Vamos por el bien común: Santo Domingo católico
La fe es luz y por ello tiene la capacidad de iluminar las diferentes situaciones de nuestra vida personal, familiar y social. La fe católica no es un mero sentimiento o un conjunto de creencias de una persona que han de quedar reducidas al ámbito de lo íntimo, de lo privado. La fe es un acto de adhesión a Dios que tiene una dimensión publica que no podemos obviar. El hecho de que existan personas que tratan de hacer presente a Dios en la vida pública es un bien para nuestras sociedades. Hoy, mas que nunca, se hace necesaria la contribución de los católicos en la construcción de una sociedad mas conforme con los valores del Evangelio, en la regeneración de los procesos, los espacios y los instrumentos de la política.
La perdida paulatina de la fe y la progresiva desaparición de las manifestaciones de su presencia en el espacio público explican la degeneración de la civilización occidental. Una sociedad que desprecia abiertamente a Dios, que rechaza radicalmente el valor que aporta la fe, a nivel individual y comunitario, personal y social, no puede permanecer largo tiempo como una sociedad de Derecho.
Si la democracia se entiende como un mero dominio de la mayoría, sin estar orientada por el criterio de lo justo y partiendo de la realidad objetiva de las cosas, la libertad y la verdad están en peligro.
La iglesia y quienes formamos parte de ella tenemos mucho que ofrecer en la construcción del bien común sobre la base de la dignidad del ser humano y desde la libertad. Un bien común que ha de entenderse como el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro pleno y fácil de la propia perfección (Gaudium et Spes, 26).
Lo propio de los laicos católicos es hacer presente la fe en la vida pública y también en la política, a través de la participación en las candidaturas de elección popular.
Los cristianos hemos recibido de Dios, por medio de su iglesia, un gran don para iluminar nuestra conducta en sociedad y también contribuir a su construcción: la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). El evangelio es luz para la acción política y la DSI contiene los principios, criterios y pautas que pueden ayudar eficazmente al compromiso en la política de los católicos.
La sociedad es una realidad muy compleja formada por las personas que convivimos en ella, las familias, las entidades de todo tipo y la naturaleza que la integran. Los poderes públicos son una pieza clave en la edificación de las sociedades. El elemento estructurante de la política es la autoridad, en su mas amplio sentido, que procede de lo alto.
La sociedad es dinámica y en ella se producen cambios continuamente, situaciones materializadas por muchos de los sujetos que en ella conviven, como los movimientos sociales y los poderes públicos. Los cristianos también gozamos de legitimidad para intervenir activamente y protagonizar ese cambio. Queremos hacerlo posible desde el dialogo, la razón y la fe, superando el enfrentamiento.
La acción de los católicos en política puede verse iluminada eficazmente por la Doctrina Social de la Iglesia. Los cristianos, en nuestra misión evangelizadora, estamos llamados al anuncio de ese orden, en su verdad, bien y belleza. Debemos tener claro que contamos con plena legitimidad para presentar nuestras propuestas públicas en la sociedad.
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La política esta al servicio de la persona, de la familia y de la sociedad. El bien común es el fin de la comunidad política. Los elementos de la constitución juridico-politica son la separación de los poderes, su sometimiento al derecho, la seguridad jurídica y los derechos humanos fundados en la dignidad humana.
Se valora el sistema de la democracia como la fórmula de elección y sustitución de gobernantes y representantes. La democracia, efectivamente, necesita de un fundamento solido a nivel moral y cultural que la mantenga, para así transformarse en un sistema autoritario.
El mapa de los actores políticos es múltiple y variado. Junto a los partidos políticos se encuentran los movimientos sociales y asociaciones, grupos de interés, administradores y funcionarios, trabajadores comunitarios, sindicatos y patronales, entidades no lucrativas, académicos, pensadores, politólogos y los medios de comunicación.
Son frecuentes las tentaciones de egoísmo, corrupción, arribismo e idolatría del poder. Pero todo ello no justifica lo más mínimo ni la ausencia de los cristianos en la arena pública ni su escepticismo sobre este decisivo ámbito de la actividad humana.
Los partidos políticos han de ser plataformas y cauces de participación ciudadana. Los partidos políticos deben promover todo lo que a su juicio exige el bien común, sin anteponer intereses propios al bien común.
El buen gobierno, del cual debemos formar parte los católicos, debe identificar y definir los problemas públicos, diseñar las medidas con los objetivos y medios adecuados, adoptar las decisiones, poner en marcha las distintas medidas y evaluar los resultados de las políticas establecidas.
Continuará...