VEMOS SOLO LO QUE QUEREMOS VER
Buscando oportunidades de información para entender otro tipo de enfoques aplicados a las actividades terapéuticas, es posible topar con propuestas que nada tienen que ver.
Si a esto le agregamos que esas propuestas pueden estar diseñadas para atraer un cierto tipo de interés, pero que en el fondo lo que ofertan en totalmente distinto a lo que promueven, llegamos a un espacio que resulta, por lo menos, decepcionante.
Claro está que la misma situación se presenta en muchos ámbitos de actividad, no sólo en los terapéuticos.
Parto de un ejemplo que experimenté en días pasados: realicé el proceso de registro para un taller en línea cuya promesa de venta central era compartir con los participantes algunas claves relacionadas con la poca respuesta que de repente se tiene para cursos y clases presenciales. Debido a que es un tema de preocupación que afecta parte de mi quehacer, ví lo que quería ver en la convocatoria y asumí que del taller saldría con una visión renovada para llevar a cabo convocatorias con alto poder de resolución y copiosa asistencia.
No obstante, el taller y su pomposa promesa, eran en realidad una envolvente manera de ofrecer una certificación en técnicas de expresión corporal. Es decir, nada de secretos para mejorar la asistencia a nuestros propios eventos, sino una venta disfrazada por parte de la persona que facilitó el taller.
¿Entendimos mal la promoción quienes nos anotamos en este taller?
O acaso ¿el planteamiento estuvo amañado para que creyéramos algo que no era?
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O simplemente, ¿estábamos tan ansiosos por entender dónde nos equivocamos que vimos lo que queríamos ver, sin entender el fondo de la convocatoria?
Explicaciones puede haber muchas, pero en el fondo, la ansiedad por encontrar respuestas nos nubla la comprensión. Estoy cierta de que varias de las personas que estuvimos en ese taller, experimentamos la decepción derivada de la promesa no cumplida, además de preguntarnos (como es mi caso), el por qué no fuimos capaces de cuestionar el verdadero propósito del taller, incluso antes de registrarnos.
No se trata de juzgar una iniciativa, sino de volver la mirada hacia lo que estamos experimentando (tal vez con altas dosis de preocupación, ansiedad y estrés) y entender cómo es que la afectación emocional perturba nuestra toma de decisiones.
A manera de reflexión y recomendación, cierro hoy con una frase que escuchaba con frecuencia hace algunos años: “no creas todo lo que te cuentan”.
Ciudad de México - febrero 27 de 2024
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