¿Un encuentro con lo real?

¿Un encuentro con lo real?

¿Un encuentro con lo real?

I.

Una de las nociones de lo real que más difusión ha tenido entre las distintas corrientes del psicoanálisis es la que desarrolla Lacan en su seminario sobre los cuatro conceptos fundamentales. Repasemos en lo que sigue estas formulaciones para plantear luego algunos problemas.

En la quinta clase del Seminario 11, Lacan hace referencia a una cuestión de largo alcance. Señala que se ha acusado al psicoanálisis de reducir la experiencia, de conducirla a una ontología de las tendencias, primitivas e internas, como si a eso se redujera la condición humana y no contaran para el sujeto los determinantes sociales –la lucha de clases, explícitamente–. Para algunos, el psicoanálisis lleva a un idealismo. Pero el psicoanálisis no plantea que ‘la vida es sueño’, dice Lacan. Y ante tal acusación sostiene lo siguiente: “El análisis, más que ninguna otra praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real.” (Ya veremos a que se refiere con esto del 'hueso'.)

Bien. ¿Dónde encontramos ese real?, pregunta retóricamente Lacan. Y responde: se trata de un encuentro azaroso repetido que está más allá de la insistencia de los signos. En su trabajo sobre el concepto fundamental de repetición, tomando el vocabulario de Aristóteles diferencia la 'tyche' –encuentro con lo real– y el 'automaton' –retorno de los signos (regido por el principio del placer)–. Lo real es lo que yace más allá del automaton, sostiene Lacan –en el caso del ‘hombre de los lobos’, por ejemplo, se trataría del primer encuentro con aquello que está tras el fantasma–.

La función de la tyche, de lo real como encuentro necesariamente fallido, se presentó en principio en la historia del psicoanálisis como el trauma. Y condujo luego a una pregunta fundamental: ¿por qué insisten los signos del trauma, como si hubiera una fijación al mismo? Esto contradice el principio rector de la vida anímica, el principio del placer. Lo real se separa así del tal principio y admite lo imposible en su economía.

Lo real es lo que va del trauma al fantasma, en tanto que ‘el fantasma es la pantalla que disimula algo absolutamente primero, determinante en la función de la repetición’. A esos encuentros que hacen concebir la realidad como sufrimiento, o como espera, Lacan los llamó ‘puntos radicales de lo real’. “Lo real hay que buscarlo más allá del sueño –en lo que el sueño ha recubierto, envuelto, escondido, tras la falta de representación–”, dice Lacan. Y agrega: “ese real gobierna nuestras actividades”. A esta altura de sus desarrollos teóricos, ese parece ser el real que nos designa el psicoanálisis. ¿Pero terminan acá sus avances teóricos y clínicos?

II.

Es necesario aquí hacer una discriminación entre las nociones de retorno y repetición. El retorno de lo simbólico reprimido puede dar lugar a una creación novedosa, aunque fuera la del síntoma. En la repetición, en cambio, se trata de un retorno desde lo real.

Ahora bien, lo real no es la realidad, sino más bien lo que subvierte la realidad. A la realidad pertenecen los códigos colectivos compartidos, los órdenes de hábitos y rutinas. Así, tiene un carácter en alguna medida previsible. Por el contrario, en la repetición como tyche, lo real irrumpe en acto y rompe la cobertura de la realidad creando una hiancia (béance). Es aquí donde el sujeto puede entrar en contacto con lo real. Esto puede anonadar al sujeto, hacerlo vacilar y hasta desvanecer. Se produce un desequilibrio en la economía subjetiva. Lo real irrumpe en forma pulsátil y la estructura de la realidad motoriza entonces un cierre. Si la vida transcurre en la dimensión de la realidad, lo real se presenta como experiencias puntuales. La realidad se estructura en el plano de la semejanza –regida por lo imaginario– y en el orden de los códigos –regidos por lo simbólico–. Pero el psicoanálisis no se orienta únicamente por lo simbólico y lo imaginario de la reconstrucción de la historia, aloja también las experiencias que conmueven el estatuto del sujeto. Más allá del tejido significante, más allá de la red de lo simbólico y lo imaginario, el psicoanálisis se encuentra con lo real de la estructura.

