Va a llegar el día.
Daniel Pacheco

Va a llegar el día.

Va a llegar el día en el que se comprenda que las palabras crean realidad y son el ámbito en el cual los seres humano estamos inmersos desde que nacemos, nos guste o no, vivimos en el lenguaje. Cuando nos demos cuenta que para que las palabras cobren vida y tengan un verdadero valor, debemos actuar en congruencia con los que decimos dejaremos de mentirnos. De nada sirve predicar y hablar de cuestiones que son ajenas a nuestros verdaderos intereses y no se encuentran dentro de nuestra esfera de atención o intenciones verdaderas.

Según Noam Chomsky el cerebro humano está configurado biológicamente para el lenguaje desde el desarrollo intrauterino, y esta condición es necesaria para poder pensar, claramente las imágenes también hacen al pensamiento desde que somos seres muy visuales y gran parte de nuestro cerebro, más precisamente el Lóbulo Occipital está exclusivamente dedicado con cada una de las neuronas y sinapsis a decodificar las imágenes que percibimos desde nuestra retina, y luego darles un sentido. Entonces palabras, sonidos e imágenes hacen a nuestro modo de comunicarnos.

Al no saber como definir estrategias o condiciones imperantes en el momento presente en los ámbitos organizacionales, se suelen utilizar para intentar definir algo, aún de un modo muy vago, composiciones idiomáticas como por ejemplo cuando se habla de los complejos contextos actuales llamándolos (y tomándolo de términos del inglés) VUCA (Volátil, incierto, cambiante y ambiguo), o BANI (Quebradizo, Ansioso, no lineal e incomprensible), como el mismo acrónimo que termina por no definir absolutamente nada.

Llamar las cosas por su nombre, solía ser un modo directo de entendernos. Al no saber como definir las situaciones y ser incapaces de reconocerlo hemos comenzado a llenar de palabras vacías de significado los conceptos que manifiestan el desconocimiento respecto a como comprender, interpretar o definir lo que nos pasa. Nos perdemos en escusas políticamente correctas, porque no nos atrevemos a definir inequívocamente lo que verdaderamente pensamos, sentimos o creemos sobre una situación determinada, simplemente no nos atrevemos a dejar claro que no sabemos o aún peor tenemos intenciones oscuramente ocultas.

Vivimos inmersos en crisis de todo tipo: sanitaria, psicológica, geopolítica, ambiental, económica, y social, debido fundamentalmente al hecho de no hacernos cargo de nuestro rol individual dentro de las construcciones sociales que influyen decididamente la vida de gran parte de la población mundial. Ya el trabajo que solía ser un gran ordenador social ha dejado de ser significativo, el 44% de los trabajadores se siente estresado, no encuentran un verdadero compromiso 2 de cada 10 y el 60% no siente que está prosperando gracias a su esfuerzo, según trabajos en LinkedIn.

Claramente las redes informales dentro de los ámbitos laborales reflejan la Cultura Organizacional en la praxis, y es desde ahí desde donde necesitamos comenzar a comprender cuáles podrían ser la razones para que el 70/75% de los trabajadores en Latam al menos, estén permanentemente en busca de otros trabajos, precisamente porque ya no encuentran un verdadero sentido de pertenencia, una visión inspiradora o las condiciones para su desarrollo tanto profesional como personal y familiar.

Lo claro es que siempre se trata de una puja de intereses y no hay modo de conciliar quien se queda con el producto del esfuerzo, si van a ser los directorios sedientos de resultados y ganancias, o los trabajadores insatisfechos en contextos complejos y cambiantes que no logran mantenerse a flote. Quizá sea hora de reconsiderar cuales son las razones por las cuales hacemos lo que hacemos y para qué, lo hacemos. Hasta que la calidad, la ecología, la sinergia y el respeto por todos los involucrados en un emprendimiento y una sociedad, no sean tenidos en cuenta, difícilmente logremos construir modelos relacionales sanos y sustentables.

Va a llegar el día en que por más bajo costo de producción o por más baratos que sean los servicios que brindamos, no va a haber quien consuma, compre o utilice lo que vendemos, ya que no generar posibilidades de ingresos a las personas reduce paulatinamente el mercado, y uno de los grandes daños socioeconómico a nivel global, es y ha sido la obscena concentración de riquezas en pocas manos. Necesitamos un esquema de producción, cuidado del ecosistema y consideración de circularidad social que incluya a la mayoría promoviendo el respeto por el prójimo, la empatía y el cuidado de considerar esquemas redistributivos equitativos.

La educación es clave. Sabemos que hay organizaciones que prefieren tener jefes funcionales y no promover o crear líderes. Los valores son los cimientos ante cualquier posibilidad de edificación de un sistema amigable con la vida, la naturaleza y los recursos. Ya es hora de asumir que los seres humanos hemos equivocado el camino y con las posibilidades tecnológicas actuales debemos avocarnos a encontrar nuevas maneras de llevar los mercados, el consumo, los productos y la vida a nivel superior.

Va a llegar el día cuando sea imposible revertir el daño, auto condenándonos a la extinción junto a todas las especies que desaparecen cada año del planeta, precisamente por nuestra desidia, desinterés y avaricia. Anhelo que podamos recapacitar, hacernos cargo, ser honestos intelectualmente, sabiendo que para nuestro cerebro no hay diferencia entre una ilusión y una percepción, es que podemos juntos crear las condiciones que nos lleven a ilusionarnos unos con otros, de manera tal que tengamos el valor de decir lo que nos pasa, condenar lo que sostiene sistemas perversos de concentración a costa de una posibilidad de mejora continua.

Dejemos de hablar sin decir nada, sin compromiso verdadero con nuestras propias afirmaciones. Y no aceptemos que los gurúes del modernismo nos tomen el pelo, vendiéndonos falsas expectativas envueltas en supuestas buenas intenciones que muchas veces no son tal. Si todo está mal, es hora de arreglarlo, pero necesitamos reconsiderar nuestro rol en perpetrar el esquema irresponsable de daño a la vida.

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