Valentía, responsabilidad y autoconocimiento: Factores clave en mi desarrollo como líder

Quien aspire a ser líder y verdaderamente busque impactar en sus equipos deberá dominar sus temores a través de conocerse a sí mismo.

Hoy es mi cumpleaños número 50, lo que me llena de orgullo y emoción. Nací en la década de los 70, en un México donde aún no se hablaba de equidad de género. Tengo un hermano gemelo varón y, ahora, varias décadas después, me doy cuenta que mis padres nunca plantearon que entre mi hermano y yo pudiera existir alguna diferencia. Cuando eres niño esto no lo valoras, no lo notas, pero me parece que esta es la base de apoyo que fundamenta a los líderes. Se trata de ser conscientes de cómo educamos a los pequeños, cómo los empoderamos, cómo tratamos a las niñas y a los niños con respecto a su desarrollo como personas y futuros líderes. Mis padres fueron los primeros en darme esta gran lección de liderazgo. Mis elecciones de vida se han encargado de las siguientes.

Desde niña siempre me gustó ser líder de grupo, me sentía muy bien formando equipos para cumplir diversos objetivos. Todo lo cuestionaba –hasta la fecha lo hago–. Nunca me gustó quedarme con la primera versión de algo, siempre preguntaba e investigaba. Con el paso del tiempo caes en la cuenta de que no a todos les gusta ser cuestionados o que retes su manera de pensar. Sin embargo, considero que esta es una característica de liderazgo, lo mismo que analizar y saber escuchar.

Esta manera de ser también conlleva responsabilidad –lo que muy claro me quedó mientras cursaba la carrera de Derecho–. Cuando la gente te escucha, te sigue, quiere decir que influyes. Por lo que debes ser consciente y responsable para hacer las cosas correctamente, e influir de manera positiva en un grupo o en la sociedad entera.

Comencé a trabajar desde los 20 años en un despacho pequeño, mientras estaba en la universidad. Asistía a las reuniones, tomaba notas y escuchaba con atención todo lo que se discutía. Eso me fogueó muchísimo. Ya para 1995, empecé a trabajar en Ford, que estaba trayendo su Financiera a México. Este fue un gran reto; conviví con gente de profesiones diversas y maneras de pensar distintas con respecto a la participación de las mujeres. Me di cuenta de lo mucho que me gustaba saber de nuevas tecnologías, de la operación de la empresa, comprender sus números e interpretarlos. El hecho de que mi formación profesional no estuviera enfocada en estos temas no significó para mí un obstáculo –todo cambia y tu conocimiento lo adaptas dependiendo de lo que decides hacer en la vida–. Decidí que si quería avanzar debía seguir estudiando y entender perfectamente lo que hacía la empresa. Esta transición, hasta ese momento, fue la más abrupta que había experimentado. Decidí salir de mi zona de confort, sin miedo y con todo el entusiasmo. En tres años pasamos de ser 10 personas en el equipo a 400; nuestro portafolio creció de manera muy importante y tuve la oportunidad de liderar el área jurídica, de Relaciones Públicas, Relación con Gobierno y Cámaras –no es que me lo hubieran ofrecido–. Decidí ser proactiva, levanté la mano y dije “denme la posición por seis meses, y si no puedo, me corren”. Tenía 27 años.

Estoy plenamente convencida de que la preparación nunca debe parar. Retémonos, aprendamos rápido. Para crecer en el mundo corporativo –o tener nuestro propio negocio– necesitamos el conocimiento académico, técnico y también softskills. Para mí este ha sido el principal reto, prepararme, entender qué se espera de mí y tener claras mis expectativas.

Mucho me han preguntado en diversos foros y entrevistas cómo he logrado trabajar en industrias tan diversas, como en la automotriz, de consumo o química. La realidad es que no se trata de convertirse en el que todo lo sabe; se trata de ser consciente de que tienes ciertas características de liderazgo, que debes involucrarte, entender y comprender que tú no eres el experto, pero sí te puedes adaptar y estar dispuesto a escuchar y aprender. Siempre rodeado de personas mejores que tú, que te ayuden a crecer.

Cuatro años después de que ingresé a Dupont me ofrecieron la presidencia de la compañía. Fui la primera mujer en serlo, la primera no ingeniera, la primera mexicana y la primera menor de 50 años. Esta posición me vino a reafirmar el hecho de que ser líder no quiere decir que eres el más sabio, ni el mejor. Tampoco que eres mejor que los demás. Pero sí que tus características de liderazgo te colocaron en ese lugar, y que para alcanzar los objetivos debes ser empático y tener espíritu de colaboración. Encontré la manera de adaptar mis características de liderazgo para desarrollar al equipo e impulsar el negocio.

¿Qué si tuve miedo? Sí, claro. Y aunque también influye la educación desde casa, se tiene que trabajar duro en el autoconocimiento para dominar el miedo. Esta capacidad pocas veces se nos da naturalmente. Muchas veces he sentido mariposas en el estómago y un pavor terrible –de esos que no te dejan ni comer–. Sin embargo, en esas situaciones es cuando mejor me ha ido y cuando más he crecido; porque he estado dispuesta a tomar riesgos, asumiendo las consecuencias buenas y malas.

Una vez que llegas a un puesto de liderazgo es mucho lo que está en juego, puedes poner en juego la reputación de la compañía que diriges o la de la organización que presides, pero también tu propia reputación. Así que debemos ser valientes, salir y dar la cara para dejar un legado de impacto, tener un sentimiento de creación. Lo hice en Dupont, lo hice al frente del CEEG, lo hago en los Consejos de Administración donde participo y lo seguiré haciendo en los proyectos por venir.

Más de la mitad de mi vida la he dedicado de manera formal al desarrollo e impulso de mi carrera profesional. Esto me ha llevado a ser la líder que hoy soy. Me siento afortunada por estar saludable, acompañada y con muchas experiencias de vida que me dejan lista para continuar abriendo caminos a nuevas generaciones y seguir trabajando por México y Latinoamérica.