Las nociones que estamos trabajando remiten en gran medida al concepto de trauma. Se entiende aquí por trauma una circunstancia que produce un desequilibrio en el sujeto: algo se presenta repentinamente y genera una descompensación. Esta caracterización del trauma se aproxima, claro está, a la idea de lo real en el sentido de la tyche.

En una de sus acepciones el término ‘real’ hace referencia a lo que no puede ser asimilado a lo simbólico, aquello que no puede ser recubierto por los significantes, que no se integra de ningún modo a la cadena simbólica. Freud lo planteaba en términos (metafóricamente) energéticos, como aquello que resta como energía no ligada. La repetición del encuentro azaroso con lo real marca al sujeto como un trauma por la imposibilidad de asimilación simbólica. He ahí lo real como imposible. Un resto permanece por fuera de toda intención de significación. ¿Pero la conceptualización de lo real en Lacan se detiene aquí? Seguro que no.

III.

La elaboración de la noción de lo real que plantea Lacan en el Seminario 11, es una de las más importantes, sobre todo en la etapa anterior a los seminarios de los años ’70. Pero el problema, nos parece, es que a partir de aquí se han desarrollado formulaciones que han sido llevadas a los extremos de una polarización.

De un lado, encontramos lecturas que identifican ‘el hueso de lo real’ con la sustancia más dura, la materia concreta del cuerpo biológico y sus tendencias (o goces). Lacan se refiere a otra cosa. El efecto de la interpretación es aislar en el sujeto un hueso (Kern) de sin-sentido, dice Lacan. Lo cual no significa que la interpretación misma sea un sin-sentido. Por el contrario. La interpretación es una significación que no es cualquiera. No está abierta a todos los sentidos. Su significación no debe fallarse. Produce el efecto de hacer surgir un significante irreductible. Y ‘lo esencial es que el sujeto vea a qué significante sin-sentido, irreductible, traumático, está sujeto como sujeto’. En la terminología freudiana el 'Kern unseres Wesens' alude al ‘núcleo de nuestro ser’, que consiste en ‘mociones de deseos inconscientes’. Y si se trata de deseos, se trata de falta. Así, no puede haber nada más alejado de la idea de un hueso material sustancial que la noción de ‘falta en ser’ del sujeto deseante.

IV.

Del otro lado de la polarización referida, algunos autores hacen hincapié, no sin motivos, en la formulación de ‘lo real como lo imposible lógico-matemático’, señalando que se trataría aquí de la única ‘definición’ válida del registro de lo real. Recordemos que según una de las ‘fórmulas’ más potentes del seminario Encore, lo real se sitúa en los impases de la formalización –es decir, en las paradojas de la escritura lógico matemática–. En el escrito “L’Étourdit”, lo real se plantea a partir de la lógica de la sexuación y de su famosa ‘fórmula’: ‘no hay relación (rapport) sexual’.

Retomemos la línea argumentativa. A medida que avanza el Seminario 11, sobre los fundamentos del psicoanálisis, Lacan progresa en su conceptualización de lo real. En el contexto de sus elaboraciones sobre la mirada plantea que lo real se puede aprehender, en su incidencia dialéctica, por la esquizia –división, corte– que se produce en el sujeto en la repetición del encuentro fallido –de ahí que lo real se presente como ‘lo más cómplice’ de la pulsión–.

Si bien en psicoanálisis los conceptos no se cristalizan en definiciones, promediando el seminario Lacan plantea que debemos pensar el inconsciente como ‘la suma de los efectos de la palabra sobre el sujeto’. Entonces: “Si el psicoanálisis ha de constituirse como ciencia del inconsciente convendría partir de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje.” (Y recordemos, de paso, la ‘definición’ canónica del sujeto: ‘el sujeto es lo que un significante representa para otro significante’.)

El sujeto se constituye por los efectos del significante y está determinado por estos efectos primarios. Y el residuo último del efecto significante en el sujeto es la función del deseo. 'Desidero' es el cogito freudiano, dice Lacan. Y avanza: “Con el término sujeto no designamos el sustrato viviente necesario para el fenómeno subjetivo, ni ninguna especie de sustancia, ni ningún ser del conocimiento (…), ni siquiera el logos encarnado en alguna parte, sino el sujeto cartesiano, que aparece en el momento en que la duda se reconoce como certeza.”

