Valor público, confianza y corrupción

Valor público, confianza y corrupción

Uno de los objetivos más importantes en la comunicación pública se encuentra en evidenciar en la ciudadanía el valor público de las instituciones que conforman el aparato estatal. Al respecto es necesario tener claro que este concepto, asociado a la calidad de los servicios que el Estado presta a la ciudadanía, no se encuentra precisamente en dichos servicios sino, por el contrario, en la mente de cada uno de los ciudadanos y en sus expectativas hacia las instituciones.

Este punto es vital, desde la elaboración de políticas públicas hasta la comunicación gubernamental, debemos tener presente que el valor público es una percepción, se trata de cuán valiosas o inútiles se perciben las instituciones y sus servicios. Aquí, el sector privado lleva años de ventaja. Departamentos enteros dedicados a la innovación y product development, grandes inversiones en investigación de mercados, cada vez más segmentadas estrategias de comunicación y marketing, etc. son estándares para lograr el posicionamiento de marcas y reputación en una sociedad más demandante.

Ya Sygmund Bauman en su crítica a la sociedad de consumo señalaba que lo que mantiene con vida a la economía de consumo y al consumismo es el menoscabo y la minimización de las necesidades de ayer (…) y más aún al descrédito de la idea misma de que la vida de consumo debería regirse por la satisfacción de las necesidades. (Bauman: 2007). ¿Cómo desde las gestión y comunicación pública ofrecemos valor en un mundo de consumo donde el individuo no se conforma con lo que es o tiene, donde tener el iPhone 16 ya no es suficiente cuando sabemos que indefectiblemente saldrá el 17?

Por otro lado, un concepto asociado al valor público es la confianza; construir valor público debe sustentarse en una cultura de confianza hacia las instituciones. Según Eric Uslaner, las sociedades con confianza tienen menos corrupción porque las personas que tienen fe en otros poseen mayor probabilidad de un alto estándar de conducta moral y legal.  Claramente no es el caso peruano donde la desconfianza y la corrupción tienen una larga tradición y han irrumpido impetuosamente en la conciencia pública nacional llenando portadas de medios de comunicación y ocupando los primeros lugares en las encuestas (Huber: 2008).

Por ejemplo, de acuerdo con el estudio del INEI “Perú: Percepción Ciudadana sobre Gobernabilidad, Democracia y Confianza en las Instituciones”, enero - junio 2024, la Reniec es la institución pública en la que más confía la población, sin embargo, el resto de instituciones se ubican en la categoría de no confiables, con tasas de desconfianza mayores a las de confianza; asimismo, el 54,9% de la población, considera a la corrupción como la principal preocupación.

La reflexión es necesaria. Obtener valor público y ganar la confianza de la ciudadanía es un enorme desafío que va más allá de la comunicación gubernamental, no se trata solo de “vender” destacando la calidad de los servicios de las instituciones del Estado sino de comprender la problemática desde su dimensión social y cultural, buscando las mejores estrategias para evidenciar la transparencia (accountability), integridad y buen gobierno con el que operan las instituciones y sus funcionarios.  

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