Un Payaso en el Bus
Payaso real: Coquito en Bello, Antioquia, Colombia. Foto tomada de Comfama.com de Carlos Cardona

Un Payaso en el Bus

Viví en Bogotá 2 años. Cada mañana madrugado tomaba el bus hacia el trabajo, en la tarde hacia la universidad para mis estudios de maestría, y de noche para regresar a casa. Esos momentos de tránsito me dieron la oportunidad de reflexionar sobre lo que veía a mi alrededor, y como la gente se comportaba. 

Por ejemplo, todo aquel que viajaba en bus cumplía con el "protocolo del viajero en bus". Si viajabas en bus tenías la cara arrugada, mostrabas apatía, solo mirabas hacia enfrente, nada de conversación, y tus pertenencias bien abrazadas por protección.  

En aquella época, Colombia había tocado fondo y empezaba a salir de una recesión económica muy dura. El desempleo estaba en nivel récord. Tal vez por eso era muy común ver el "protocolo del viajero en bus". También me exponía a los 1 o 2 vendedores ambulantes que subían al bus en cada uno de mis trayectos. Los había comerciantes (promocionaban dulces, mentas, galletas), los había artistas (cantaban música en vivo o pregrabada), y no faltaban los que contaban su historia triste de la abuela enferma, mamá en clínica, e hijos sin comer.  

Era parte del plan diario. Subías al bus, si contabas con suerte tenías asiento y podías ver por la ventana. Si estaba lleno, tocaba ir de pie y muy atento a que nadie te sacara alguna pertenencia de tu bolso. El protocolo se cumplía sin falta. La gente era apática. Rara vez uno volteaba a ver al compañero de silla, y menos al vendedor ambulante de turno. Ni pensar en darle las gracias, o responder amablemente que no te interesaba lo que ofrecía.  

Por eso, la tarde en que Pancracio se trepó al bus en el que iba, la cosa fue distinta. El payaso, vestido de colores, sobresalía en el ambiente gris y serio del bus. Creía haberlo visto todo en cuanto a vendedores ambulantes, pero nunca había visto un payaso disfrazado y colorido en un bus. 

Saludó. Silencio total. Se presentó, pero nadie le ponía atención. Y empezó con la primera broma. No recuerdo que hizo o dijo, pero si recuerdo que se me salió una carcajada. 

Varios pasajeros me miraron raro, sentí un poco de vergüenza por salirme del protocolo. Quisiera pensar que mi risa lo alentó porque el payaso siguió con su acto varios minutos. Incluso, bromeando con pasajeros cerca de él, aunque estos no le siguieron el juego. Al terminar, dijo que se dedicaba a alegrar fiestas infantiles, al mismo tiempo que pasaba de silla en silla con la mano extendida para recibir las monedas que cualquiera quisiera darle. Dio las gracias, y bajó.  

Pensándolo bien, fue extraña la experiencia. Los pasajeros me miraban raro por reírme con fuerza, pero nadie miraba al payaso haciendo bromas. Esa tarde Pancracio me regaló alegría, y lo recuerdo muy bien, porque fui el único del bus en reír. 

Hoy reflexiono sobre esa anécdota... 

Como muchos emprendedores hoy, el payaso Pancracio quería sobresalir, mostrarse distinto, y cautivar a una clientela. En esos tiempos la publicidad era directa, masiva, no había smartphones. Supongo que tendría sentido para él llegar a las masas aprovechando los cúmulos que viajaban aburridos en bus. Él intentaba darse a conocer, llegarle a una audiencia que lo apreciara. Quería tener su "fanaticada".   

Las redes y multicanales de hoy facilitan la llegada a las masas, pero no eliminan el problema de fondo al que se enfrentaba Pancracio en cada subida de bus: quién es tu clientela, dónde está, y que espera de ti.  

Puede que esta sea una de las tantas trampas con las que toda MiPyme lucha. Veo como se repite la misma historia, y parece no disminuir o desaparecer de nuestra cotidianidad. Hay MiPymes (el vendedor ambulante en el bus) que busca una transacción, nada duradero, un intercambio oportunista. Prosperar en ese negocio no es posible, depende de la “multi-localidad” para permitirle la conveniencia al comprador, y peor, se compite por precio.  

Pancracio buscó otro tipo de transacción... crear un relacionamiento, una recordación de marca, hacerse memorable. Todo un emprendedor. Creo que su intención era buena, pero dudo que alguien lo haya contratado para una fiesta infantil de sus hijos. Promocionaba su oficio en un bus. Cierto, llegaba a mucha gente todos los días, pero no había credibilidad, había cero recomendación de sus otros clientes.   

Al final del día, los canales valen, te agregan valor, si llegas realmente a tu población objetivo.   

Creo que Pancracio pudo defenderse, reunir monedas para su sustento diario, pero difícilmente logró lo que buscaba: fortalecer su carrera en el mundo de la entretención. Bajó del bus ese día con una buena contribución de mi parte, pero sin una fanaticada que le diera sustento en el largo plazo.

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Muy buena reflexión! El emprendedor debe ser experto del problema que soluciona y cómo agregas valor a tus clientes, independiente del canal. Quizás, así como en los MVP, Pancracio aprendió que entretenía más a las personas del bus y pivotear su show para entregar más valor.

Muchas veces he sido Pancracio, he sido Jorge y he sido los del protocolo... conquistar y sostener la conquista depende de que tu mismo puedas sostener eso que hiciste para conquistar. ¿Fue algo que hiciste o fue quien fuiste? Puede tomarse más tiempo conquistar siendo quienes somos; pero garantizas la honestidad de lo que ofreces y que te hará estable en el tiempo. Gracias por compartirte Emprendedor Romántico... 🙏

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