Vemos lo que entendemos
por Sebastián Fonseca

Vemos lo que entendemos

En el mundo empresarial y profesional, solemos enfocarnos en los aspectos tangibles y cuantificables de lo que usualmente se considera tener éxito: cifras de ventas, métricas de rendimiento y objetivos comerciales. No obstante, existe una fuerza muy poderosa que en general desatendemos y que configura la manera en la que vamos a percibir a nuestro entorno: las representaciones mentales.

Las representaciones mentales son las ideas, creencias y percepciones que tenemos sobre el mundo. Son las gafas a través de las cuales filtramos las experiencias y les damos un sentido, lo cual juega un papel un papel fundamental en cómo nos comportamos y tomamos decisiones, desde las más simples como a quién y cómo saludar, hasta las más difíciles como contratar o no a una persona. El asunto es que estas representaciones mentales suelen estar sesgadas por factores como nuestros antecedentes, los valores culturales de nuestro grupo de pertenencia y nuestras experiencias vitales más remotas, lo que puede llevar a la segregación y la discriminación, incluso de manera inconsciente. Así, la segregación que opera a nivel de las representaciones mentales tiene un correlato directo en la realidad material.

Si tenemos percepciones sesgadas sobre ciertos grupos o personas, es más probable que tomemos decisiones que les excluyan o marginen, ya sea en el ámbito laboral, social o económico.

Por ejemplo, si tenemos la representación mental de que las mujeres son menos competentes en roles de liderazgo, es más probable que no las consideremos para puestos de alta dirección, perpetuando así el llamado ‘techo de cristal’, la brecha de género en los niveles ejecutivos. De manera similar, si tenemos creencias profundas (ideas jamás puestas en tensión crítica) que negativizan, por ejemplo, a personas con una orientación sexo-afectiva no hetero normada, podríamos tener más propensión a discriminarlas en procesos de contratación o promoción.

Estas representaciones mentales sesgadas no sólo son perjudiciales para las personas o grupos sobre los que recae la mano pesada del prejuicio, sino que además pueden tener un impacto negativo en la carrera profesional de quien las sostenga y también en la competitividad de la organización en tanto equipo de personas. Al excluir a ciertos talentos y perspectivas, limitamos la diversidad y la innovación, lo que a su vez puede obstaculizar el crecimiento y la adaptabilidad de nuestras organizaciones.

Es más que necesario que hagamos el esfuerzo de ser cada vez más conscientes de nuestras propias representaciones mentales y trabajemos activamente para desafiarlas y superarlas. Esto puede requerir capacitación sobre sesgos inconscientes, promover la diversidad e inclusión en nuestros equipos y fomentar un entorno donde todas las voces sean escuchadas y valoradas.

Además, como líderes y profesionales, tenemos la urgente responsabilidad de modelar y promover representaciones mentales más inclusivas y equitativas. Las organizaciones son parte de la sociedad y no existe relación social que sea inocua. Nuestras palabras, acciones y decisiones pueden influir en las percepciones de las personas que nos rodean, creando un efecto en cascada que puede ayudar a desmantelar la segregación y la discriminación a nivel sistémico.

Reconocer y abordar las representaciones mentales sesgadas no solo es un imperativo moral, sino también una estrategia organizacional inteligente. 

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