Un respiro para nuestros suelos
Publicado en Muy Interesante. Por Laura G. De Rivera

Un respiro para nuestros suelos

Publicado en Muy Interesante, 26 agosto 2022

Eran los lugareños que tenían que enfrentarse cada día al desierto —y no los gobernantes que vivían con aire acondicionado en las ciudades—, quienes la estaban poco a poco construyendo en sus campos, en sus poblados, aprovechando técnicas tradicionales de agricultura y de recogida de agua de lluvia y subterránea. En Burkina Faso, colocaron barreras de piedra alrededor de los campos de cultivo para aumentar la infiltración de agua de lluvia y contener su escape. Cavaron zais, una técnica milenaria —y baratísima— que consiste en hacer fosas de entre veinte y treinta centímetros de profundidad, separadas por un metro entre sí, que promueven la infiltración y retención de agua en periodos secos, además de servir para hacer compost de forma natural. En Níger, los granjeros volvieron a cuidar las semillas de árboles que germinaban de forma natural en sus tierras, después de haber estado sometidos durante casi cien años a una contraproducente ley impuesta por el colonialismo francés, que castigaba con la cárcel a quien cortara un árbol —la idea era impedir la deforestación, pero lo que consiguió esta norma fue que ningún campesino quisiera dejar crecer árboles en sus campos—. Tanto fue así que hoy el valle de Zinder, en Níger, ha multiplicado por cincuenta el número de árboles que tenía en 1975, según datos de la revista Smithsonian. Mientras, en Senegal, se han plantado más de cincuenta mil acacias de la especie Senegalia senegal, que además de todas las bondades descritas más arriba, producen goma arábiga, una fuente de ingresos asegurada para los aldeanos.

Erosión del suelo, declive de la fertilidad y del crecimiento en los campos y pérdida de áreas naturales. Son las consecuencias de los métodos actuales de trabajar los campos. Es decir, de la forma con que la industria satisface nuestra demanda creciente de alimento, pienso y forraje para los animales, fibras naturales y bioenergía. Por el momento, la situación precaria de nuestros suelos afecta al 50% de la humanidad, provocando hambrunas, inundaciones, escasez de agua y migraciones forzosas. Y la cosa no pinta bien: si todo sigue como hasta ahora, en 2050, la degradación del suelo afectará a dieciséis millones de kilómetros cuadrados. Pero no todo está perdido. Cada vez más casos de éxito, como la gran Muralla Verde en el Sahel o las propuestas de la agrosilvicultura, pueden servirnos de inspiración para revertir esta tendencia. 

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