Una Sociedad que facilita la pederastia
Suena feo, ¿no? Repasemos.
Me encontré con un tuit en el que relataban una historia de acoso sexual infantil. Se trataba de una persona menor de edad, de 14 años, llamémosla X. X había ido a pasar unos días de playa a un hotel al sur de España junto a sus amigos del colegio. Dentro del hotel, conoció a un huésped, un tipo de 28 años que fue bastante buena onda y se divirtieron juntos y al final intercambiaron instagrams. Por la noche el tipo le envió un mensaje a X y le hizo una insinuación sexual bastante directa. La menor de edad evadió la propuesta y el tío le planteó juntarse para fumar marihuana juntos a escondidas. Lo hicieron. A X le cayó mal y el de 28 años le propuso ir a su cuarto hasta que se le pasara el malestar. Una vez ahí, la persona menor de edad notó que el tipo estaba nuevamente insinuándose de manera sexual y quiso irse. Él insistió en que se quedara, bloqueó la salida físicamente en un par de ocasiones y eventualmente X pudo irse. Lejos de quedar ahí el tema, el chico de 28 años envió más mensajes por instagram, nuevamente insinuando alguna situación sexual y finalmente recibió una respuesta contundente en la que la persona de 14 años le dijo que se detenga, que era menor de edad y él tenía 28 años. Él le respondió que en realidad tenía 16 años, omitiendo u olvidando que, cuando se conocieron, le reveló su edad y había podido revisar su documento de identidad en otro momento.
¿Cómo reaccionaron las redes? En realidad, bastante coherente con la forma en la que se espera que reaccionen, tratándose de una sociedad donde existe una cultura de violación y una tolerancia casi absoluta hacia la pederastia. Las críticas fueron dirigidas a dos individuos: Para algunos, la menor de edad no debería haber dado su instagram, para otros ni siquiera debería haber hablado con un extraño en el hotel. Otros criticaban que haya salido de noche a escondidas, otros la culpan por haber ido a fumar marihuana, otras personas destacaban el poco cuidado de esta persona por meterse en la habitación de un desconocido y un largo etcétera. El segundo foco implicaba críticas a los padres de X, básicamente por no haber sido buenos padres o no darle una buena crianza o no haber estado monitoreando lo que hacían o por permitirles a sus hijos tener redes sociales siendo menores de edad, etc. Fue penoso tener que escarbar entre la lista de comentarios para poder encontrar algunos que dirigieran las críticas a quien correspondía: el pedófilo.
Esto no es nada nuevo: los pedófilos y pederastas deben estar más que acostumbrados a entender que viven en una sociedad que, para suerte de ellos, suele criticar y culpabilizar a la víctima y no al abusador sexual infantil. Se la llevan fácil. La sociedad, que no es muy consciente de cuál es su comportamiento y alucinan que tiene un level de ética elevadísimo, en realidad construye discursos que protegen a los pedófilos o les hacen la vida más fácil. Por ejemplo, cuando nos encontramos ante un grupo que ha enfrentado constantes acusaciones durante décadas y condenas por pederastia y que, encima, se conoce que han tratado de silenciar u omitir las penalizaciones a quienes fueron declarados culpables, la reacción de la población es que “no son todos” y siguen yendo religiosamente todos los domingos a darles propina. Creo que queda claro que esa imagen de rechazo hacia la pederastia no es más que eso: una imagen; una máscara. La pederastia es detestable, pero solo mientras sea cómodo criticarla, porque si reprocharla implica alguna inconveniencia mínima, somos capaces de apoyar a quienes permiten que siga existiendo impunidad en los crímenes de pederastia. Por ejemplo, votar por una candidata presidencial cuya mayoría congresal bloqueó la investigación al sodalicio, grupo cristiano con serias acusaciones de violación de niños, se vota por ella con total tranquilidad; que se jodan los niños. ¿Por qué sus padres no prestaron más atención? ¿Por qué los niños se demoraron en hacer las denuncias? Cuando se trata de votar por una candidata presidencial que defiende abiertamente a un juez como Hinostroza, a quien todos los peruanos escuchamos llamadas telefónicas publicadas en los noticieros en las que él negociaba la libertad de un violador de una niña a cambio de favores, votan con total tranquilidad por ella. Que se jodan los niños. Mejor esta candidata que tiene un historial de proteger a pederastas a poner en riesgo nuestra estabilidad económica.
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La sociedad no es tan crítica con la pederastia como creemos que es. Es bastante permisiva. No solo en el Perú, que es de donde saqué los últimos dos ejemplos, sino que vemos que, por lo menos en España, también sucede algo bastante similar: Una menor de edad comparte su experiencia en redes y, en respuesta, la critican a ella y a sus padres; pero no al potencial violador de niños.
Una menor de edad tiene todo el derecho del mundo a ir de viaje con sus amigos, a pasar un verano lindo en la playa, a conocer a personas nuevas, a interactuar con gente dentro del hotel, a tener redes sociales, etc. Los padres tienen todo el derecho del mundo a darle lo mejor a sus hijos, a mimarlos con viajes, a llevarlos a la playa, a pagarles un hotel. Lo que no puede suceder es que alguien intente violar a niños. Eso es lo que no encaja aquí. No tiene que ver con “eso te pasa por tal o cual acción”, sino con el hecho de que violar está mal. Violar niños debería ser considerado como uno de los crímenes más graves que pueden ocurrir en nuestra sociedad y debería causarnos veradadera indignación, no esta máscara de cabreo; no culpabilizar a la víctima, justificando el actuar de un agresor sexual infantil; mucho menos darle nuestro apoyo a individuos que defienden pederastas abiertamente.
¿Sonaba feo lo de “sociedad que permite la pederastia”?
Te cuento que formamos parte de ella.
Buen punto de vista. Y tienes mucha razón cuando hablas de culpar a la víctima, eso es demasiado común, qué horror! En mi (humilde) opinión, sin embargo, no podemos “repudiar a todo un grupo” por las acciones de algunos. Los niños no pueden dejar de ir al colegio porque hay un buen (mal, en realidad) puñado de indeseables que han violado niños. A esos hay que lapidarlos, cadena perpetua, muerte civil y todo lo que se nos ocurra.