teoría y practica

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Todo es un tema de foco y concentración. Los hábitos son los bloques con los que se construye ese centro de alto rendimiento llamado disciplina. Para forjarlos, la primera clave es transformarlos en medios y no en fines, ejecutarlos desde el deseo y no desde la obligación moral o sociabilizada.

Cuando tenemos un “para qué” (meta, objetivo) claro y apasionante, entonces estaremos dispuestos a hacer lo que sea para alcanzarlo. Es allí donde los hábitos empiezan a pasar de ser una carga pesada y fastidiosa a nuestros mejores aliados para este fantástico juego llamado logro.

La disciplina es hacer sin pensar. Y, para hacer sin pensar, es necesario desear, así como estar claro de lo que se desea.

Ahora, ¿cómo impregnamos ese hábito de constancia en el tiempo? Todos los estudios mencionan que un hábito se fija entre 21 y 40 días, después de una acción repetida.

Aquí es donde tiene sentido el segundo paso, que si bien no es fácil, sí es muy simple. Este se consuma cuando hacemos un plan y lo escribimos. La disciplina es no pensar, es hacer sin pensar. Leer “lo que toca” y hacerlo sin preguntarse por qué, ahorra mucha energía y aumenta la probabilidad de éxito en aquello que te propongas.

Por último, tener un ritual de celebración diaria termina por asentar la experiencia que será combustible para la jornada siguiente. De esta forma nos convertimos en nuestros propios maestros, a través de la práctica cotidiana, recordando que las grandes victorias se construyen paso a paso.

Gracia a Ismael Cala

Frase en la gran manzana de la ley de los audaces.


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