Un repentino adios, Dylan
Hoy no solo desperté con un dolor de patria, también de madre. Estoy segura que la tuya oró cada minuto de estos tres largos días por tu recuperación, pero el destino fue otro y Dios tenía mejores planes para ti, estoy segura.
Te entiendo, en un país de tan pocas oportunidades, donde el estudio es un privilegio y no un derecho, a veces protestar puede ser un catalizador de tantas frustraciones que llevamos dentro, no puedo juzgarte, tal vez a tu edad yo también lo hubiera hecho. Simplemente que tu repentino adiós nos deja como sociedad un amargo sabor de boca.
Que hermosa familia tienes, con tanta fortaleza, no quisieron mover odios por tu situación, más bien llamaron al cese de agresiones, porque estoy segura que nuestro país puede lograr la anhelada paz y equidad social que tanto clamamos, pero debemos empezar a perdonarnos, porque de otra forma, continuaremos en este ciclo sangriento, donde las voces pacíficas son enterradas por actos vandálicos y oportunistas.
Me dueles en el alma, pero clavada en la mente también tengo al Esmad, minutos antes de que cayeras al suelo trabajaban impávidos para darle fin a la larga jornada de protestas, pero caíste en tierra con pocas opciones de sobrevivencia y nuevamente fuimos todos un solo pueblo llorando a sus hijos.
La violencia siempre será absurda y más cuando cobra una vida, espero que tu pronta partida nos enseñe a trabajar por una sociedad mejor para todos, porque en ocaciones que poco empáticos llegamos a ser con las dolencias ajenas. Espero que tu nombre lo recordemos siempre para entender los dos lados de la moneda y que las nuevas generaciones gocen de una Colombia justa y de verdaderos hermanos.
Paz en tu tumba y un abrazo para tu familia que te amará por siempre.