Es notable entonces que algunos autores de las corrientes lacanianas más numerosas en la actualidad hayan sustituido en gran medida el concepto lacaniano de sujeto por una noción (singular) de 'parlêtre'; y que en la misma maniobra hayan invertido punto por punto el sentido de lo que expresa Lacan en la cita. A esta particular conceptualización del parlêtre se asocian nociones referentes al sustrato viviente –o ‘Un-cuerpo’–; se le atribuye una sustancia –en una lectura sesgada de la noción de ‘sustancia gozante’-; se le asigna un ser –con la invención del ‘ser de goce’–. Algunos autores, subrayamos.

Algunos otros autores del grupo contrario en la polarización critican duramente estas conceptualizaciones y formulan una noción de sujeto entendido a partir de una de las acepciones del término en la lengua francesa (sujet), la que designa el tema o asunto que se trata en cierta situación (en este caso, la situación analítica.)

Bien. Es cierto que en la lengua francesa la palabra ‘sujet’ alude a ‘tema’ o ‘asunto’–en castellano también existe esta acepción, pero no está entre las primeras (ni en el diccionario ni el uso corriente)–. Ahora bien, ¿en verdad lo que hacemos en la clínica psicoanalítica es tratar sujetos como ‘asuntos’ o ‘temas’? Seguro que esta acepción tiene la virtud de alejar el concepto de sujeto de las nociones de persona o individuo –y hasta de paciente–. Pero nos parece que las nociones de ‘tema’ o ‘asunto’ no alcanzan para definir al sujeto del psicoanálisis. Los autores aludidos también sostienen la complejidad del problema y no reducen la cuestión del sujeto a este único planteo.

V.

El modo de proceder de Freud en su campo es comparable, piensa Lacan, al modo de operar de Newton, Einstein o Planck en sus campos respectivos: es un ‘proceder a-cosmológico’ en el que se traza en lo real un surco nuevo.

La ciencia y el psicoanálisis, en algún punto, intentan producir lo mismo: una influencia en lo real a través de lo simbólico. Surcos nuevos con respecto al ‘conocimiento eterno que cabe atribuirle a Dios’. Descartes sienta las bases de una ciencia en la que Dios, a diferencia de la ciencia antigua, no tiene nada que ver. De ahí avanza Lacan. La meta final del discurso del seminario sobre los fundamentos es, en sus palabras: “formular la pregunta acerca de la posición del análisis en la ciencia”. Y agrega: “En la medida en que se considera que Dios nada tiene que ver en nuestra ciencia ¿puede el análisis situarse en ella?”

‘Nuestra ciencia’ es la ciencia moderna, en la forma que adoptó en el tiempo en que Lacan enunciaba esto, y también en nuestra época –con sus diferencias, que pasan en buena medida por la acentuación de ciertos rasgos en el avance de la tecnología–. Es el discurso de la tecno-ciencia en el que todos estamos atrapados, aquel que forma el contexto de la acción de todos en la época en que vivimos; modelo de la ciencia de la que tampoco puede librarse el psicoanalista: también forma parte de sus condiciones. Es respecto de esta ciencia (y del discurso ideológico de la ciencia, que no es lo mismo) que hay que situar al psicoanálisis, en una articulación del fenómeno del inconsciente con la revisión del fundamento del sujeto cartesiano.

Una pregunta esencial de la enseñanza de Lacan desde su inicio es –en sus propios términos–: ‘¿Qué orden de verdad genera nuestra praxis?’. A lo que se agrega: ‘¿Qué seguridad tenemos de que no estamos en la impostura?’.

El asunto que más nos interesa –el de las relaciones del psicoanálisis con la ciencia– permanece en estado de pregunta a lo largo de toda la obra de Lacan. Y es necesario, creemos, sostenerlo en tal estado de interrogación. La pregunta por la validez de la práctica del psicoanálisis no es independiente de la pregunta por la situación del psicoanálisis en el campo de la ciencia. No podría ser de otro modo: ‘el psicoanálisis proviene del mismo status que La ciencia’. Y por esta vía se avanza. En términos de Lacan: “La persistente ambigüedad en lo tocante a saber qué del análisis puede o no reducirse a la ciencia, se explica cuando uno repara en que el análisis entraña, en efecto, un más allá de la ciencia –de 'La' ciencia en el sentido moderno, cuyo status traté de mostrarles en el punto de partida cartesiano.”

Pasen por Psicoanálisis y Ciencia - Aproximaciones . Gracias.

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