Tu autoliderazgo frente un paso de cebra
Caminando por Barcelona o cualquier gran Ciudad, podemos ver multitud de personas circulando por sus calles. Cada uno de ellos con un rumbo diferente y con objetivos muy dispares. De todos los caminos que se toman, pocos son en línea recta y sin obstáculos. Normalmente encontramos otras personas paradas, gente con carritos de bebés o de la compra, semáforos, paso de peatones y muchas otras razones que nos invitan a reducir la marcha y hasta pararnos. La actitud de cada uno de nosotros caminando por la ciudad se aprecia muy claramente mediante nuestro lenguaje corporal. Analicemos un caso sencillo que ilustra esta reflexión. ¿Cómo nos enfrentamos ante los obstáculos de nuestro camino? Pongamos un semáforo como ejemplo. Imaginemos un semáforo como pequeño contratiempo para llegar a nuestra meta. Para tener una idea más homogénea, imaginemos un cruce de la famosa Passeig de Gracia de l’Eixample de Barcelona, con la calle Consell de Cent. Miles de personas pasan a diario por este cruce. ¿Cómo se enfrentan a este “contratiempo”? ¿Cómo te enfrentas tú ante esta situación? Analicemos los diferentes roles que podemos encontrar:
- El lanzado o la lanzada: Se trata de aquél o aquella que suele ir con prisa o con el tiempo muy justo para llegar a su meta o conseguir su objetivo. Este tipo de personas llega al límite del obstáculo o contratiempo, en este caso en el bordillo de la acera, mira hacia el sentido de circulación y cuando ve que no circula ningún vehículo o que se encuentra lejos, aprovecha para cruzar rápidamente y continuar su camino. El semáforo continúa en rojo para los peatones y algunas personas se miran la escena pensando: “algún día te llevarás un susto”. Este tipo de persona intenta llegar a tiempo a todas sus metas, aunque no siempre lo consiga. Si le preguntas sobre el camino, es muy posible que no se haya dado cuenta que en su trayecto había maravillas como la casa Batlló, la casa Ametller o la casa Milà. ¿De cuántas cosas no son conscientes durante su camino?
- El prudente o la prudente: a esta persona se le reconoce fácilmente porque aún cuando está en verde y la gente empieza cruzar, mira por si misma 2 veces antes de decidirse a cruzar. No se fía de nada ni de nadie, y se toma su tiempo de reflexión. A veces sabe dónde va y cuál es su meta. Otras en cambio duda un poco, aunque no sigue a la gente para conseguir su meta, sino que toma sus propias decisiones. Cuando sigue a su instinto, puede llegar muy lejos. Si por el contrario no avanza por falta de confianza, suele traerle disgustos. ¿Qué quiere evitar con esa falta de confianza? ¿Qué le impide fiarse de alguien? ¿Qué puede perder o ganar si se deja ayudar o aconsejar?
- El distraído o la distraída: ya lo habrás adivinado. Este tipo de personas se les reconoce porque están ensimismadas con algo. A veces con su conversación, otras con algún hecho concreto alrededor suyo o simplemente con algún detalle que para mucha gente puede pasar desapercibido. Mientras se concentra en su mundo, con el “rabillo” del ojo, sigue a la gente, que sin haberse dado cuenta, cruza en rojo. ¿Qué le puede pasar? Pues que sea atropellado por no estar atento (basado en hechos reales que he vivido yo mismo). Este tipo de personas no suele tener una meta fija o clara. Se deja llevar bastante por lo que sucede. Muchas veces es feliz, porque improvisar “mola mucho”. Otras muchas veces se pregunta porque las cosas no le salen como le gustaría o esperaba. ¡Hay amigo! ¿Qué pasaría si te sentaras a reflexionar un poco sobre lo qué quieres y cómo lo quieres? ¿Qué sucedería?
- El moralista o la moralista: ¡Qué gran personaje este! ¿Qué haríamos sin este tipo de personas? Se les identifica fácilmente porque mira con un poco de desprecio o desdén al que cruza en rojo y casi es atropellado. Suele increpar a los demás cuando hacen algo fuera de lo común (bajo su punto de vista “objetivo”) o cuando se saltan alguna norma. Porque está muy claro que este tipo de personas nunca, nunca, nunca han hecho lo mismo. ¿O sí? ¿Por qué les molesta tanto hasta el punto de increparte aún siendo simples observadores? ¿Para qué les sirve llamar la atención recordándote lo que has hecho mal? ¿Qué sienten al ver la posible infracción? ¿Cómo es la comunicación? ¿Cómo se siente el que recibe el mensaje?
Estos son algunos de los papeles o actitudes que uno puede identificar a diario caminando por las calles de una gran (o pequeña) ciudad. ¿Te has sentido identificado con alguno? ¿Con cuántos? ¿Qué tipo de papel adoptas tú habitualmente? ¿Cuál es tu actitud ante los obstáculos o contratiempos? ¿Te sientes cómodo o cómoda con tu actitud actual? Recuerda que tú eres el único líder de los objetivos y metas que te marques en tu vida. De ti dependerá cuando alcanzarlo y como te sentirás con ello, sin olvidar que los “semáforos” que te encuentres en tu camino, son parte del mismo, que te sirve para ordenar el entorno en el que nos movemos.
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