TERESA CARREÑO ALUMNA Y DOCENTE por CLARA RODRIGUEZ

TERESA CARREÑO ALUMNA Y DOCENTE por CLARA RODRIGUEZ

El nombre de Teresa Carreño ha resonado en el mundo desde el día de su nacimiento en Caracas el 22 de diciembre de 1853 en el corazón de una familia profundamente musical.

Teresa Carreño fue una de las pianistas más exitosas del siglo XIX y XX, se presentó en toda Europa, Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Australasia y Sudáfrica durante una carrera en la que ganó la admiración de los músicos más destacados de su tiempo. Celebraron su talento músicos de la talla de Gounod, Rossini, Bizet, Liszt, Berlioz, Brahms y de los jóvenes pianistas como Claudio Arrau y Serge Rachmaninoff.

Tocó conciertos con la Filarmónica de Berlín con los directores Arthur Nikisch, August Scharrer y Hans von Bülow. También bajo la batuta del famoso compositor y director, Gustav Mahler.

Muchas veces interpretó el Concierto en la menor para piano y orquesta de Edward Grieg dirigida por el propio compositor. Se dice que él hizo el siguiente comentario a Teresa Carreño después de oírla tocar por primera vez: “Señora, no sabía que mi música era tan hermosa”.

Actuó varias veces en los conciertos de los “Proms” de Londres fundados por Henry Wood quien en una entrada en su diario dice sobre la pianista venezolana: “Es difícil expresar adecuadamente lo que todos los músicos sentían acerca de esta gran mujer que parecía una reina entre los pianistas, y tocaba como una diosa. En el instante en que subía al escenario, su dignidad sostenía a su audiencia que la miraba fijamente con atención mientras ella arreglaba la larga cola de su vestido. Su vigor masculino, su cantabile y su maravillosa precisión en la ejecución de pasajes de octavas emocionaban a todos los oyentes”.

Dando un resumido vistazo a su intensa vida podemos enumerar algunos aspectos:

Compuso, desde la edad de 6 años, cerca de 70 obras para piano, un cuarteto de cuerdas y un himno a Simón Bolívar. También, durante algún tiempo, se convirtió en una exitosa cantante de ópera e inclusive llegó a dirigirlas.

Se casó por primera vez, a la edad de veinte años, con el violinista Emil Sauret con quien tuvo una hija, Emilita. Desde los veintiséis años estuvo en una relación con el tenor Giovanni Tagliapietra y tuvo tres hijos, de los cuales solo dos sobrevivieron: Teresita y Giovanni.

En Berlín, donde vivió durante treinta años, se casó con el pianista Eugene D’Albert (1892-1895) y tuvo otras dos hijas, Eugenia y Hertha.

En 1902 se casó con Arturo Tagliapietra, hermano de su segundo esposo.

Los compositores norteamericanos Amy Beach y Edward MacDowell le dedicaron conciertos para piano y orquesta los cuales interpretó tanto como pudo en los Estados Unidos y en Europa.

Cuando la pianista británica Moura Lympany dió un recital en el Carnegie Hall en 1957, cuarenta años después de la muerte de Carreño, el volante que anunciaba su aparición contenía una cita de Los Angeles Herald & Express que decía: “Desde los días de Clara Schumann y de Teresa Carreño, han sido pocas las mujeres pianistas que podían contarse entre los grandes. Anoche Moura Lympany dió pruebas de poseer cualidades que la colocan en un lugar destacado entre sus colegas históricas “.

“Es mi mayor deseo en la vida, que mi público esté complacido”. Teresa Carreño se expresó de esa manera a muy corta edad cuando decidió ser una artista de por vida.

Ahora, para este artículo me gustaría hablar un poco sobre su educación y también sobre su papel como educadora, ya que me parece que el legado de los grandes pianistas también se puede encontrar en sus alumnos, pienso que es una forma de perpetuar el arte de tocar el piano.

El padre de Teresa Carreño, Manuel Antonio Carreño, comenzó a enseñarle a tocar el piano a la edad de seis años, escribiendo para ella cientos de ejercicios. Un admirador de la virtuosa pianista, el crítico William Mathews escribió un folleto sobre ella: Teresa Carreño, Biográfica y Crítica, publicado en Chicago cuando Carreño tenía treinta y tres años. En el mismo hay una entrevista donde ella le rinde homenaje a su padre en un intento de contradecir el mito creado por la prensa durante su época de niña prodigio ya que justo después de su debut en el Irving Hall de Nueva York a la edad de 8 años, los comentarios de la prensa declararon que ella podía tocar de una manera tan increíble gracias a algún tipo de sortilegio o milagro, ignorando todo el trabajo educativo que había hecho su padre. De hecho, Manuel Antonio Carreño se ocupó de su educación hasta que ella dejó la casa paterna a la edad de 18 años.

