Una industria en tierra de nadie
La industria asturiana sigue en tierra de nadie. Pasan los meses y desde luego, si fuera por las promesas escuchadas, ahora mismo deberíamos ser líderes mundiales en productividad y empleo. La realidad es ciertamente distinta.
Nos estamos acercando a un punto de no retorno en el que el aumento de los costes de producción (causados en buena medida por el incremento de la factura eléctrica) coinciden en el tiempo con los planes de descarbonización que se han planteado desde Bruselas. Van a llegar fondos, sí; pero corremos el peligro de que las condiciones sean tan adversas que la propia industria decida marcharse antes de que lleguen.
¿Hay soluciones? El Parlamento Europeo está dando forma durante estos meses al ajuste de carbono en frontera, una herramienta de la que ya se ha hablado en Asturias como potencial igualador de fuerzas para la gran industria nacional. La idea es gravar con impuestos aquellas materias primas que procedan de terceros países y que no respeten las exigencias medioambientales europeas: si quieres vender tu producto en la UE, te tienes que atener a la fórmula tanto contaminas, tanto pagas.
Rusia y China ya han reaccionado anunciando su oposición frontal y conjunta a la medida. Rechazan lo que consideran nuevas barreras al comercio internacional fundamentadas en la lucha contra el cambio climático. Tampoco ha caído especialmente bien la medida en otros socios comerciales de la UE como Estados Unidos. La única forma de evitar que el mecanismo se aplique al producto importado de fuera es si viene de un territorio con precios de CO2 similares a los europeos.
A nivel europeo, los derechos de emisión gratuitos para la industria se irán extinguiendo de forma progresiva. De lo contrario, el mecanismo de ajuste de carbono en frontera podría ser cuestionado ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por ser más una medida proteccionista que climática. Lo crucial es garantizar que la eliminación sea gradual y digerible para no mermar nuestra competitividad, y eso es lo que estoy intentando hacer desde el Parlamento.
En esencia, la medida también debe servir como incentivo para que las empresas que funcionen desde terceros países reconsideren su modelo de negocio y se alineen con la tendencia global abierta por Europa de repensar la forma en la que fabricamos las cosas. Europa tiene experiencia marcando estándares internacionales, pero en la transición, no podemos permitirnos el lujo de perder músculo y que la nueva industria verde se convierta en realidad fuera de nuestras fronteras.
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Aunque sigamos dando forma al impuesto, muchos otros problemas siguen sin abordarse. Con el ajuste de carbono en frontera se busca penalizar a aquellas empresas que no han adaptado su producción a modelos más sostenibles, sí, pero ¿qué ocurre con los costes energéticos?
Producir en España hoy en día es casi un acto de fe. Y no hablo de la posibilidad de irse a China, Turquía o Marruecos. La factura eléctrica para una gran empresa electrointensiva alcanzó los 120 euros por megavatio/hora en España frente a los 50 de Francia y los 36 de Alemania.
A nivel nacional, el asunto se trató de abordar con el estatuto de las electrointensivas: una herramienta que se anunció, se puso en marcha y, a lo largo del proceso, fue perdiendo fuelle hasta convertirse en lo que es hoy, un brindis al sol sin ningún impacto real en la actividad productiva de la gran industria.
Hace apenas una semana, el Congreso tomó en consideración la propuesta asturiana de considerar la gran industria como un “sector estratégico”. Se pretende que este respaldo de la Cámara baja sirva como una enmienda al estatuto del que hablábamos antes. Que se articulen nuevas medidas que rebajen la factura de la luz de forma efectiva. De momento, a oídos de los asturianos esto sólo es una declaración de intenciones más.
Es hora de pasar de las palabras a los hechos. De las declaraciones al papel y la normativa. Hora de proteger nuestra industria ante la competencia de aquellos países que no quieran tomar medidas frente a la crisis medioambiental que tenemos por delante. Desde Bruselas no se está escatimando en medios y propuestas. A nivel nacional seguimos a la espera de medidas eficaces que defiendan los miles de empleos de calidad y la autonomía estratégica que aporta la industria. El tiempo se agota.
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2 añosLa industria asturiana, la economía de Asturias, ha tenido crisis constantes gracias a los sucesivos gobiernos socialistas estatales y regionales. Posee un paralelismo muy fuerte con la ruina de Andalucía. Es un contraste muy fuerte comparar el final de la década de los setenta con los tiempos actuales. Pasar del fomento de la iniciativa, del emprendimiento, de valerse por uno mismo, a los subsidios y las pensiones que son las que principalmente sostienen a la población de mi tierra. La "Reconversión", las cuotas ganaderas, el ataque a la agricultura, la dificultad de establecerse, los impuestos sangrantes, la dejadez, la falta de políticas adecuadas, el abandono de la excelencia en la enseñanza profesional (Ej: Universidad Laboral), el abandono de la minería y la siderurgia sin crear opciones alternativas, el colocar a dedo a gente enchufada e inexperta dirigiendo y gestionando lo que no debe, las huelgas violentas con sus sindicalistas y patronos de dudosa reputación... Me lo conozco todo bastante bien, porque tuvimos que emigrar de allí.