...una advertencia a los pianistas “¡No tomen el piano como profesión a menos que tengan manos notables”
Clara Rodriguez en el Purcell Room del Southbank Centre, Londres. Crítica. Revista Musical Opinion
La distinguida pianista venezolana Clara Rodríguez es conocida por el cuidado con el que compila sus programas, y éste, en la Sala Purcell el 3 de diciembre, titulado Histoires D’Amour, no fue la excepción. En un concierto cuyo tema era explorar música inspirada por sentimientos de amor, anhelo y amistad, nos dió una clase magistral del arte interpretativo de la música de Debussy, Ravel y Reynaldo Hahn, el mismo terminó con música de América del Sur, por la cual Rodríguez ha hecho tanto a lo largo de los años. Entremezclado con textos relevantes leídos por Timothy Adès y William Roberts, fue una velada fascinante.
El concierto comenzó con dos éstudes de Debussy: Pour les degrés chromatiques y Pour les arpèges composés, que el propio compositor describió como extremadamente difíciles y con una advertencia a los pianistas “¡No tomen el piano como profesión a menos que tengan manos notables”! Clara Rodríguez no solo aportó una gran habilidad técnica, sino también una gran sensibilidad artística a su interpretación.
A continuación, una lectura del poema Claro de luna de Paul Verlaine, el cual inspiró la tercera sección de la Suite Bergamasque, precedió a la presentación de una de las composiciones más conocidas y amadas. Irresistiblemente simples, las piezas, sin embargo, requieren de un toque y habilidad consumados, que esta pianista posee en gran abundancia.
Luego siguió otra lectura que describía la intensa relación entre Marcel Proust y Reynaldo Hahn, en la que Proust dijo: “Todo lo que he hecho ha sido gracias a Reynaldo Hahn.” Premiéres Valses de Hahn exhibió tal estilo y pasión que es un misterio que no se toquen más a menudo. Aunque, como Rodríguez, proveniente de Venezuela, Hahn se mudó a Francia cuando era niño y es la música de ese país la que le da un toque particular en sus composiiciones.
Una lectura final del poema de Aloysius Bertrand presentó la secuencia “Ondine” de Gaspard de la Nuit, así como la Toccata de Le Tombeau de Couperin de Ravel, quien escribió que “probó con notas lo que el poeta expresara con palabras”. En la primera pieza, Rodríguez capturó elocuentemente el sonido del agua cayendo en cascadas, mientras que en la Toccata expresó la sonoridad de la dedicación al amigo del compositor que había muerto en la Primera Guerra Mundial, haciendo eco de la dedicación de todo el concierto a Robert Muller, el tatarabuelo del hijo de Rodríguez. El tatarabuelo de Leonardo, que luchó en Verdún.
De hecho, la segunda mitad del concierto se convirtió en una espléndida velada de familiares y amigos, con la violinista Freya Goldmark que se unió a Rodríguez para la Sonata para violín y piano de Hahn, el violonchelista Corentin Chassard para la Sonata para violonchelo y piano de Debussy, y Leonardo Muller-Rodriguez quien continúa la tradición musical de la familia. en el bajo eléctrico para dos piezas de despedida sudamericanas, Adiós Nonino, el sentido homenaje de Piazzolla a su padre, e Historia de un amor, el conocido adiós de Carlos Almarán a su amor perdido, un final apropiado para un magnfico concierto.
Ralph Hart. Musical Opinion. Enero 2019