Un homenaje a tres compañeros de viaje

Un homenaje a tres compañeros de viaje

La música siempre ha sido unos de mis grandes aliados para afrontar con la pasión e ilusión necesarias mi vida profesional. No solo como ese acompañante relajante en los momentos de reflexión y escritura de la multiplicidad de ideas para intentar aportar valor en los proyectos en los que he trabajado, sino como una fuente de inspiración en si misma. Letras que me han orientado, conmovido, reconfortado, ilusionado, animado o trasladado a una dimensión diferente desde la que he sido capaz de encontrar una nueva lucidez creativa. Momentos en los que me he sentido acompañado por sus creadores, traductores de una humanidad y espiritualidad necesaria para no verse engullido por la expresiva “vorágine laboral” o de forma menos dramática, pero más devastadora, “el día a día”.

El inicio del curso 2021-2022 he notado la orfandad laboral por la pérdida de uno de mis grandes sostenes postvacacionales: mi irrepetible Franco Battiato. Su carácter nómada, multicultural, abierto y comprometido que trasladaba en cada canción, en cada entrevista o, los que lo hemos disfrutado, en cada concierto era capaz de insuflarte una vitalidad superior, calmada a la vez que ilusionante. Desde “Gli Uccelli” hasta “Nomadi”, su sensibilidad optimista y su capacidad de construir espacios diferenciales a través de una “Perspectiva Nevski” nos queda en su universo creativo. De forma que, al menos, tenemos la certeza de que podremos seguir acudiendo a ella en momentos de necesidad de abstracción de lo cotidiano y tomar distancia hacia otro espacio paralelo.

La misma sensación que la vivida con el apagamiento en 2013 de la llama de Moustaki, ese otro gran re-corredor de caminos de vitalidad irreductible y compañero de tantas noches de preparación de clases y documentos en plena “Ma Solitude”.  De tratar de reivindicar el espíritu de “Ma Liberté” en momentos de pérdida de ilusión y de recuperar el valor de lo sencillo escuchando una y otra vez “Le facteur”. O de conmemorar la importancia del disfrute del momento, recordando sus más de tres horas de concierto una noche de los veranos de la villa, donde fue capaz de hacer infinitos los bises, mientras se mantuvieron por lo que éramos un público entregado.

En mi recuerdo, me quedan las ganas de haber disfrutado de ver con la misma fuerza en su último concierto en Madrid al referente poeta de esta suerte de trio inspirador. Me quedo mientras con la atmósfera melancólica que Leonard Cohen conseguía generar con “Famous Blue Raincoat” o “The Partizan”. De cómo te ayudaban a alargar las tardes y noches e incorporar tus propios anhelos a esa tarea cuyo deadline se te echaba encima. Al igual que “Hallelujah” ejercía de alivio final, siempre que no la asociaras al pie de su letra, y “Dance me to the end of love” la excusa perfecta para volver a casa y olvidarse de esa rueda inabordable del sistema y las ganas de transformarla, manifestada en “First we take Manhattan”. 

Seguiré acudiendo a ellos. Eso no me cabe duda. Pero cada año que los he ido perdiendo, he sido más consciente de su legado, a la vez que de lo mucho que voy a echar de menos la fuerza de su capacidad creativa. Desde aquí mi reconocimiento y mi agradecimiento. El saber que, en parte, lo que pueda decir mi CV profesional se lo debo también a ellos.

Beatriz Peón

Legal Director. Secretary of the BoD

3 años

De hecho, tres referencias de vida

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