Teresa Carreño dice en dicho folleto lo siguiente: “El mejor método de practicar el piano nunca se ha publicado, fue el que mi padre empleó conmigo. Para hacer el trabajo más rápido y fácil, mi padre escribió quinientos ejercicios, que tuve que hacer todos los días, dichos ejercicios abarcaban todas las escalas, arpegios, trinos, terceras, octavas, etc., etc. y pasajes difíciles de diferentes obras de todos los compositores que conocía (¡y eran bastantes!); y esto lo tenía que hacer cada día en una tonalidad diferente, tanto mayor como menor, y cuando terminaba los veinticuatro modos, tenía que comenzar de nuevo, y así sucesivamente hasta, se supone, el final de mi vida. Tenía que recorrer todo el teclado, en cuatro o cinco “toques” diferentes, incluido en “staccato”. Como se puede imaginar, cuando llegó el momento de empezar los “estudios”, mi ejecución había llegado a tal punto que el control de las dificultades en éstos era una cuestión de facilidad comparativa y de un trabajo muy rápido. Hasta el día de hoy comienzo mi práctica siempre por hacer dos horas de estos ejercicios de mi padre, que por supuesto tengo que reducir a un cierto límite para poder hacer el resto de mi trabajo “.

Desde los nueve años hasta que se mudó a París, Teresa Carreño tuvo lecciones en Nueva York con el virtuoso y muy admirado pianista de la época en las Américas, Louis Moreau Gottschalk a quien le dedicó su valse Op. 1.

Después de hablar durante algún tiempo en una visita, Gottschalk se sentó al piano y tocó para el pequeño grupo familiar. La pequeña Teresa, que estaba apoyada en el hombro de su madre, estaba tan fascinada por la belleza de la música que quedó completamente abrumada y perdió el conocimiento. Esto asustó tanto a Gottschalk que la levantó y la llevó de un lado a otro de la habitación en sus brazos. Declaró que alguien con una naturaleza tan sensible debe estar excepcionalmente dotado, y que de ahora en adelante ella debería ser su alumna. Después de esto, le dio lecciones cada vez que estaba en Nueva York entre viajes de conciertos.

En la capital francesa estudió con Georges Mathias, un alumno de Chopin y a partir de 1868, con Anton Rubinstein quien fué un gran amigo de la familia, llamó a Teresa Carreño su hija adoptiva; como él mismo lo expresó, “nacieron bajo la misma estrella y eran, por tanto, familiares”. Declaró que no le enseñó nada, sino que dirigió su trabajo y, a menudo, la escuchó durante horas al día. Teresa Carreño recordó que tanto Gottschalk como Rubinstein caminaban constantemente mientras le daban clases. “Gottschalk siempre fumaba un puro, que se apagaba continuamente; Rubinstein siempre fumaba un cigarrillo mientras caminaba de un lado a otro, y como siempre se apagaba, un día le dije: “Papá, fumas más cerillas que cigarrillos”.

Teresa Carreño a su vez fue muy querida como profesora. Sus alumnos hablan de su gran generosidad y calidez; una de ellas, Marta Milinowsky escribió su biografía en 1940 “Teresa Carreño, por la gracia de Dios” y otra, Adelaide C. Okell, escribió el prefacio y publicó en 1919 una guía que Teresa Carreño escribió sobre el tema del pedal:

” Posibilidades de color por el uso artístico de los pedales “. En dicho manual, Carreño explica con el mayor detalle posible la sutil mecánica del pedal. Según Okell, Carreño dijo: “Si una estudiante no resuelve los efectos del pedal por sí misma, después de todo lo que le muestro sobre el tema, ¡no tiene remedio!”

