No todo emprendimiento es una startup
Fuente: http://www.jda.es/2017/10/05/no-todo-emprendimiento-es-una-startup/
El diccionario inglés de Cambridge define “startup” (o “start-up”) como “a small business that has just been started”(pequeño negocio que acaba de empezar). Muchos traducen este término al castellano como “empresa emergente”, aunque la misma palabra anglosajona es ya de uso generalizado en todos los idiomas.
Se puede considerar que tres son los rasgos que definen una startup. El primero tiene que ver con el “just” de la definición inglesa. La startup hace referencia a un negocio (independientemente de su forma jurídica) de nueva creación. Esto no significa que transcurrido cierto tiempo la startup tenga que dejar de existir, sino que, pasado ese lapso dejará de considerarse startup. A este respecto, teniendo en cuenta que hay diversidad de casos (mientras una startup puede dejar de ser considerada como tal pasados 2 años, otra puede seguir calificándose así durante casi una década) la opinión generalizada es que, transcurridos aproximadamente tres años, las startups dejan de considerarse “emergentes” y pasan a denominarse “empresas”. Este cambio vendrá determinado por distintas circunstancias indicativas que el negocio deja de ser “emergente”, como p.ej. que la innovación aportada haya sido adoptada incluso por la competencia, que el negocio sea adquirido por una gran compañía o que haya habido determinados cambios en la estructura organizativa. Por ejemplo, Google o Facebook, en sus inicios, fueron startups.
Según la definición del diccionario y lo visto hasta aquí, los términos “startup” y “emprendimiento” serían sinónimos. Sin embargo, en el mundo de los negocios y en el ecosistema emprendedor no se usan de manera indistinta. Se puede decir que todas las startups son emprendimientos, pero que no todos los emprendimientos son startups.
En relación con esto, aunque no es un requisito imprescindible, sucede en la mayoría de casos que las startups son empresas de base tecnológica. Esto es, empresas que explotan en el mercado nuevos productos o servicios innovadores generados a partir del conocimiento tecnológico. Esto permite que aporten al mercado nuevas soluciones a problemas existentes y que, también gracias a la tecnología, tengan el don de la ubicuidad, de modo que pueden ofrecer un mismo producto o servicio a clientes sin limitación en el área geográfica.
Estas dos características de innovación y ubicuidad contribuyen a que las startups se distingan de otros emprendimientos por su gran capacidad de crecimiento. Un crecimiento rápido y elevado que viene facilitado por las nuevas tecnologías, que permiten abarcar gran ámbito geográfico con una pequeña infraestructura, haciendo que la startup se convierta en una suculenta atracción para inversores. Éstos la apoyan durante su desarrollo, con fondos y conocimientos a fin de contribuir a su éxito y que termine adquirida por una compañía más grande o incluso con su salida a bolsa. Un ejemplo paradigmático es el de Instagram, que, creada en octubre de 2010, en diciembre del mismo año ya contaba con 1 millón de usuarios y por la que, en marzo de 2012, Facebook pagó 1.000 millones de dólares.
Esta perspectiva de capacidad de crecimiento distingue las startups de otros emprendimientos como abrir un restaurante, un despacho de abogados o una franquicia, por ejemplo, que no podrían considerarse startups.
Si a la lectura de este artículo se ve con ganas de emprender una startup no se deje asustar por las cifras mencionadas, al inicio las startup no necesitan inversiones fuertes, lo que sí necesitará es una idea innovadora, un equipo que la pueda llevar a cabo, una buena planificación y un buen asesoramiento. Para lo último, puede contar con JDA/SFAI, que tiene una web especialmente dedicada a los emprendedores y startups.
Núria Parera
Abogada en JDA/SFAI