprendiendo y desarrollando por imitación y refuerzo, es decir, a través de lo que nos han ido transmitiendo nuestros padres, amigos, los medios de comunicación, etc., y la forma en la que nosotros hemos captado esa información. Pero ¿qué pasa si alcanzamos nuestra etapa adulta con una asertividad deficiente? ¿Aún podemos desarrollar nuestra asertividad? ¡Por supuesto! Puesto que las habilidades asertivas son hábitos o patrones de conducta, se pueden aprender y desarrollar mediante la observación y la práctica, al igual que aprendemos cualquier otra habilidad nueva como por ejemplo conducir (Castanyer, 2014, p.26). En este sentido, debemos tener en cuenta que cualquier aprendizaje implica una serie de etapas que van desde la incompetencia inconsciente (“no sé que no sé”) hasta la competencia inconsciente (“no sé que sé”), representando esta última el estado deseado de cualquier aprendizaje en el que la persona ejecuta de forma automática la conducta aprendida. [Si lo desea, el lector puede revisar el artículo “Aprendizaje: ¿Capacidad o emoción?” en el que se detallan las etapas del aprendizaje según Albert Bandura].
Resumiendo, la importancia de los aspectos emocionales y de la comunicación en cualquier ámbito, especialmente en el laboral, es un hecho indiscutible. La asertividad es un componente de la inteligencia emocional, estrechamente relacionado con la autoestima, y que constituye una parte esencial de las habilidades sociales al influir en gran medida en la capacidad de comunicar eficazmente. Un correcto desarrollo de la asertividad es, por tanto, clave en el ámbito personal y especialmente en el laboral. Así, todo aquel que se haya decidido firmemente a “quitar el indulto eterno a sus acciones y comportamientos” y a adentrarse, por tanto, en el apasionante viaje del cambio personal y la mejora continua, debe preguntarse “cuán asertivo soy” y ”cuán asertivo soy capaz de ser”...
Referencias:
Castanyer O. La asertividad: Expresión de una sana autoestima. Ed. Desclee de Brower, 2014.