¡Uy trabajas con adolescentes! ¡Qué paciencia! ¡Qué vocación!

La cara de muchos de mis interlocutores cuando se enteran que trabajo en una escuela secundaria refleja horror. ¿Cómo podés soportar adolescentes todo el día?

Mi respuesta es generalmente recurrir a algún cliché sobre la paciencia.

Me resulta imposible explicar en esos momentos todas las alegrías que uno experimenta a diario en la escuela. No logro, por lo general, transmitir lo divertido qué es el desafió de hacer entender a un joven porque las cosas son como son; que se puede disfrutar al ver como esa tan temida rebeldía adolescente se convierte en una enorme energía orientada hacia una noble causa.

Cada persona tiene una combinación de inquietudes mentales y motivaciones que cuando se combinan en la proporción correcta producen una explosión de sana energía. Es mi desafió diario y el de cientos de miles de docentes a lo largo y ancho del mundo encontrar esas proporciones y divertirse viendo esa sana energía en acción.

¿Cómo explicar que hay miles de pequeños escalones que llevan a los chicos hasta el cielo si uno sabe guiarlos para que vayan subiéndolos de a uno y a la vez mostrarles cómo van despegándose del suelo? Y además que cuando ya se dan cuenta que están a una buena altura, empiezan a correr cuesta arriba de una manera que parece que vuelan.

Cuántas alegrías nos dan cuando los vemos a esas alturas. Y cuánto compensan esas alegrías los momentos quizás feos de alguna rebeldía circunstancial.

Claro, es posible que haya que tener un paladar especial, para poder saborear el crecimiento de estas personitas que están aprendiendo a desenvolverse en el mundo. Y está ahí el secreto de la paciencia, sabemos que van a crecer y estamos viendo esos escaloncitos que van subiendo.

Algunos nacen con ese paladar, otros lo vamos desarrollando con el tiempo, pero sin duda, como tantas otras habilidades y experiencias en la sociedad, quienes tenemos esta habilidad desarrollada formamos una cofradía especial, la de los maestros, por momentos inentendible para los ajenos.

Agradezco todos los días a quienes fueron mis maestros y me enseñaron, con su ejemplo y en muchos casos con su explicación los secretos del arte de enseñar.

Hoy, 11 de septiembre, se festeja en Argentina el día de estos maestros.

¡Feliz día a todos los que disfrutan y enseñan a disfrutar el placer de enseñar!