Todo lo que no pudo ser

Todo lo que no pudo ser

Mañana mi casa se llenará de hombres frenéticamente empaquetando mi vida para meter la mayoría de ella en un guardamuebles y dejar lo necesario en el nuevo hogar que me acogerá durante un tiempo.

Y aunque mudarse es tan agotador como parir, e incluso tan urgente y estresante como ser parido, necesito parar y hacer esta pausa para expresar mi duelo durante un ratito antes de seguir organizando el empujón final de mañana.

Misterios Celtas cantando en tu parto

Escribo escuchando este álbum absolutamente mágico e íntimo para mí. Cada una de mis células de origen medio Irlandés vibra con reconocimiento y amor por las raíces culturales presentes en cada nota y sonido de esta música. Bañados en el canto de pájaros, los violines, el harpa, y la gaita Irlandesa me sostienen en este duelo por lo que no pudo ser.

Las casas son como el útero para nuestro inconsciente. Las emociones que desarrollamos por los ladrillos que nos rodean a  diario reproducen los conflictos y apegos más profundos de nuestra personalidad, aquellos que sentimos al principio de nuestra vida, cuando pasamos nueve meses en el útero de mamá.

Por eso las mudanzas son tan estresantes en general, por eso las peleas entre vecinos llegan a extremos tan irracionales, por eso los problemas de nuestra casa nos sacuden con una intensidad emocional que racionalmente no podemos entender. Porque despiertan las heridas más nucleares y originales de nuestra personalidad.

Colas de pavo real, pinos y mucha, mucha luz

Esta mañana ha sido la última mañana en la que he despertado mirando por esta ventana de mi habitación. He tardado un tiempo en despedirme del papel pintado de colas de pavo real que me ha despertado y dormido durante estos cuatro años. Es tan bonito. Tan único.

Pensé en el día que lo vi en una tienda y decidí que lo pondría en mi nueva casa. Recordé todos los momentos y sensaciones que escribieron nuestra historia de convivencia. Lo puse porque en este barrio pasean pavos reales por la calle. Y porque las colas parecen moverse cuando las miras un rato.

Tantas cosas pasaron por mi mente hasta que conseguí levantarme y dar los buenos días a los pinos asomados por mi ventana.

Repetí por última vez mi rutina matinal en esta casa. Saqué a los perros a pasear y luego hice yoga sin prisas, dejándome sentir la pena que brotaba en una postura o en otra, observando los juegos de la luz sobre las paredes y el suelo. Toda mi vida pasó por delante de mis ojos en los 25 minutos de yoga de hoy.

Verte con más lucidez que nunca

Me he mudado muchas veces en mi vida. A México y de vuelta de niña, a París y de vuelta de adulta, a San Francisco y de vuelta con treinta años. Algunas veces más de casa en casa en Madrid. Nunca he sido tan consciente de cómo me estaba afectando el cambio de casa como esta vez.

Esta es la casa que más he querido. Llegué con tantas ilusiones de futuro. Cuatro años más tarde sé que esas ilusiones no se iban a cumplir. Sé que esta casa fue efectivamente la recreación de mi útero materno. Que reviví los horrores y angustias de lo que había sido mi estancia en la primera casa-útero de mi vida. Fue como ha sido siempre mi relación con mi madre. El cielo y el infierno al mismo tiempo.

No es culpa suya. No es culpa de nadie. Son las cosas del destino que nadie puede controlar, y que marcan totalmente el camino que harás en la vida. Esto que digo aquí es sacrilegio en nuestra cultura del “porque yo lo valgo”, “estoy haciendo una diferencia en el mundo” y “yo controlo mi destino” … las trampas del destino sólo las entienden quienes se han visto atrapados por ellas.

Organizar los capítulos de tu pasado

Cuando me mudé aquí salí de casa de mi madre. Estuve varios años ahí haciendo lo que siempre he llamado “la iniciación del monje tibetano en versión Bridget Jones”. Una introspección de caballo combinada con una exploración de medio mundo para crear el enfoque de coaching único y demasiado innovador que define mi trabajo: Abraza Lo Salvaje.