Para Teresa Carreño, la producción del sonido en el piano era el aspecto más importante y para lograrlo decía:

“El gran principio de tocar el piano, la relajación, es lo que busco infatigablemente inculcar en mis alumnos. Por relajación no me refiero a la flacidez, o la tendencia de algunos estudiantes a desmayarse y nadar por todo el piano. La relajación significa control, y afecta la mentalidad del pianista no menos que sus brazos, muñecas y dedos. Deseo que mis alumnos sientan que tocar el piano es fácil, no difícil; hacer que consideren la práctica como una alegría, no como una carga; que vayan al piano como el pintor, con una hermosa idea para expresar, va a su lienzo, toma su paleta y pinceles y mezcla sus colores. Pero la tensión bajo la cual tocan tantos pianistas es terrible. Se nota incluso en los músculos del cuello y en la cara. Ahora esa angustia física se comunica con el intelecto, de modo que la interpretación sufre. Cuando escucho a tales pianistas en recitales, instantáneamente siento todas las molestias que están experimentando. Pero muy pocos estudiantes de piano entienden que la relajación se logra mediante un proceso mental “.

Su famoso alumno, Edward MacDowell, tenía unos nueve años cuando comenzó a estudiar con ella. Teresa Carreño tenía algunas anécdotas que contar sobre el famoso compositor: “Su antebrazo estaba muy rígido y tuve un sinfín de problemas con él”, “Solía sentarme al teclado e ilustrar y luego le decía: ‘Ahora, Eddie, hazlo como lo hice’. “Él respondía: No puedo, esa eres tú, no yo “. Sin embargo, mis ejemplos tuvieron un buen efecto sobre él y durante toda su vida, aquellos que lo conocieron se dieron cuenta de lo fervientemente que trabajaba por tener los brazos y las manos relajados.”

A la edad de diecisiete años, MacDowell envió a Teresa Carreño un rollo de manuscritos, acompañados de una carta en la que decía: “Sabes, siempre he tenido absoluta confianza en tu juicio. Mira esto, si quieres. Si hay algo bueno, intentaré un poco más, pero si crees que no tiene valor, tíralo a la cesta de papel y dímelo, y nunca escribiré otra línea “.

Teresa Carreño dijo: “Me senté y los toqué. Había en ese paquete, la Primera Suite, “Hexentanz”, “Erzählen”, la Barcarolle y el Etude de Concert. Le escribí a MacDowell: “¡No tires más nada a la canasta de papel, sigue escribiendo!”

Teresa Carreño era conocida entre sus alumnos por la franqueza de sus comentarios, decía por ejemplo:

“ Las lecciones de música amplían el punto de vista del alumno sobre la vida”

“Tengo un método, hay tres divisiones en él: primero, Relajación; segundo, saber qué hacer; tercero, ¡hacerlo! “

“Todo en tocar el piano es el color del tono”.

“Hay cientos de matices entre ‘fuerte’ y ‘piano'”.

“Es una humillación tanto para el pianista como para el piano, cuando la música se toca mecánicamente, sin pensar, “.

“¡No queremos corredores de automóviles! ¡La velocidad no es arte! “

“Uno debe aprender a conocer sus herramientas: cómo usar sus brazos, sus manos; sus dedos. ¡Cuando se cava en un jardín, se usa una pala, no una pelota de goma! “

La realización de Carreño como maestra la describe con el siguiente comentario mientras leía las numerosas cartas y mensajes de afecto que recibía de sus alumnos: “Esto, después de todo, es el mayor deleite en la vida de un maestro, o debería ser, todo éste amor maternal que uno le da a sus alumnos y ver que ellos corresponden. No he tenido una felicidad comparable a la de contemplar cómo recurren a mí como a una madre. Comprender el alma del alumno es el deber más importante del maestro “.

“Una de las pianistas más grandes de todas las épocas, ha muerto en Nueva York el martes 2 de junio”, dice el título de un artículo que apareció en la prensa estadounidense. Teresa Carreño murió en su casa de Nueva York en 1917. Entre los portadores de su ataúd estaban Ignace Jan Paderewski, Ernest Hutcheson, Walter Damrosch, Walter Josef Stransky, Mischa Elman, Franz Kneisel, Albert Spalding y Charles Steinway.

 Louis K. Anspacher pronunció un discurso conmemorativo en el que mencionó el hecho de que ella había estado en el escenario durante más de medio siglo y que había tocado en la Casa Blanca para los presidentes Lincoln y Wilson, también, que había sido una maravillosa madre y amiga y prosiguió con el siguiente texto: “Como artista, era una mujer-maestra, llena de energía inspiradora, con un propósito triunfante y majestuoso. Ella era realmente una Valkiria entre los pianistas. Por encima de todas las cosas, ella era un alma iniciada y consagrada. “

Sus cenizas fueron luego repatriadas a Venezuela y se guardan en el Panteón Nacional en Caracas.


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