TEORIA DE LA CUERDA
Una persona va al banco a pedir dinero. El banco para tomar una decisión solicita información para conocer si está financiando un gasto o una inversión, Si se trata de un gasto, se valora la capacidad de la persona para devolverlo. Si se trata de una inversión se estudia si el resultado de la misma será capaz de devolver el préstamo y en qué tiempo. También se procura conocer las consecuencias de que esa inversión falle y se produzca una perdida irrecuperable.
Es por ello, que cuando se pide dinero para un plan de inversiones, sea imprescindible presentar las posibles situaciones a las que habrá que hacer frente. En muchos casos, para el éxito de la inversión hay que imaginar qué pasa si el resultado obtenido no es suficiente para el objetivo o, al revés, si lo supera en tal grado que sobra capacidad productiva y la inversión resulta desproporcionada para el objetivo
Estas situaciones se basan en la seguridad de la buena fe del que requiere los fondos. En las finanzas públicas, suelen faltar análisis suficiente y en muchos casos análisis de la conveniencia o de la buena fe de los solicitantes. Y estas condiciones que conocemos bien los que hemos tenido que preparar y cumplir planes de inversiones en empresas privadas, no parece que se tengan en cuenta en muchas inversiones públicas ya que los fondos disponibles parecen no tener dueño, y las adjudicaciones tienen en cuenta factores no económicos, como el efecto sobre el voto de los ciudadanos.
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Cuando una empresa tiene un nuevo dirigente, es normal que revise los planes de inversión existentes, y que preste especial atención al fenómeno que yo he llamado “la teoría de la cuerda”. Una dirección que tiene que satisfacer a muchos, debe conceder fondos, aunque no sea más que para evitar continuas quejas y malas caras. Y los “listos” y los “llorones” se aprovechan de esta debilidad.
He encontrado a veces aprobación a cosas que parecen ser como la inversión en una cuerda, y como se habla de poco dinero, se concede, aunque no sepamos muy bien para qué se necesita esa cuerda. En el siguiente paso, el solicitante agradece lo concedido, pero explica que ha pensado que el mejor uso de esa cuerda sería usarla para atar un burro para mover cargas. A veces también se concede el burro. No se tarda mucho en justificar la necesidad de invertir en un carro, porque el burro con un carro podría mover mucha más carga. Y poco después se comprende que se cargaría mejor el carro si tuviéramos una solución para mover las cargas dentro de la empresa y sobre todo si se tuviera un espacio para hacer las funciones de muelle de carga. Y así hasta el infinito. Hablamos de expertos pedigüeños que nunca tienen bastante y a los que nadie pide cuentas por el mal uso del dinero de otros.
Leyendo periódicos podemos pensar que este fenómeno es mucho más frecuente de lo que parece. Podemos pedir una estación de tren para estar preparados cuando tengamos tren. O una traída de aguas de docenas de kilómetros para convertir en regadío una tierra seca y dura. La gente que la trabajará vendrá si hay agua, aunque si es cara no la podrá pagar y habrá que regalarla. Y eso, sólo en el caso de que haya gente que la quiera trabajar. Hoy es bien sabido que hay más tierra que gente. Y si a pesar de todo la cosecha es mala habrá que inventar una ayuda para que la gente no se desanime.
En fin, creo que cualquier ciudadano o cargo público que pida dinero tiene que justificar como lo va a devolver a la comunidad que se lo concede, y que va a pasar si no lo devuelve. Lo que tenemos ahora es una clase de burla a la que perfectamente podemos nombrar como Teoría de la Cuerda de la Política.