La convivencia con mi madre había sido espantosa desde la muerte de mi padre por cáncer de páncreas en 2013. En los seis años siguientes estuvo más tiempo sin hablarme que hablándome. Las esporádicas explosiones de ira y la presión constante eran terribles. Mi cuerpo se estremecía de miedo cuando la sentía subir el pasillo hacia mi habitación-despacho-refugio-prisión. De nuevo no era culpa suya ni mía. Eran las trampas de nuestros destinos.

El caso es que la convivencia se hizo tan insoportable en 2019 que tuve que irme a pesar de no tener nada claro cómo iba a sufragar una vida de clase media acorde con el status social de mis clientes y amistades. Fue un salto al vacío alimentado por la ilusión de que todo saldría bien y empujado por el pánico de que todo saliese mal.

Elegir viajes demasiado difíciles para los tuyos

Media familia me retiró la palabra en los conflictos que generó esa mudanza. Ese parto. Ese salir de un útero para entrar en otro mundo desconocido y crearme un hogar nuevo. Amenazas y burofaxes. Sólo logré frenarlos amenazando con poner yo una demanda por maltrato psicológico. Aún recuerdo el pánico de esos días.

Y esta casa era tan bonita. Esta ventana da a un jardín enorme de pinos de un convento de monjas. He mirado esos pinos infinitas veces desde mi cama y desde mi terracita estos años. He hecho yoga bajo el vuelo magnético de las decenas de vencejos deleitándome cada mañana de verano. He leído, trabajado y llorado en una butaca tantas tardes bajo esos pinos. He hecho mi cama y arreglado mi cuarto con pajaritos cantando en mi ventana miles de veces.

¡Cómo he disfrutado y saboreado cada rincón de esta casa!

La semana pasada volví a cortar el contacto con media familia tras un mensaje whatsapp de mi madre. Me dijo que no podía aguantar mis malas noticias y que no quería saber nada de mí mientras no tuviese buenas noticias que darle. Cuando lo leí pegué alaridos. Literalmente. Nunca me había expresado así. Sólo había visto a gente chillando de ese modo en las noticias en televisión.

Otra vez me mudo sola. Otra vez salgo de una casa, o un útero, con sensación de orfandad, fragilidad, profunda soledad. Otra vez lloro por todo lo que no pudo ser. Miro las colas de pavo real de la pared y sé que me estoy desapegando de las fantasías que mi corazón añoró. Las que versaban sobre esta casa, pero también las que siempre habían coloreado mi relación con mi madre.

Hoy lloro por la vida que no pudo ser en esta casa. Pero sé que lloro sobre todo por la madre que nunca tuve, aquella que añoré siempre por diseño biológico e instinto incontrolable. Aquella que me dio la vida, por lo que, a pesar de no poder darme todo lo que yo necesitaba, sí me dio lo más grande.

Destino de coach indomable y salvaje

No hay mejor escuela en la vida para ser coach que tener una madre complicada. Te obliga a enfrentar pruebas y obstáculos desde el principio de tu existencia que te hacen más fuerte, más lista, más persistente, más entregada al bienestar de otros.

Cuando llegas a mayor te obliga a cuestionar más que nadie todo lo que eres, porque te has convertido en la convidada de piedra. Vayas donde vayas acabas dándolo todo sin aceptar nada a cambio. Por muy mal que le parezca a tu mente racional, tu cuerpo – y tu mente inconsciente – siguen repitiendo los patrones de conducta que mamaste en casa.

Como sabotean todo lo que intentas crear en tu vida para ti, no te queda más remedio que mirarlos, entenderlos, cuestionarlos y quebrarlos. Tu búsqueda del más mínimo bienestar vital te impulsa a explorar más allá que nadie más, a buscar y cuestionar más que ningún otro. A aprender con la sed de quien se arrastra por la travesía del desierto desde siempre.

Todo en la vida es un regalo. Aunque al principio parezca un castigo.

Reconstruyendo cada cimiento y cada capa de tu propia personalidad te liberas de los moldes culturales y emocionales que aprisionan a casi todo el mundo a tu alrededor. Ganas una maestría como coach imposible de aprender de otra manera. No hay escuela, gurú ni dinero suficiente en el mundo que te enseñe esto. Pero además ganas una paz, una libertad y una alegría de vivir sólo comparable a lo que han descrito los grandes místicos de la historia.

Y hoy, mientras lloras emotivamente todo lo que no pudo ser también sientes muchísimo amor por todo lo que sí ha sido. Das un paso tras otro en tu nuevo parto hacia otra nueva vida con confianza y orgullo. Ya no necesitas hacerte ilusiones. Ahora sabes enfrentarte a la incertidumbre de la vida sin ellas. Será retador, único e inolvidable. Lo sé en mi corazón.

Y agradeces al mundo todas las tragedias que te ha traído porque son las que te han dado la fuerza y la sabiduría con la que caminarás el resto de tus días.

Aceptas tu desafío y sigues.

Aceptas que los tuyos no pueden acompañarte en un viaje que desafía demasiadas seguridades. Sabes que no puedes vivir sin seguir caminando precisamente este camino y no otro. Explicas que no te arrepientes de nada y volverías a hacerlo todo otra vez exactamente así.

Vives y trabajas al servicio de un movimiento mucho más grande que tú. Un cambio de mentalidad absolutamente necesario en nuestras empresas y nuestra sociedad. Lleve el tiempo que lleve, te arruine las veces que tenga que arruinarte.

Eres un soldado del amor. Vives entre bombas. No de las que te quitan las piernas o la vida, sino de esas otras que te quitan tu casa o te separan de tu familia. Las abrazas con fuerza por última vez en un relato como este, arrullada por el himno del misterio celta que escuchas. Lágrimas de serenidad se recogen tras esta, tu última despedida.

Y te pones a hacer cajas. Vámonos.

Nila Gudiel Urbano

Focused problem solver. Helping to achieve and deliver. Keeping up-to-date expectations.

1 año

Precioso y doloroso. También da mas sentido a tu post de la medalla. Esa ventana me recuerda a una que memoricé de noche con 14 años y que todavía resuena en mi. Era un sitio especial y al que no volví. Al final las ventanas son la referencia al exterior y a la ubicación. Pero lo que hace una casa un hogar está dentro y se puede recuperar. Mucho ánimo de una desconocida.

Eva Larrarte Laguardia

Marketing | Marketing Digital | Ventas | Estrategia de Negocio | Desarrollo de Negocio | Comunicación | Creatividad | Branding | Storytelling | MedTech Industry

1 año

Tan especial como valiente. Lleno de fuerza, música, recuerdos, plumas, amor y dolor. Gracias por escribirlo Pino Bethencourt Gallagher. Maravilloso cómo escribes. Mucho ánimo y fuerza para esa nueva y buena vida.

José María del Cura

Coach personal y ejecutivo.

1 año

Gracias por tu testimonio Pino. Lo he leído dos veces, la segunda con tu música, y ese derroche de vulnerabilidad y sinceridad que exhala no me deja indiferente. ¡Ánimo y fuerza soldado del amor!

María Cano Bonilla

Pensadora • Escritora • Especialista en ética e IA • Experta en estrategia de contenidos formativos • Divulgadora de pensamiento e intersección del conocimiento.

1 año

Qué belleza increíble hay en estas letras. Gracias por compartir todos tus aprendizajes en el duro (y bello) camino de encontrarte contigo. Ánimo! 🚀❤️

Christine F.

Senior Executive Assistant to Presidency and Senior Management

1 año

Beautifully written Pino🥰

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